‘Azul’ por supuesto no lo sabe, pero en Cali hay una emisora que trabaja para ella. Se llama Radio Conexión Animal y cada diciembre realiza la campaña ‘De regreso a casa’, para ayudar a encontrar a los animales reportados como extraviados después de que huyen de su hogar por el miedo que les genera la pólvora.

El pasado 31 de diciembre ‘Azul’, por fortuna, no se extravió. Encontró refugio en mi apartamento después de maullar con insistencia por el pasillo y de aruñar la puerta con desespero. Cuando le abrí, entró como un tiro pese a que en la sala estaban mis otros dos gatos, que la miraban con curiosidad.

Cuando la cargué para tranquilizarla estaba temblando. El corazón de ‘Azul’ latía muy rápido. A veces intentaba meter la cabeza debajo de mi brazo como si buscara dejar de escuchar los estruendos de la pólvora con la que se despedía el 2022.


Ella es la gata de la unidad, a la que todos en el edificio adoptamos. Fue la primera residente. Nadie sabe cómo llegó, pero el caso es que no le falta comida, agua, una cama y un gimnasio gatuno junto a la portería. Su nombre se debe a sus ojos claros, azulados.

Ama su libertad. Las únicas veces que toca la puerta de mi apartamento es en diciembre, cuando comienza la pólvora. Si no estamos, ella corre por el edificio estresada, subiendo y bajando gradas, confusa ante los estruendos. En caso de que se hubiera extraviado, tendríamos que haber acudido a Radio Conexión Animal.

Patricia Dosman, la fundadora de la emisora, me cuenta que desde que comenzó la campaña ‘De regreso a casa’, en 2018, lleva un registro de 3804 animales afectados por la pólvora en Cali, ¡que llenarían 24 aviones comerciales! Algunos se perdieron después de que escaparon de sus casas intentando alejarse de los estruendos. Otros murieron atropellados por carros, por motos, o por las heridas causadas en la huida. Solo en 2022 hubo un recuento de 996 animales extraviados y cinco fallecidos.

‘Venecia’, por ejemplo, es una perrita que al querer salir de la casa donde se encontraba sola cuando comenzaron las explosiones, se cortó con una lámina, hiriéndose un ojo, el hocico y parte de las patas. Se está recuperando.

‘Matías’, en cambio, un perro que estaba en el hogar de paso Huellitas de Ángel, empezó a convulsionar durante la alborada y días después murió.
‘Nala’ casi corre la misma suerte. Es una perra rescatada. El 7 de diciembre, Día de Velitas, aunque estaba medicada para que no sufriera por la pólvora, se desestabilizo, rompió vidrios en el hogar de paso donde se encuentra, en el barrio Panamericano, y se tiró por la ventana desde un tercer piso.

“El ruido de la pólvora lleva a los animales al estado más frágil, a un estado de confusión, de temor, de nervios, de desesperación, de inconsciencia, de perder el control, hasta el punto de querer escapar de ese lugar que los atormenta, de querer correr sin parar. Es no poder controlar la saliva, es intentar controlar el ruido mordiéndose a sí mismos, o tratando de cavar un hueco hasta arrancarse las uñas, es desear que todo pare, antes de que su cuerpo no aguante más. Esos artefactos que divierten al humano por segundos, en algún hogar están generando un daño irreparable, esos segundos de ruido y luz se pueden convertir en el final de una vida”, me dice Patricia, quien desde hace 17 años es animalista.

Comenzó abriendo una fundación llamada El Megáfono, con el objetivo de hacer eco del buen trato hacia los animales. Con la fundación hace campañas de esterilización, activismo (circos sí, pero sin animales) y tras seis años nació el proyecto de la emisora Radio Conexión Animal (radioconexionanimal.com), desde donde se realizan jornadas de recolección de alimento para los albergues, talleres para promover la alimentación vegana y la campaña ‘De regreso a Casa’, con la que también se pretende que los animales sean reconocidos como víctimas de la pólvora sonora y se reconsidere, por fin, su uso.

“Es necesario trabajar, como sociedad, en un cambio de prácticas que son tan ilógicas y tan absurdas que nos llevan a poner en riesgo nuestras vidas; niños y niñas quemados, fallecidos por usar pólvora, personas mayores aterradas por el estruendo, animales aterrados y muertos por la pólvora, el ambiente, la calidad del aire y la naturaleza llena de humo tóxico. ¿Qué más necesitamos para comprender que el uso de pólvora no es necesario y que por el contrario nos hace daño?”, dice Patricia.