No es realista creer que la temperatura del planeta aumentará solo 1,5 grados al 2050, tomando como base la de la era preindustrial. A la fecha ha incrementado 1,1 grados. Independiente de la discusión por las causas del calentamiento, a juzgar por los avances a nivel global en el control de emisiones que contribuyen al efecto invernadero, lo más probable es que no se logre cumplir la meta indicada, acordada en París en el 2015.
En 2020, las emisiones de dióxido de carbono se estimaban en 55 gigatoneladas (miles de millones de toneladas). Indica el Centro Regional de Estudios de Energía, CREE, que para cumplir con la meta de 1,5 grados al 2035 se deben reducir 27 gigatoneladas por año, y para ser carbono neutrales en 2050 la disminución debe ser de 38 gigatoneladas; - 70%. Cuando la realidad es que las emisiones globales crecen alrededor de 1% al año.
Colombia, que solo aporta 0.2% de los gases de efecto invernadero, GEI, del mundo, se comprometió a reducirlos 51% al 2030 y ser carbono neutro en el 2050. Para lograrlo debe pasar de emitir 280 millones de toneladas de GEI a 170 millones en el 2030. Difícil, más cuando las políticas de cambio climático y transición no priorizan los sectores de más altas emisiones (deforestación y transporte), y se ensaña con el minero-energético, clave en la sostenibilidad fiscal.
La prioridad debe ser no solo reducir, sino eliminar la deforestación y reforestar áreas perdidas para capturar emisiones, y transformar el parque automotor. Según el Ideam, en 2021-2022 la deforestación se redujo un 29%, pero sigue sin control. Y en 2023 ingresaron 1 millón de vehículos para un total de 19 millones, la transición de los de carga a gas es lenta, y solo se vendieron 7.300 vehículos eléctricos y 27.813 híbridos.
La dificultad en detener el calentamiento global y cumplir Colombia sus compromisos en la reducción de emisiones al 2030 y alcanzar la carbononeutralidad al 2050, obliga a priorizar la adaptación al cambio climático, es decir, a preparar al país para posibles impactos negativos. Más, siendo un país vulnerable, con un nivel de riesgo de 42 sobre 48 en el ranking mundial, expuesto a fenómenos climáticos propios de la zona tropical.
Si las medidas de adaptación a nivel global avanzaran bien, la preocupación sería menor. No es así. La financiación requerida para la adaptación al cambio climático a nivel global en 2020 era de USD 387.000 millones al año. La mala noticia es que para ese año se habían invertido USD 21.000 millones; menos del 10%. Es decir, si la mitigación es cada día más compleja, en adaptación se está en pañales.
Colombia cuenta con un plan de adaptación del 2016 y el Gobierno actual dice invertirá USD 4 billones para reducir la vulnerabilidad del país en un 30%. Siendo conscientes de los posibles efectos negativos del calentamiento en el país, la cifra es irrisoria. Sin perjuicio de la incapacidad de ejecución bastan los escándalos en la Unidad de Gestión del Riesgo para intuir que será poco lo que se logrará en adaptación.
Al paso que vamos quedaremos en el peor de los mundos: la temperatura creciendo y Colombia, que no es el responsable del calentamiento, inmolada, dizque por salvar al planeta. Seremos un país cada vez más pobre, sin recursos para hacer una transición ordenada, y sin haberse preparado para contrarrestar los efectos devastadores del cambio climático que algunos pronostican. Perderemos con cara y sello, por cuenta de un Gobierno más interesado en aplausos de cortesía a nivel internacional que el bienestar de millones de colombianos.