Dios, me das alientos y un nuevo vigor cuando soplan vientos contrarios y estoy estancado.

Señor, me das alas de águila y me sostienes con tu poder. Dios eres mi fuerza salvadora y mi descanso.

No me desespero y creo que nada sucede al azar, y que todo tiene una razón de ser.

Me aquieto, sintonizo con la energía divina que fluye dentro de mí, y recupero el ánimo y la confianza.

Soy como el marinero que sigue en su barco porque sabe que es capaz de superar las borrascas.

Con mar calmada o agitada, voy a llegar a un buen puerto porque la fe vence cualquier obstáculo.

Confío en Dios y, al mismo tiempo, confío en mí, y persigo mis metas con pasión y persistencia.

Nada es gratuito y, el que da lo mejor de sí, conquista metas que son esquivas para el mediocre.