Amarte y amar te mueve a dar, pero la auténtica y duradera felicidad te pide saber recibir.

El balance entre dar y recibir te proporciona una profunda alegría y contento internos.

Hay una sensación de descontento e insatisfacción en la vida, si no das o no recibes.

El egoísta solo quiere recibir, no piensa en los otros, y se queda enredado en sí mismo.

Es igual si no te amas, solo piensas en los otros, y sacrificas tu felicidad por ayudar a todos.

Lo sabio es amarte primero a ti y, entonces, sí hacer algo por los demás sin interés.

Hay tantas almas necesitadas que siempre hay algo que puedes hacer por algún semejante.

Abre tus ojos y tu corazón. Dios guiará tus pasos, su amor te llenará y estarás en perfecta paz.