Alguna vez alguien dijo que los cuatro escritores más notables del Chocó eran Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque, Oscar Collazos y Jorge Isaacs.

Esa aseveración, desde luego, no cae nada bien en el Valle del Cauca, donde Isaacs, no obstante su desdén por esta tierra, es tenido como un símbolo de la recreación del paraíso, bosques de palmeras, romance.
Creo, el lugar de origen de un escritor es asunto secundario cuando se trata de apreciar su obra. La familia de Isaacs, de origen hebreo, no sólo había puesto una pica en Jamaica, sino también en Chocó y en el Valle del Cauca. De esa primera tarea dedicada a la agricultura y la minería, nacerían ‘La Rita’ y ‘Manuelita’, y por sobre todo, quedaría la gloria literaria de quien buscó oro en los ríos, amó la geología y la poesía, y se enfrentó a la sociedad de su tiempo con una postura independiente, contestataria, rebelde.

Ahora que se cumplen los 150 años de la publicación de María, valdría la pena ahondar en la figura de quien presenta muchísimos interrogantes históricos, no obstante la recreación literaria de la que ha sido objeto, como en el libro ‘La búsqueda de El Paraíso’ de Fabio Martínez.

El Chocó, como las Provincias de Iscuandé, Barbacoas y Buenaventura, fueron veneros auríferos del Gran Cauca. En Buenaventura gobernó el general Tomás Cipriano de Mosquera, contra quien Isaacs empuñó armas, y en todos estos lugares tuvo asentamiento la aristocracia de Popayán, Buga y Cali. Los patriarcas de la familia Holguín nacieron en Chocó; Julio Arboleda, quien fuera Presidente de la Unión Neogranadina y uno de los mayores esclavistas de la república, nació en Timbiquí.

Hijo de George Henry Isaacs y Manuela Ferrer Scarpetta, a mediados del siglo XIX, ante una sublevación conservadora, Jorge Ricardo se declaró jefe político y militar de Antioquia, donde fue sepultado por su propia voluntad. “Amo a mi Cauca, aunque ingrato es con sus hijos”, dijo no obstante. Fue uno de los primeros que acompañó como inspector las obras del camino a Buenaventura.

En el puerto conocí a la familia Morcillo Ferrer, la cual era invitada protocolariamente a todos los actos que tenían que ver con Jorge Isaacs en Cali, por vínculo familiar con el escritor. Aniversarios, ofrendas florales, actos de homenaje a María; siempre estuvieron presentes, y aseguraban, el autor era originario del Chocó y había llegado muy niño con su familia a Cali. Pensaba en esto mientras observaba la ruina de la Casa de El Peñón, con sus balaustradas despedazadas y pasillos solitarios. Uno puede imaginar cómo era Cali en ese tiempo; con el rumor cercano del río y vacas pastando alrededor. Sólo los ruidos primarios de la naturaleza, viento de azahares, una caballeriza, cuartos de aperos, con sillas, cinchas, estribos, cubiertos ya por el brillo opaco del tiempo. Una casa con la fisonomía de los lares que gustan a las almas selectas. También en Cuba, Hemingway eligió un lugar parecido a este, en una colina, bella casa que en el pasado fue atalaya del ejército español.

Además de El Paraíso, bastante lejano al ojo del turista que llega a Cali, valdría la pena crear una fundación, a la manera de Cañasgordas, para fundar el Museo Jorge Isaacs en la Casa de El Peñón. La ciudad debe aprovechar la nueva veta turística que se abre hoy con el Bureau, para referenciar a Cali como cuna de la primera novela romántica de América. Todo está a la mano; sus descendientes, fotografías, ediciones históricas de María, vídeos.

Otros lugares del mundo aprovechan bien sus glorias literarias; Avon con Shakespeare, Amherst, con la memoria de Emily Dickinson.
La casona del oeste puede ser un gran centro cultural y museo, biblioteca al tiempo, antes que sus vigas caigan vencidas por el olvido.

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