Los sabios del Invima están empeñados en joder a nuestros campesinos que producen el queso blanco y lo envuelven en hojas de plátano. Argumentan que es por un asunto de sanidad para proteger la vida de los colombianos y que es menester el uso de bolsas plásticas que según ellos, no tienen mayor costo.

Los campesinos desde luego se han alborotado y no les falta razón y no propiamente por el costo de las malditas bolsas -ya les diré por qué malditas- sino porque se está rompiendo una tradición más que centenaria de la que no hay estadísticas de fallecidos por comerse un queso envuelto en hoja, sino porque se le está abriendo un boquete a los intermediarios que están viendo un negocio en el empacando de tal producto.

Pero yo voy más lejos: el sabor de un queso envuelto en hoja de plátano es de lejos mejor, más artesanal y más saludable que esos quesos pánfilos, que saben a pared, llenos de químicos y preservativos en los que cuesta más el empaque que lo que hay por dentro.

Y es lo mismo que sucede con otros alimentos en los que se utiliza este envoltorio natural y que ya no se consiguen en los asépticos supermercados o grandes superficies que llaman.

Pero con motivo de la pandemia nos hemos refugiado en casas de campo, lejanas al mundanal rugido de las azarosas, desesperantes y polucionadas ciudades y hemos recurrido a los mercados campesinos y los graneros de pueblo en donde también nos entregan la carne envuelta en hoja de plátano que le da un buquet maravilloso.

Ni hablar de las frutas envueltas en periódico o los legendarios panes de tienda que nos entregan en chuspas de papel. Es como volver a esas épocas en que comer tierra no hacía daño y se desayunaba con leche tibiecita recién ordeñada. Les apuesto que esas generaciones fueron más sanas que las actuales y no andaban como las de ahora bajitas de defensas.

Hay más: las malditas bolsas plásticas son contaminantes y un peligro ecológico que tiene los pelos de punta a importantes asociaciones mundiales de ecologistas que están luchando para prohibir su uso indiscriminado. Miren no más las obstrucciones que causan en los ríos y en los canales de aguas lluvias.

Ahora han salido unas canastas plásticas y unas bolsas ‘amigables’ con el medio ambiente en reemplazo de los bellísimos canastos primorosamente elaborados con mimbre, bejuco y cañabrava y los ya casi desaparecidos bultos de fique en los que cabía de todo.

Me imagino que el Invima también los va a prohibir, como sucederá con los bocadillos veleños, los envueltos y tortillas de maíz, el fiambre, los tamales y demás ricuras de los manjares vernáculos. Y a propósito de esta palabreja, qué bien le caería a este instituto que su atrabiliaria orden pudiera introducirse por ahí.

PD: la muerte repentina de Elsie Wartenberg de Arabia tiene consternados a quienes le conocimos. Mujer espléndida y esplendorosa. A mi querido Harolito, sus hijos y nietos y a sus hermanos, mi silencioso y solidario abrazo.