Se atribuye al prócer Antonio Nariño el bautizo de la época transcurrida entre 1810 y 1816, como ‘Patria Boba’. Lo cierto es que entre el grito de Independencia y la pacificación dirigida por Morillo, los colombianos de entonces se dedicaron a las rencillas internas, a las guerras civiles y a lo que hoy se llama polarización. La nación recién nacida dispersó sus esfuerzos y dilapidó sus recursos en esas pendencias que carecían de sentido, cuando se sabía que el imperio español defendería como fuera su presencia en estas ricas tierras.

Efectivamente, las fuerzas realistas comandadas por Morillo y Sámano arrasaron a sangre y fuego los primeros brotes de nuestra vida independiente. Solo Simón Bolívar, con su visión y audacia, logró en julio y agosto de 1819 propinar duros golpes a los españoles. Después de la batalla de Boyacá comenzó a tomar forma la nación independiente en la que hoy vivimos.

Pero es una lástima comprobar que no fue esa primera ‘Patria Boba’ la única. En varios períodos de nuestra historia los colombianos nos hemos dedicado a enfrentamientos insensatos e inútiles. A partir de la Constitución de Rionegro los federalistas se dedicaron a bloquear al poder central. Las guerras propiciadas por los estados soberanos se contaron por decenas hasta que el puño firme de un unitario cultivado en Inglaterra, Rafael Núñez, impuso la Constitución de 1886.

La paz política no llegó. Nuevas guerras civiles debilitaron al país y propiciaron la secesión de Panamá. Como se ha visto en varias oportunidades, los centralistas se dedicaron a tomarles el pelo a los norteamericanos hasta que, agotada la paciencia de estos, dieron empuje a la independencia del istmo. Esta fue una separación más que anunciada. El presidente Marroquín creía importante no recibir a los diplomáticos norteamericanos y el resultado ya se sabe cuál fue.

Otro período de contradicción constante ha sido el que comenzó en 2010 con la elección del presidente Juan Manuel Santos. Aunque es inobjetable encontrar al expresidente Álvaro Uribe como mentor y artífice de la candidatura de Santos, tan pronto este se posesionó en el cargo inició una política de confrontación personal con Uribe.

Un propósito loable como era el de alcanzar un acuerdo de desmovilización de la guerrilla de las Farc se convirtió en generador de mil problemas por la falta de entendimiento entre Santos y Uribe Vélez. El expresidente Santos Calderón cometió el grave error de convertir el proceso de paz en un acto de gobierno y no en una política de Estado.

Por el afán de sacar adelante como fuera el proceso de paz Santos se convirtió en un agente desinstitucionalizador. Su reelección de 2014 está siendo objeto severos cuestionamientos. La manera de fabricar mayorías utilizando el procedimiento de la ‘mermelada’ ha causado graves problemas al gobierno actual. Concesiones generosas a los insurgentes derivaron en un incremento inusitado de los cultivos ilícitos.

Quizás el mayor desatino de la administración Santos consistió en ofrecer a los reinsertados condiciones económicas impagables. Muchos de los antiguos guerrilleros han vuelto a delinquir porque consideran que el Estado no les cumplió. Lo exacto es decir que el gobierno de Santos se apresuró al ofrecer condiciones irrealizables. No debe olvidarse que Santos Calderón fue incapaz de obtener un consenso generalizado alrededor de la paz.