Los apasionados miembros del Centro Democrático (mi hijo Eduardo incluido) tienen cinco dedos de frente – Uribe tiene seis porque su ominoso índice derecho que él yergue en los debates senatoriales como bayoneta calada, vale por dos -, lo que permite deducir que ellos y el jefe supremo saben que la propuesta de reabrir los diálogos de paz que el Gobierno adelanta con las Farc en La Habana, no obedece a ninguna lógica, y que no es más que una jugada para hacer creer a la galería que ese grupo político tiene la noble intención de colaborar en la búsqueda de la paz.La propuesta uribista es de imposible aceptación luego de cuatro largos años en los que el presidente Santos, a través de sus compromisarios, y los comandantes guerrilleros están próximos a finiquitar el acuerdo que será sometido a refrendación popular con el plebiscito.Tratemos aquí de traducir lo que pretenden el ex presidente y sus más conspicuos lugartenientes: que todo lo acordado hasta ahora se declare nulo; que se regrese al punto de partida – 2012 -; que se inicie nueva mesa de diálogo con participación uribista, con dos condiciones sine qua non: que los comandantes guerrilleros acepten someterse a la justicia ordinaria colombiana que les aplicaría las penas previstas en el Código Penal de acuerdo con la gravedad de los delitos cometidos; y que ninguno de ellos pueda ser elegido a las corporaciones públicas.A mí me parece perfecto el planteamiento. Lo que pienso es que ni ‘Timochenko’ ni ‘Catatumbo’ ni ‘Márquez’ ni ‘Granda’ ni todos los demás aceptarían que ya a punto de cerrarse el convenio se tenga, para complacer a Uribe, que renegociar todo el paquete con el más recio adversario de las Farc que es el caballero de “El Ubérrimo”.Además, imaginemos lo difícil y costoso que sería conformar una nueva comisión negociadora por parte del Gobierno porque, estoy seguro, que ni Humberto de la Calle ni Sergio Jaramillo ni los generales Flórez, Naranjo y Mora, aceptarían continuar en ese oficio tan desgastante que han cumplido en Cuba. No los veo sentándose en La Habana con Uribe para volver a empezar. Ese moderno “Begin the beguine” no lo compone ni Cole Porter resucitado.No más ilusiones con el acercamiento del prócer de la patria al proceso de paz, que él no quiere y del cual abomina todos los días pues tiene congestionadas las redes sociales con la historieta del “castrochavismo” de Santos. Continúen el presidente y sus agentes con el tramo final de los acuerdos en la isla caribeña. Lleguemos al día en que se vote el plebiscito, y si el No que impulsa el Centro Democrático se impone, entonces que el señor Uribe nos informe vía “twitter” cómo le haremos frente – porque allí entraremos todos – a una guerrilla que no se pudo vencer en más de cincuenta años y que aún cuenta con su arsenal intacto.Lo digo con sinceridad: quisiera ver a Uribe de aliado fervoroso del proceso de paz y apoyando el Si plebiscitario. Pero para bailar se necesitan dos y allí Juan Manuel Santos no tiene pareja. Que sigan el ex presidente y sus amigos en la oposición cerrera que ya veremos el resto de los colombianos como manejaremos el posconflicto, que no ha de ser peor que lo que hemos vivido y padecido en tantos y tan amargos años, en los que Colombia llegó a considerarse inviable.Y que alguien experto en mecánica política le diga al ex presidente que en este momento al proceso de paz no le entra la reversa.