La huella Vikinga / una era que trascendió la historia y ha conquistado nuestra cultura, 2024, de la historiadora española Laia San José Beltrán, es un agradable e interesante libro, cuyo propósito, como ella lo afirma al final, es social, según corresponde a la historia en tanto disciplina, la que igual es de carácter social. Y es precisamente, en este sentido, que su enfoque incluye de paso unas cuantas importantes consideraciones, que ella destaca, sobre los libros convencionales de historia, y sobre las diversas circunstancias que rodeaban a sus respectivos autores cuando los escribieron.

“Compartimentar es una forma de hacer más sencillo estudiar periodos y ver las diferencias entre unos y otros” (p. 19). Lo más usual es que simplemente se comparen las costumbres, hechos y datos del pasado con los del presente, los del autor por lo demás, sin preocuparse por lograr explicar su razón de ser en el pasado, que puede ser muy diferente, y compararlas con las anteriores y posteriores.

“Las representaciones no son inocuas porque el arte no lo es” (p. 136). O sea que hay que profundizar mucho más en aquellas imágenes que estén disponibles, y así poder trascender su simple apariencia, vista desde la actualidad y desde diversos enfoques; y, por lo contrario, tratar de determinar cuándo, de qué manera y por quiénes fueron vistas en su momento, y con qué propósito lo hacían.

La historia siempre ha tenido más que ver con el presente que con el pasado” (p. 216). De hecho, al analizarla a fondo desde cada ‘presente’ en el que fue escrita, puede dar a entender mucho más de los mismos, contribuyendo indirectamente a completar la historia de cada uno de esos presentes, como también la de los diversos contextos de sus autores, y las condiciones de vida de ellos mismos.

“Las mitologías reflejan, en muchos casos, las preocupaciones y realidades del ser humano” (p. 316). En realidad, los mitos acostumbran a ser un reflejo de esas preocupaciones y realidades, y eso explica sus cambios con el paso de los años, ya que siempre encarnan algún aspecto universal, de la Tierra, o de la condición humana, aspectos que además casi siempre se encuentran entrelazados de distintas formas.

“Es importante que sepamos de dónde salen las cosas y podamos así decidir por qué las hacemos” (p. 342). En otras palabras, nada surge porque sí, y su evolución posterior inevitablemente depende de ese inicio, el que entonces hay que dilucidar en sus múltiples aspectos, por supuesto principiando por su razón de ser inicial, y entonces sí poder proceder a continuación a decidir consecuentemente qué hacer.

“La historia es importante porque nos ayuda a comprender no solo el pasado, sino nuestro presente y nuestro futuro” (p. 343), pero “ha estado al servicio de las ideologías y de los propósitos políticos” (p. 291). De ahí la importancia ética de que no lo esté, y que entonces lo consecuente sea comenzar por la geografía del sitio en donde se da, ya que este determina en buena parte su historia posterior.

Todo esto es aplicable en muchos casos similares a la historia de los Vikingos; por ejemplo, la de los indígenas en Colombia; la que es preciso compartimentar, estudiar el significado de sus representaciones, precisar los momentos en que ha sido escrita, descifrar sus mitologías, ver de donde surgen; y proceder a interrelacionar todo esto y comprobarlo. Y con esa historia poder entender mejor el futuro de los indígenas en este país, y entonces contribuir a que sea mejor ya como colombianos.