Qué difícil es intentar acercarse a la verdad en Colombia. Desde que se configuró la Comisión de la Verdad, en el marco del proceso de paz, era claro que su actividad sería ‘bombardeada’ desde distintos flancos. No es fácil esa búsqueda en un país polarizado, acostumbrado a resolver sus diferencias no a través del diálogo sino de la aniquilación y el desprestigio.

Setenta años de conflicto armado dejaron un país esquizofrénico, más radicalizado y menos inclinado a las reformas, pero sobre todo alumbró una Nación que justifica y no en pocas oportunidades aplaude, promueve y enaltece los actos de violencia. En ese escenario respaldar a una comisión de la verdad que intente acercarse al relato de lo que sucedió durante esta larga noche no es tarea fácil. Esconder la cabeza, mirar a otro lugar y atribuir toda la carga de violencia hacia quien considero mi enemigo tendrá menos costos en mi conciencia. Sin duda, una tarea más exigente es aceptar nuestras equivocaciones o los excesos producidos en desarrollo del conflicto y atreverse a buscar la sanación.

Ubuntu es una palabra del sur de África, poco difundida en esta parte del mundo. La descubrí en el libro del periodista John Carlin, ‘El factor humano’, que cuenta detalles del partido de Rugby que ese gran líder Nelson Mandela convirtió en elemento de cohesión y reconstrucción social de la dividida Sudáfrica y me la volví a encontrar hace poco en otro libro: ‘El largo camino hacia la libertad’.

El término Ubuntu es un legado para sanar heridas. Fue la forma como se encontró Sudáfrica, marcada por el atropello del ‘apartheid’ y casi al borde de la guerra civil, para poder hallar la verdad. Una verdad que por dolorosa que fuera, era necesaria para seguir mirando hacia adelante como nación.

Aquí nos falta más Ubuntu. Por eso quiero pensar que el encuentro entre el expresidente Uribe y el padre De Roux es un paso que nos aproxima a sanar heridas. La desconfianza de Uribe expresada en palabras y gestos, la virulencia de su hijo Tomás, la equivocación de llevar una comisionada con evidente sesgo, la inquietante mirada del sacerdote que escucha, los caballos que relinchan. Todo parecía el dramático cuadro de la historia del país. Así y todo dialogaron durante más de tres horas.

Me quedo con esa foto final. La del viejo caudillo que sabe que su tiempo se termina y se juega su paso a la historia. La búsqueda de la verdad, como dijo el padre De Roux, implica escucharlos a todos. El problema de Colombia es que solo queremos escuchar nuestra verdad, lo que nos conduce a ese ‘me muero con la mía’ que ha sido el mantra que ha acompañado el derrame de tanta sangre. Uribe entregó su versión, otros contarán su historia, lo importante es que logremos sentarnos, reconocer al otro, otorgarle el valor que tiene como persona. Quiero pensar que en esta ‘sentada’ se teje un comienzo... “La verdad os hará libres”.
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