Es ya rutinario repetir que Álvaro Uribe Vélez ha sido el fenómeno político más influyente en el Siglo XXI en Colombia. Y ello, como candidato presidencial, como presidente en dos ocasiones, y como expresidente y jefe de su partido Centro Democrático. Y no se puede pasar por alto un expresidente que ha sido condenado por un juez de primera instancia en un fallo que ha dado lugar a una controversia nacional e internacional, en vísperas de una campaña presidencial que, en realidad, ya está en marcha.

Ahora su influencia será de una diversa naturaleza y es ya inevitable que, unos y otros, se pregunten: ¿Cuál va a ser en este proceso electoral el impacto de su influencia? Imposible descartar que ella va a existir y que desde ya está cambiando el comportamiento electoral de muchos ciudadanos. ¿Será un impacto mayor o menor que los que ha ejercido durante los últimos 25 años? ¿Beneficiará principalmente a su partido político y a otras fuerzas políticas afines o, por el contrario, será un factor negativo para las mismas? ¿Favorecerá a los partidos de izquierda que reclaman esta situación como un triunfo que venían buscando desde hace ya varios años?

Pues hay un efecto que podríamos denominar obvio, automático, natural, que ya tiene manifestaciones y que, si se sabe utilizar, puede alcanzar un impacto negativo o positivo. Depende de las estrategias en el año 2026. Depende de las estrategias de narrativa electoral y de la manera como esto será percibido por los ciudadanos.

Por ejemplo, un fino conocedor de la política colombiana, Felipe López Caballero, ha señalado que existe una mayoría silenciosa que es casi la mitad del potencial electoral. Anticipa en la entrevista que le dio a María Isabel Rueda, el lunes pasado, una afirmación que no es menor: “En Colombia, esas mayorías probablemente son más uribistas que antiuribistas y están tan indignadas ante lo drásticas que fueron las penas impuestas”.

Infortunadamente, las encuestas no han hecho un esfuerzo para entender cuál es la naturaleza de esa mayoría silenciosa que es casi el 50 % del electorado, o sea una cifra superior a los 15 millones. Que semejante volumen de electores no interese, porque de entrada en las encuestas los excluyen diciendo que no van a votar, es una grave negligencia de los financiadores y de los ejecutores de encuestas.

El comportamiento electoral, por supuesto, está sufriendo un cambio radical y no es fácil anticipar cuál es el impacto real que los recientes acontecimientos y los que vendrán van a tener. Sin duda, la incertidumbre con respecto al resultado electoral, bien sea de las elecciones de Congreso o de las presidenciales, se ha incrementado y va a incrementarse mucho más.

No creo que a Álvaro Uribe lo hayan sacado del tablero electoral, no me sorprendería que sus opiniones y directivas resulten mucho más contundentes y eficaces que en otras épocas, como cuando fue clave para la elección del candidato Santos o de Iván Duque. Álvaro Uribe es hoy el principal entre todas las víctimas. Si eso tiene consecuencias electorales, depende, en mucho, de cómo se gestione esta campaña. Álvaro Uribe seguirá siendo un fenómeno político para tener en cuenta.

Muchos en las diferentes versiones de la izquierda se están preguntando si acaso esto no generará un boomerang electoral.