En muchas ocasiones he tenido la duda de cuál es la mejor opción para votar. ¿A quién le he visto mayores condiciones de compromiso social y de talante gerencial para implementar las propuestas? ¿Cuál le convendría más a la región y al sector en el cual he trabajado en ese momento? ¿Quién ha respondido mejor a los principios y valores que se esperan del presidente de un país? Usualmente hay varias opciones de gente buena entre la cual decidir después de descartar los oportunistas y demagogos que jamás faltan. Pero lo que no recuerdo en mi vida, es tener tanta certeza de por quién no votaría en unas elecciones presidenciales.
No votaría por quien haya apoyado las vías de hecho y mucho menos los bloqueos que nos llenaron de angustia e incertidumbre. La pandemia se volvió un mal menor frente a la carga de odio y resentimiento en las calles de nuestros vecindarios y en las carreteras del Valle del Cauca. No veo ninguna posibilidad de votar para elegir a quienes empuñan la agresión y la violación de derechos fundamentales como herramientas para hacerse escuchar.
No votaría por quien pone en riesgo nuestras pensiones a través de propuestas irresponsables y populistas. No es justo que el trabajo de toda nuestra vida se ponga en juego en nuestra vejez por cuenta de las ideologías políticas.
No votaría por quien tiene propuestas para extinguir los ingresos de la nación al proponer acabar de tajo la explotación petrolera, sin proponer una clara sustitución de fuentes económicas que garanticen el cumplimiento del presupuesto nacional.
No votaría por quien demuestre animadversión a la propiedad privada adquirida con los requisitos de ley. La expropiación como bandera populista desalienta la inversión, ahuyenta la generación de empleo y desmotiva el ahorro.
No votaría por quien se inspira en modelos fallidos como el venezolano, el cubano o el nicaragüense. Colombia lleva una senda de progreso que amerita correcciones y más realizaciones sociales pero para eso no es sensato reemplazar el modelo por una aventura que solo augura empobrecimiento colectivo. No quiero verme, ni a mis amigos, ni a mis compatriotas, recorriendo a pie las carreteras de América Latina con la impronta de la miseria causada por el régimen comunista como sucede con los venezolanos.
No votaría por quien tiene como opción vicepresidencial una fórmula que me genera aún más pánico sobre el futuro de nuestra patria.
Pocas veces en la vida había tenido tanta claridad sobre por quien no votar. No es un acto de razonamiento, es de supervivencia.