“El estadio de Rozo es el más grande del mundo, nunca se llena”.
Este comentario del narrador Javier Fernández, realizado en plena transmisión del partido Junior-Deportivo Cali, indignó a los hinchas del equipo verdiblanco, que decidieron llenar las redes sociales con insultos al ‘Cantante del gol’ por cometer semejante afrenta.

No veo motivo para tal reacción. Es cierto que ese escenario se llena muy pocas veces. Y no necesariamente porque la hinchada del Cali no sea leal a su equipo, sino porque llegar a esa lejanía es una verdadera proeza que solo cometen los más fanáticos. De hecho, estoy convencido de que ningún equipo colombiano llenaría un estadio construido en los extramuros, aquí la pasión por el fútbol no da para tanto. Si fuera en Argentina, otra cosa ocurriría.

Pero aquí la mayoría de los hinchas, de todos los equipos, son de ‘oreja’, o sea, siguen a su equipo por la radio o por la televisión. Cómo será de frágil el sentimiento que tienen por su equipo, que están poniendo el grito en el cielo porque les van a cobrar $30.000 por ver los juegos del rentado nacional.

Pero volviendo al tema del estadio del Cali, haber construido ese escenario en medio de la nada es uno de los grandes errores que ha cometido la dirigencia del equipo en los últimos años. Por una elemental razón de mercadeo: los estadios hay que hacerlos donde está la gente. Y si es una proeza llenar el Pascual Guerrero, ubicado en el corazón de la ciudad, cómo será llenar el ‘Coloso de Rozo’.

Los hinchas del América, por supuesto, fueron los que más celebraron la salida del ‘Cantante’. Pues que no se rían tanto porque así como es criticable que la hinchada del Cali no siga a su equipo, es de llorar que el vigente campeón de Colombia, y uno de los equipos que mejor se reforzó, apenas haya vendido 2000 abonos para el actual torneo, mientras otros equipos vendieron más de 10.000. O sea que los hinchas rojos no saquen pecho tampoco.

Sobre el estadio del Cali, cierto es que su construcción no le costó un peso al club porque este se financió con la venta de palcos. Pero sí le vale y mucho mantenerlo. Ese gasto, más lo que cuesta mantener a la institución la sede de Pance, es una de las causas de la crisis económica que padece el Cali.

Con lo cual, a la institución no le va a quedar sino vender uno de esos dos bienes. Y lo más lógico es que sea el predio de Pance, que es el que más vale. Con el producto de esa venta se podrían pagar las deudas y construir unas nuevas instalaciones adyacentes al estadio.

De paso, el Cali debía estudiar seriamente cambiar los estatutos para permitir que una persona pueda tener más de una acción. El actual sistema es muy democrático, pero en Colombia no funciona. Aquí los equipos grandes tienen capitales poderosos detrás: el Junior tiene a los Char; el Nacional, a la Organización Ardila, y el América, a don Tulio, por mencionar tres casos.

El Cali ha hecho una meritoria labor explotando su cantera, pero competir con la chequera de los Char y de los Ardila queda muy de para arriba. Lo que el Cali requiere, además de sanear sus finanzas, son inversionistas que se metan la mano al bolsillo cuando la cantera no produzca. Santos Borré y Benedetti no surgen todos los días.

Con lo cual, la hinchada del Cali, en vez de emberracarse porque se burlan de la poca asistencia que suele tener su estadio, lo que debe hacer es exigirles a los directivos que tomen las medidas que se requieren para devolverle la grandeza a la institución.

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