Cuando se trata de designar un embajador ante un gobierno presidido por un payaso, lo que corresponde es nombrar a un payaso en ese cargo.
Hay que admitir que el presidente Petro cumplió al pie de la letra ese precepto al escoger como embajador en Venezuela a ‘Armandito’ Benedetti.
En el par de meses que lleva en el cargo, ‘Armandito’ ha hecho gala de su histrionismo. Comenzando por su posesión, en la que payaseó tanto que, en reciente entrevista que publicó El País, admitió que su papá le jaló las orejas.
(Hay que admitir que ‘Armandito’ es tan oportunista y politiquero como Roy Barreras, pero más divertido. Mejor dicho, es un Roy con ‘swing’.)
En la misma entrevista que publicó este diario, ‘Armandito’ dijo otra cosa que sin pretender ser graciosa, es tan desenfocada, que parece un chiste.
“Por consideraciones políticas, no puedo dejar tirados a más de diez millones de colombianos, como lo hizo el Gobierno anterior”, dijo ‘Armandito’. Es bueno aclararle que el gobierno anterior se negó a tener relaciones con Venezuela no por consideraciones ‘políticas’ sino por algo que ‘Armandito’ desconoce: principios.
Iván Duque tomó distancia de Maduro no porque este fuera izquierdista sino porque consideró que uno no puede ser amigo de una dictadura atroz como la que gobierna a Venezuela.
Dictadura que ha perseguido de forma implacable a la oposición --más de 300 opositores han sido encarcelados-- y muchos han debido exiliarse.
También están documentadas las torturas a las que ha sometido el Sebín, la policía judicial del régimen, a quienes han cometido el ‘pecado’ de denunciar los excesos del chavismo. Incluso, hay una denuncia ante la Corte Penal Internacional por estos hechos.
La dictadura mal disfrazada de Maduro no solo ha perseguido opositores. Además cooptó todos los poderes: el Legislativo, el Judicial y el Electoral. Y compró al Ejército, entregándole el control de las rutas de narcotráfico, según denuncias que también están en manos de la CPI.
Mejor dicho, a Duque le sobraban razones para liderar una cruzada que buscara devolverle la democracia a Venezuela. Por desgracia, muchos gobiernos que en principio lo apoyaron, al final se ‘abrieron’ con las mismas razones que ahora Petro expone para reestablecer relaciones con la dictadura: “es la economía, estúpido”, como dijo Bill Clinton alguna vez.
Es posible, aunque no seguro, que para la economía nacional sea provechoso reabrir ese mercado, que alguna vez fue el más importante para los productos nacionales. Sin embargo, los empresarios colombianos están muy recelosos de venderle a Venezuela. Y tienen razón: en ese país aún les adeudan US$300 millones por negocios hechos hace casi diez años.
Lo que es indudable es que el más beneficiado con esta reapertura de relaciones es Maduro. Sobretodo porque le sirve para lavarle la cara a su tiranía. Petro tiene que ser consciente de eso y como prestación por los servicios prestados, debe exigirle a Maduro que deje de acoger a guerrilleros colombianos en su territorio y, sobre todo, que restablezca la democracia en su país.
Pueda ser que el presidente colombiano convenza a su viejo amigo de que dé un paso al costado y se dedique a disfrutar la fortuna que ha amasado estos años, esquilmando a su país.
Lo contrario, prestarse para consolidar esa dictadura, pondría a Petro al mismo nivel del sátrapa venezolano.