1. Del mito a la utopía. Con Hesíodo y Plutarco supimos de una Edad de Oro feliz: vivíamos como dioses, sin penas, sin el castigo del trabajo, sin dolor. Pero la diosa Pandora abrió su caja repleta de males. Pasamos, así, a la Edad de Plata, a la de Cobre, a la de los Héroes, a la de Hierro. Para regresar al sueño mítico de la Edad de Oro y no caer en una especie de suicida Edad de Hojalata construimos utopías y sueños posibles e imposibles: volver al edén imaginado. Empezaron Sócrates (la Justicia), Platón (la República perfecta y la educación). Luego apareció (Edad Media) el sueño de una isla, un cielo ideal de todo bienestar. Vinieron las utopías religiosas que esperaban el advenimiento del reino de Dios sobre la Tierra. La Ciudad de Dios de San Agustín con la comunidad ideal entre los buenos. En la desesperación del final del Medioevo se ideó con ansiedad un país de placer sin sufrimiento (Cucaña en España, Cocagne en Francia, Cocaigne en Gran Bretaña); Schlaraffenland en Alemania: montaña de mantequilla, tejados de pasteles, correlones cochinillos asados, la gente con la boca abierta a todos los manjares de la felicidad, la paz, la justicia social). Se alucinó Pomona (país de las manzanas) y Venusberg (monte de Venus). La restante Europa ‘creó’ El País de los Gandules, El País de los Niños, el Paraíso de los Pobres, la Montaña de Azúcar. Ante la dura realidad, inventar imaginarios e idealizados Paraísos Terrenales.2. Fuimos Utopía. Sacudido el mundo con las emancipaciones obreras y la formación de ciudades, Tomás Moro supuso la isla Utopía, como agria réplica a la sociedad inglesa. Pero el culmen lo constituyó el descubrimiento de América, del Nuevo Mundo, como una lograda inmensa Utopía global para superar “la civilizada y atormentada Europa”. Fuimos, para muchos, el renacer de la perdida Edad de Oro, especialmente en Perú (Jauja del Inca), en California, en El Dorado inalcanzable, la Atlántida. “Habíamos logrado volar con el vuelo de los pájaros, navegando aún bajo el agua, en igualdad, en comunidad solidaria”. 3. Otras Utopías. Siglos XVII y XVIII: Cristianápolis y, también, la Ciudad del Sol de Campanella donde todo era de todos, El Paraíso Perdido de Milton, la Oceana de Harrington, la Isla de los Pinos de Nevile. No olvidemos El Quijote de Cervantes y su irónica e imposible Ínsula Barataria, Sancho incluido. El Otro Mundo (en la luna), de Bergerac, las aventuras de Telémaco (Fenelón), la Historia de los Sevaritas, Robinson Crusoe, Los Viajes de Gulliver, Emilio (Rousseau: regresar al estado de la naturaleza porque la sociedad corrompe), Código de la Naturaleza (Diderot), Cándido (Voltaire), la comarca pedagógica de Meister (Goethe). Y las utopías realizadas: independencia estadounidense, Revolución Francesa, las otras independencias americanas del Siglo XIX).4. Colombia, 2013. Siendo considerado el país más feliz y alegre del planeta en medio de nuestras miserias, ¿podremos comenzar a concretar nuestra utopía de amor sin violencia, de paz sin terrorismo, de desarrollo sin inequidad ni iniquidad, de vida sin muertes? ¿De alcanzar nuestra estrella en el horizonte?