A mí no me ha sorprendido que el mapa de la distribución geográfica de los votos de la primera vuelta, mostrara el predominio del voto a favor del Pacto Histórico en la costa del Pacífico y en parte de la del Caribe. No voy a negar que en el tamaño de ese voto haya contado la figura de Gustavo Petro, su carisma, su experiencia política y su notable conocimiento de los problemas del país. Los atributos que lo convierten en la mejor alternativa para gobernarlo desde la presidencia. Pero no por ello dejo de advertir que en dicha distribución del voto ha pesado lo que podríamos llamar el factor Afro, encarnado de manera ejemplar por Francia Márquez.
Las regiones donde ha sido mayoritario el voto por esta fórmula presidencial son simultáneamente las regiones donde el pueblo de origen africano ha tenido históricamente su asiento. Cartagena de Indias fue durante los siglos de la Colonia y la esclavitud, el más grande mercado esclavista del continente y las minas de oro del Pacífico las principales receptoras de los esclavos traídos de África. Al igual que las haciendas del valle del Alto Cauca, que proveían de alimentos y útiles a dichas minas.
La liberación de los esclavos -prometida por Bolívar a Petión en 1808 y decretada finalmente en 1854- no modificó sustancialmente esta distribución geográfica. Los esclavos liberados se incorporaron como trabajadores asalariados en los modernos ingenios azucareros y el resto se dedicó a la agricultura en las tierras baldías y en los minifundios intercalados entre los latifundios. Son el origen de las “tierras ancestrales” cuyo derecho a las mismos les fue reconocido a las comunidades afrodescendientes por la Constitución política de 1991. Y que sólo fue reconocido de hecho gracias a las numerosas protestas y movilizaciones de dichas comunidades, en las que Francia Márquez cumplió un papel sobresaliente.
Creo que ya ha alcanzado el estatuto de legendaria la Marcha de los turbantes que, en noviembre de 2014, iniciaron en La toma, corregimiento del municipio de Suárez, 15 mujeres encabezadas por ella y que terminó en Bogotá. Los turbantes que se pusieron en la cabeza fueron un modo muy elocuente de decir que los afrodescendientes no son solamente negros explotados y discriminados sino también los portadores de un formidable legado cultural sin el que no es posible entender la cultura popular de este país. Ni la de muchos otros países.