El autoexilio no le conviene a nadie

A pesar de que en las poquísimas oportunidades en las que violé el principio de “zapatero a tus zapatos” me gané “madrazos” de algún energúmeno, he decidido compartir algunas reflexiones sobre el contexto político actual. En primer lugar quiero aclarar que independientemente de quién gane en las próximas elecciones, yo voy a seguir viviendo en Colombia porque es el país donde quiero vivir. Asumiendo que tuviera flexibilidad total (que no tengo) para elegir mi residencia, escogería un país donde: *Se pueda hablar abiertamente, y luchar y resistir sin miedo para intentar cambiar las cosas. *Todos, incluyendo jóvenes y mayores, puedan expresar sus ideas, sus preferencias y sus afectos de manera libre.

*El núcleo familiar sea fuerte y haya un control relativamente efectivo y consistente sobre la crianza de los hijos. *Haya un sistema educativo estructurado que permita guiar a la juventud hacia comportamientos constructivos. *Los ciudadanos se comuniquen para los temas personales de forma presencial y no preferencialmente de manera virtual, a través de las redes sociales. Esto incluye por supuesto a la educación, pues en los países donde han sido más estrictos con la educación virtual las consecuencias han sido muy negativas. (Este tema será tratado en una próxima oportunidad).

Cuando hago un análisis teórico de las posibilidades, lo primero que se me viene a la cabeza es que no hay paraísos. Todas las naciones tienen fortalezas y debilidades y lo que para unos es una fortaleza, para otros puede ser una debilidad. Con todas sus falencias e injusticias de uno de los países más desiguales del planeta, Colombia es una democracia en la cual me siento a gusto. Mi percepción es que en Colombia los padres y las madres en general, pueden y quieren actuar para guiar a sus hijos e hijas para hacerle contrapeso a la presión de grupo y a las redes sociales. Considero que esta es una fortaleza de la sociedad colombiana. Sin tener estadísticas a la mano, mi impresión es que en Colombia los jóvenes no están tan a merced de las poderosas influencias socioculturales como en otros países.

Mi sentir es que el autoexilio es un falso paraíso que no le conviene a nadie. No le conviene ni siquiera a los muy pocos que se pueden dar ese lujo y huyen a los destinos más populares porque consideran que el acceso al poder, de uno u otro candidato, va a significar el apocalipsis. Olvidando que a Colombia no la va a destruir cualquier mediocre con aspiraciones de caudillo pues cuenta con instituciones muy sólidas y un pueblo sabio que sabrá obrar. Colombia con todas sus falencias e injusticias es mi hogar, sin importar quien salga elegido por el voto popular. Con relación a las próximas elecciones espero que el que gane sea capaz de escuchar con respeto al que piensa diferente, para encontrar el camino de la reconciliación y que tenga como su prioridad aliviar el hambre en el país. Daré mi voto a un candidato que está lejos de los extremos. Votaré en primera vuelta por Sergio Fajardo como en su época lo hice por Antanas Mockus, pues representa en mi opinión, al educador moderado con el mejor chance de convertirse en un buen gobernante.