Dice Carlos Alberto Montaner en ‘Las raíces torcidas de América Latina’, 2018, que su futuro está en la democracia, la sociedad civil, los consumidores, el control del gasto público y de los funcionarios, las instituciones, la responsabilidad individual, el capital humano, la educación, los valores, la globalización como oportunidad, y la libertad política y económica. Y hay que agregar lo que le es propio y único: sus paisajes, climas, biodiversidad, literatura, artes y arquitectura.

Los paisajes en Colombia, por ejemplo, son muchos y muy diversos y muy cercanos unos a otros: hay dos costas tan diferentes como la Caribe y la Pacífica, un desierto al lado del mar y con un gran oasis en la Guajira; una buena parte de la selva tropical más importante del mundo en la Amazonia, Chibiriquete incluido; la enorme y plana pero variada llanura oriental; y las tres largas cordilleras con sus grandes ríos y muchas quebradas, valles, sabanas, páramos y altos nevados.

Los climas nunca son extremos y permanecen sin estaciones a lo largo de todo el año, apenas con temporadas lluviosas o secas o algo más calientes o frías, y con leves y gratas variaciones diarias. En muchas partes se puede subir del calor al frío en poco tiempo y gozar del fuego de una chimenea, o lo contrario y nadar en una fresca piscina; una ladera algo más alta y ventilada ya deja de ser caliente, y así mismo si se está junto a un saltarín y sonoro río de alta pendiente.

La biodiversidad es una de las más altas del mundo con muchos ecosistemas costeros y continentales, siendo el país uno de los más megadiversos; miles de pájaros, animales diferentes, matas, arbustos, árboles, palmas, vegetales y frutas. Aquí el agua dulce aún es abundante lo mismo que los humedales y ciénagas, y se puede cultivar prácticamente de todo, y hacerlo orgánicamente, y criar todos los animales domésticos y muchos salvajes. Basta asomarse a la ventana y disfrutar de la naturaleza.

Literatura siempre la hubo excelente desde la Colonia y tenemos a Isaacs, Rivera y García Márquez y ahora hay no pocos muy buenos escritores; más recientemente se da el auge de la música y los bailes populares y no solo ‘la salsa’; desde mediados del Siglo XX el teatro y las artes visuales, especialmente la pintura y la escultura, llegan a ser de importancia internacional de la mano de Enrique Buenaventura, Fernando Botero y Edgar Negret, y el cine actual es cada vez mejor.

Finalmente está la arquitectura aún cuando sorprenda a la mayoría, incluidos muchos arquitectos que no valoran la obra de Rogelio Salmona y mucho menos la de otros arquitectos regionalistas, y que nada han aprendido de la excelente arquitectura colonial, como la de Cartagena y otras ciudades y la de tradición colonial que se encuentra en muchas otras, pese a que son un claro paradigma para una nueva arquitectura en el trópico, que sea sostenible y contextual como lo demanda el Siglo XXI.

Lo malo es que en este país se insiste en acabar con los huevos de oro y de paso con la gallina, y será debido a eso que Montaner señala la arrogancia revolucionaria y lo malo de las ideologías. Hay que agregar la corrupción, y la ignorancia, no solo respecto a las ciencias y humanidades, sino sobre nuestro envidiable hábitat natural al punto de que buena parte está en peligro debido a la (mala) urbanización, la deforestación y la sobrepesca. Y aún hay quien insiste en la arquitectura espectáculo.

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