Al ver la foto de César Gaviria pactando una alianza del partido Liberal con el dueño del Ubérrimo, en la que aceptan hasta la extrema derecha, no puede uno dejar de sentir añoranza, nostalgia y hasta rabia al recordar lo que fue ese partido.

No me refiero a tradiciones del siglo pasado, no al partido de Uribe Uribe, ese que tenía que beber en las fuentes del socialismo, ni al de la Revolución en Marcha de López Pumarejo, ni al que debía ser una coalición de matices de izquierda democrática como quería Lleras Restrepo. Las realizaciones de ese partido, las profundas transformaciones que hizo a la estructura social colombiana, solo las conocí por los libros.

Lo que recuerdo son historias más recientes de apenas principios de este siglo, que conocí de primera mano, de un partido y sus dirigentes que con temple y coraje pasaron 12 años en el desierto de la oposición a los gobiernos de derecha de Pastrana y Uribe, y que en una consulta popular, con dos millones y medio de votantes, definieron una plataforma ideológica socialdemócrata para el Siglo XXI.

Ante la victoria de Uribe en 2002, apoyado por una tercera parte del Congreso elegido por los paramilitares, fue grande la presión para que fuera reconocido como el jefe natural del liberalismo y se le entregaran las llaves de la vieja casona de la Dirección liberal. Hasta López Michelsen y Turbay secundaron esa idea. El derrotado candidato Horacio Serpa rechazó esos cantos de sirena, convencido de que, como lo demostró la historia, el proyecto del uribismo era de derecha y totalmente opuesto al ideario liberal. El partido mantuvo sus banderas y fue un constante crítico de ese gobierno.

Muchos supuestos liberales abandonaron el barco para fundar partidos -la U, Cambio Radical o Colombia Democrática-, que vendieron sus principios por el plato de lentejas de unos puestos en la burocracia oficial, y después apoyaron el cambio del articulito de la Constitución y la reelección del caudillo en 2006.

Volvieron entonces las presiones para que el Partido Liberal se entregara a Uribe, que fueron rechazadas por el entonces recién elegido director del partido... César Gaviria, quien además encabezó la batalla contra la reelección y fue el líder de una férrea oposición al gobierno durante los 4 años del segundo período, hasta el punto de calificar ese gobierno como una dictadura. Años después se hicieron virales los videos de los discursos en que Gaviria repetía, una y otra vez, “Uribe, mentiroso”.

Después algo extraño sucedió porque el Gaviria, liberal y combativo antiuribista, decidió apoyar a Duque en el 2018 y al candidato del Centro Democrático en 2022. Entonces la añoranza se vuelve confusión porque el mismo Gaviria publicó un manifiesto liberal con duras críticas al gobierno Duque, que ayudó a elegir, y afirmaciones como esta:

No queremos la nostalgia de algún caudillo montado en su caballito tratando de vender el mito que pretende que solo determinada persona puede gobernar el país (...) No otros cuatro años de polarización, ni de vivir en función de las pujas del partido Centro Democrático y los otros partidos afines con el expresidente Uribe, que ha estado en el gobierno por 12 años, donde las recriminaciones y los odios han terminado por prevalecer sobre los verdaderos problemas del país”.

¿Será que César Gaviria tiene añoranza de su propio pasado liberal?