En las urbes del mundo, no hay nada más trascendental que el centro de la ciudad. Cali no debe ser la excepción. Difícilmente tendremos otro lugar con mayor oferta de bienes y servicios. En unas cuantas cuadras, se encuentra comercio, servicios financieros, manufactura, gastronomía, teatros, museos y oficinas de bancos y gremios. Se encuentran además personas camelladoras -con maravillosas historias- que llegaron a Cali hace años buscando la fortuna y que con empeño y berraquera la encontraron en el centro. Ellos montaron empresas que generan miles de empleos, y demostraron que el trabajo duro y honesto es la mejor política social.
En el centro, hay cerca de 13 mil empresas de todos los tamaños que generan más de 100 mil empleos. Sumemos a eso otros miles de ciudadanos que viven del centro en la informalidad, y queda clara la contribución al desarrollo que deja este especial lugar. Y pensar que todo esto ocurre a pesar del abandono estatal y el desorden sistémico que ha sufrido el centro de Cali por décadas. Imaginémonos el motor económico y el generador de bienestar que sería si le paráramos serias bolas y lo potencializáramos.
Uno de los elementos que contribuye al desorden del centro es que es de todos y no es de nadie. Barrios como San Pascual hoy son puramente comerciales y han perdido su carácter residencial. Eso hace que no exista tejido comunitario que permita consolidar iniciativas ciudadanas de convivencia. Celebro el esfuerzo de algunos comerciantes por montar la JAC y darle vuelta al sector, pero todos debemos apoyarlos más.
Es imprescindible impulsar el desarrollo del centro con incentivos tributarios e incentivos de otro orden que promuevan la renovación urbana para proyectos comerciales y en especial residenciales. Los ciudadanos de las grandes urbes del mundo viven, trabajan y se divierten en las mismas zonas, sin estar transportándose largas distancias.
Además, un centro habitado se mantiene vibrante y mueve la economía 24 horas al día, espanta al delito callejero que tristemente hoy vive y define al lugar.
Recuperar el centro serviría para generar y fortalecer decenas de miles de empleos, además sería un gran espacio lúdico para la ciudad. Imagínense la dicha de ir un domingo con la familia a la Plaza Caicedo a comerse un helado, y luego pasear tranquilamente con los niños de la mano por las calles, el comercio y los centros comerciales, tal como como se hace en ciudades tan diversas como Nueva York, Santiago de Chile y Madrid. Lo que es impensable para muchos es una visión perfectamente realizable si nos la proponemos como ciudad.
Para recuperar el centro se necesita un trabajo articulado y ambicioso entre el sector público y el privado. Propongo plantear una visión a diez años y plasmarla formalmente como política pública con plata y dientes en un acuerdo con el Concejo Distrital. Bueno sería crear una gerencia público-privada para sacar la visión adelante. Conozco a muchos empresarios, emprendedores y líderes del centro que tienen claro los pasos a seguir, ellos no han tenido un interlocutor eficaz en la administración pública. Hay que escucharlos y empoderarlos. Hay que responsabilizarse.
Hagámosle. Aprovechemos para desarrollar el centro, el Plan Especial de Manejo y Preservación del Centro Histórico y los proyectos de renovación urbana como Ciudad Paraíso, el bunker de la Fiscalía y el Hotel Aristi. Potenciemos el compromiso de líderes del sector. Lo que hace falta es ganas y ejecución. Encendamos este motor central, ganaríamos calidad de vida, prosperidad y una mejor ciudad para todos.
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