En 1983, Yorkshire Television creó una serie de siete capítulos sobre la vida privada de los primeros ministros británicos en el número 10 de Downing Street, su residencia oficial durante siglos. Esa casa, la dirección más famosa de Inglaterra, con una fachada sin pretensiones, ha abrigado toda clase de secretos políticos y uno que otro escándalo, en un país donde la vida privada de los primeros ministros ha estado vedada a los medios de comunicación, pero no a la chismografía. La serie abarcó desde 1780 a 1820 e incluyó a Pitt el Joven (así llamado, pues su padre también había sido primer ministro), Arthur Wellesley, Duque de Wellington, vencedor de Waterloo, Benjamin Disraeli, único primer ministro de origen judío, aunque converso, William Gladstone, David Lloyd George, Herbert Henry Asquith y Ramsay MacDonald.
Ninguno se libra de los vaivenes de la vida doméstica y todos están sometidos al régimen establecido por sus esposas o sus amantes. Con la excepción de Pitt el joven, un aristócrata sin dinero, niño prodigio elegido por primera vez a los 24 años en 1783, cargo donde está por 20 años, quien nunca se casó. De mala salud, y extraño temperamento, raramente estaba sobrio, dado que se tomaba tres botellas diarias de oporto, como medicina. De Benjamin Disraeli, quien se había casado por dinero con una mujer mucho mayor que él, se decía que se rodeaba de bellas y ancianas señoras, incluyendo la reina Victoria, que lo adoraba, para disimular la estrecha amistad que lo unía a su secretario particular, con quien vivía en la casa. Demasiado particular decían en la Cámara.
El Duque de Wellington, el hombre más popular de la nación, llega al poder por haber ganado la guerra contra Napoleón. Su apoyo a los católicos irlandeses le cuesta el cargo. Se dice que era Harriet Arbuthnot, su amante, quien manejaba la casa, bajo la mirada impávida de la duquesa. Cosa que también sucedió bajo la administración de David Lloyd George. Galés de origen humilde, quien logró a nombre el Partido Liberal quitarle los poderes de veto en materia de impuestos a la cámara de los Lores, con lo cual sienta las bases del Estado de Bienestar. Es su secretaria, quien es también su amante, la que maneja la casa, hasta cuando la señora se da cuenta del romance, que sobrevive en secreto al descubrimiento.
Con Ramsay McDonald llega al poder por la primera vez el partido Laborista. Viudo, de origen humilde, encuentra la casa desocupada, pues el mobiliario pertenecía a los sucesivos primeros ministros conservadores, quienes se lo llevan. Su hija hace malabarismos para amueblarla, mientras su padre dura poco en el cargo, a donde vuelve después mucho mejor preparado para combatir a los aristócratas dueños de todo que van perdiendo poder irremediablemente. H. H. Asquith del Partido Liberal, continúa el trabajo de desmontar los privilegios de la cámara de los lores, tarea en la cual su segunda señora, que pertenece a la alta sociedad, es su principal apoyo.
Caso aparte es William Gladstone, encarnación de la moral victoriana, quien maneja el gobierno biblia en mano, pero en las noches nubladas de Londres recorre las callejuelas para recoger prostitutas y llevarlas al número 10 con propósitos piadosos, o al menos eso decía él. Y todo eso era en la casa más respetable del imperio británico. Algún día alguien escribirá la historia doméstica de la casa de los presidentes de Colombia, donde han pasado tantas cosas por el estilo.