Ya es suficiente con la violencia que a diario se vive en las calles de Cali para que ahora algunos concejales conviertan el hemiciclo en un campo de batalla. Ese espacio, que les fue entregado por la voluntad popular, es para que las ideas y propuestas sean debatidas con altura, aún en las diferencias ideológicas, y para que se haga el control político, pensando en el bien de la ciudad y de sus habitantes. Ahí las rencillas personales no deben tener asiento.

Lo que se vivió en el Concejo de Cali el pasado viernes 3 de octubre no puede seguir repitiéndose. La discusión entre los concejales del Pacto Histórico y el Centro Democrático fue una muestra de lo lejos que está el debate político local del respeto y la serenidad que los caleños merecen. Lo que debe ser el lugar para hablar de la ciudad, terminó convertido en un ring de boxeo verbal.

Cali tiene problemas urgentes como para que quienes fueron elegidos como sus representantes gasten la energía en discusiones que no conducen a nada. La inseguridad, el desempleo, las dificultades del transporte público, la falta de oportunidades para los jóvenes, todo ello y más debería ocupar el centro del debate. Pero fue casi una hora en la que los concejales debatieron temas personales en una sesión plenaria, a tal punto que otro de los cabildantes, ajeno a la discusión terminó levantándose de la sesión e invitó a los demás a hacer lo mismo.

Las diferencias políticas son normales y necesarias. Pero discutir no significa agredirse y tener posturas opuestas no justifica el irrespeto. Cuando los concejales se lanzan acusaciones sin pruebas o se hacen reclamos a gritos, le hacen daño a la institución y a la confianza ciudadana. En lugar de defender sus ideas con argumentos, terminan dándole un mal espectáculo a la ciudad.

El recinto del Concejo debería ser el lugar donde se dialoga con firmeza, pero también con educación. Ese no es el ejemplo que esperan los ciudadanos. Porque si los líderes no pueden escucharse entre sí, ¿cómo esperar que los caleños lo hagan? Cali necesita voces que construyan, no que se destruyan entre ellas.

La democracia local no se fortalece con gritos, sino con respeto. Lo que se debe elevar no es el tono de la voz sino las ideas y propuestas, como ocurrió en las plenarias del lunes 6 y martes 7 de octubre, donde desde diversos sectores se propusieron soluciones para reducir los homicidios y robos en la ciudad y que han sido bien recibidas por el secretario de Seguridad de Cali, Jairo García, y por el comandante de la Policía Metropolitana de la ciudad, General Henry Bello.

A los concejales de todas las bancadas Cali los está mirando. Lo que esperan quienes los eligieron en democracia no son discusiones vacías, sino decisiones que mejoren la vida en esta ciudad que tanto necesita de unión y liderazgo.