La visita de la doctora Annabelle fue como hacer realidad una fábula que a los niños les leen en el área de pediatría. La protagonista, una mini yegua, visita un centro médico para obrar un milagro: hacer más leve las dolencias de los pacientes, a través de la terapia con caballos —diferente a la equinoterapia—.

Este cuento, que no es un cuento, comenzó a las 10:00 a.m., en la sala ‘Mimos’, un espacio lúdico en el que esperaban a la inusual visitante unos 20 niños, entre los tres meses y 12 años de edad, algunos de ellos en brazos de sus madres o de las enfermeras. Reían con las ocurrencias de un clown (payaso), quien sostenía la correa de Firulais, un perro de cartón, muy territorial que alertó, de inmediato, el ingreso de otro animal.

Se trataba de un equino de no más de un metro de alto y 60 centímetros de ancho, de cabellera castaña y grandes ojos negros, surcados por pestañas largas. Los niños quedaron estupefactos ante la presencia de la mini yegua. Ninguno se movía de su silla.