La presencia de las mujeres en el Ejército Nacional ha crecido exponencialmente a lo largo de los años, tanto así que actualmente la representación femenina en la Institución no solo es común, sino sobre todo, destacada.
De hecho, así lo están confirmando la sargento mayor Piedad Cristina Olaya, la cabo tercero Alejandra Aranguren y la subteniente Manuela Gómez quienes, desempeñando cargos importantes y a su vez completamente diferentes, son protagonistas en un escenario en el que han predominando los hombres.
Rara vez sus labores se cruzan porque cada una cumple un rol en diferentes unidades del Ejército, en este caso en la Tercera Brigada, pero estas tres militares coinciden en que pertenecer a las Fuerzas Militares es un sueño cumplido por el que cada día asumen nuevos retos.
Desempeñarse como asesora de comando, ser quien forma a los soldados que ingresan a prestar servicio y cumplir como comandante de instrucción, son algunas de las tareas con las que estas tres mujeres no solo confirman que el Ejército es su lugar en el mundo, sino que además, ratifican que ellas son una pieza valiosa para la Institución.
Las militares, por reglamento, siempre mantienen el cabello recogido y sujetado con una malla negra, utilizan poco maquillaje y aretes pequeños. Las tres actualmente se encuentran trasladadas en Cali, pero ninguna es oriunda de la región, además, por ahora, están solteras.
Aunque Olaya, Aranguren y Gómez son diferentes en su físico, edades y en sus personalidades, las tres coinciden en que el Ejército Nacional siempre fue su primera y única opción cuando decidieron vincularse a la Fuerza Pública.
"Que las mujeres estemos en el Ejército sí es un reto, pero no imposible. Además, no es solo para nosotras, también lo es para la sociedad y la Institución". Alejandra Aranguren Portela, Cabo Tercero del Ejército Nacional.
Un legado por servirle al país
La sargento mayor Piedad Cristina Olaya es una profesional en comunicación social quien, hace casi 24 años, decidió unirse a las Fuerzas Militares para seguir con el legado con el que creció, puesto que su papá también fue miembro del Ejército Nacional.
La Suboficial, quien es la mano derecha del Comandante del Batallón de Apoyo y Servicio para el Combate N3 Policarpa Salavarrieta, actualmente es la única mujer Sargento Mayor en la Tercera Brigada del Ejército.
Pero esta mujer, oriunda de Armenia, no es solo quien está pendiente de los soldados, de todos los suboficiales y del personal civil, sino que también, es la persona que se encarga de fomentar la parte humana de la carrera militar y de inculcar el respeto entre aquellos que hacen parte de su Batallón.
La Sargento Mayor conoce la vida militar desde que era una niña, por eso, recalcó que es gratificante mirar atrás y ver cómo hoy en día el Ejército es un lugar en el que las mujeres cada vez tienen más oportunidades para demostrar que tienen las mismas capacidades que los hombres.
Aunque no ha sido fácil asumir el reto de tener un cargo superior a personas que llevan más años en la Institución que ella o de tener que darle órdenes a más de 300 soldados, la Suboficial destacó con convicción que no ha habido un momento en el que se haya arrepentido de haber decidido dedicarse a servirle a Colombia.
“Tener que pararme y darle órdenes a hombres de Infantería, Caballería, Artillería y soldados ha sido el reto más grande porque no sabía qué decir. Pero fue ahí cuando demostré lo que soy y proyecté mis 24 años de carrera”, dijo.
Olaya, quien es soltera y tiene dos hermanas, aseguró que más que tener un cargo soñado, su mayor anhelo es seguir siendo parte de la Institución para continuar demostrando la importancia de la labor femenina dentro de la Fuerza Pública.
“Evidenciar la transformación y evolución del Ejército ha sido un privilegio, mi mayor logro ha sido tener el rango que actualmente ostento porque cuando ingresé no había posibilidad de alcanzarlo. Ahora el sueño es seguir, quiero ser Sargento Mayor de Comando y sería feliz si logro ser la primera mujer que alcance ese rango en el Ejército”, precisó.
La madurez militar en la juventud
Alejandra Aranguren es una Cabo Tercero del Ejército oriunda de Bogotá, quien ingresó a la Escuela de Suboficiales hace cerca de 3 años, cuando todavía era una adolescente a la que le causaba intriga cómo el rol de la mujer en una institución militar.
Esta militar, de 20 años, ha logrado destacarse en poco tiempo no solo por ser la encargada de formar a los soldados que llegan a prestar servicio obligatorio, sino también por ser una líder intrépida que siempre irradia pasión y madurez por la vida militar.
Ser parte del Ejército para mí lo significa todo. Me hace sentir orgullosa ser representante de todas las mujeres en
un espacio que siempre ha sido de los hombres”. Piedad C. Olaya, Sargento Mayor.
La Suboficial, quien es una militar de infantería que se desempeña como Comandante de Escuadra, es la persona que asume las primeras labores que se deben realizar con los soldados una vez ingresan a la Institución, y que son el moldear la parte psicológica, física y moral de cada uno.
“Les exijo al máximo todo lo relacionado con la carrera en el Ejército y también lo que tiene que ver con la moral de un militar para que se motiven a prestar un buen trabajo. Para ellos no es fácil tener el mando de una mujer, pero esa es mi labor”, comentó.
Aranguren, quien también es paracaidista, mencionó que una de sus experiencias favoritas en la Institución es ver su trabajo reflejado en el momento en que los soldados se reúnen con sus familiares luego de que ha culminado el proceso de formación para que estos sean asignados a operaciones en terreno.
“Es un momento muy bonito. Es emotivo cuando los soldados juran bandera y ya quedan preparados para cumplir una misión y le agradecen a uno por haberles exigido. Yo los recibo, los formó y luego se van a cumplir misiones, ahí se ve reflejado mi trabajo”, mencionó la Cabo Tercero.
Misiones que son, incluso, en las que piensa constantemente porque sueña en un futuro participar y ser protagonista en estas. Por lo cual, mencionó que día a día se propone continuar dando lo mejor de sí misma porque es consciente de que alcanzar ese nivel es un reto que, aunque es difícil, es un anhelo que desea lograr.
“Como mujeres de armas nuestro propósito es llegar al área de operaciones a tener mando y control así como lo hace cualquier hombre.
Me proyecto como Sargento Mayor teniendo mi pelotón, llegando al objetivo y dando un resultado, viviendo la vida del soldado. Quiero pasar de ser quien los forma, a ser la persona que los guía y acompaña en el terreno”, puntualizó.
De los campeonatos a la vida militar
La subteniente Manuela Gómez hasta hace unos meses era la Comandante de la Compañía de Instrucción, es decir que, también formaba a soldados que llegaban por primera vez al Ejército, haciendo así un trabajo similar al que desarrolla la cabo tercera Aranguren.
Sin embargo, la Oficial ahora está desempeñando una labor que, aunque no la pone al frente de la formación de las nuevas incorporaciones, sí la hace ser una pieza fundamental en la estricta tarea que deben cumplir los militares y que es el llevar siempre sus uniformes en perfectas condiciones.
Estar en el Ejército nos permite demostrar que las mujeres somos capaces de hacer todo, así algunos nos quieran dar un trato especial”. Manuela Gómez, Subteniente.
Gómez, quien es oriunda de Medellín y tiene 21 años, actualmente se encarga de hacer posible que todos los militares adscritos a la Tercera Brigada, con sede en Cali, reciban las dotaciones de uniformes e implementos de trabajo en condiciones óptimas para cumplir sus labores.
“Ahora estoy desempeñando el cargo de almacenista de intendencia lo que hago es centralizar todos los abastecimientos que llegan a todas las unidades del Cantón Pichincha. Me encargo de que el producto final de todas las dotaciones sean los soldados”, dijo.
La Subteniente, quien es una amante por el deporte y era patinadora profesional, tuvo que dejar a un lado las competencias y su estilo de vida como deportista de alto rendimiento por una nueva vida en el Ejército que, al inicio, no pensó que le iba a generar tanta pasión.
“Yo no conocía nada del Ejército, se me fue dando todo; un día decidí iniciar la carrera militar, me inscribí y acá estoy. Un motivo grande para estar en la Institución es que me gusta lo que hago, ya luego podré vincular el patinaje de nuevo a mi vida”, indicó.
La Oficial, que es discreta cuando se le pregunta cuál es su meta en la Institución, recalcó que su único deseo es tener una carrera en la que se respete y se valore su trabajo porque, según dijo, no ha sido sencillo obtener la aceptación de un liderazgo femenino.
“El futuro es incierto, tal vez llegue a General o a Coronel, pero ser líder de un grupo de personas que lleva más de 20 años en la Institución no ha sido fácil porque, además de que yo llevo solo 5 años, ellos no están acostumbrados a que las órdenes vengan de una mujer”, declaró.