Pirry estudió zootecnia por complacer a su papá. Pero, por su baja estatura, las clases matutinas de reproducción fueron un suplicio. Alcanzar el útero de las vacas Normanda o Holstein, bastante altas por cierto, me obligaba a pararme en las puntas de los pies, en un esfuerzo de bailarina clásica o de imitador de Michael Jackson.
Un día, cuenta Pirry, que estando en tan aparatoso procedimiento, con su brazo enfundado en un guante de látex, fue sorprendido en flagrancia por unos ojos que posaron sobre él. La vaca me miró, con esa paciencia con que miran las vacas, y pareció decir: ¿quieres, en verdad, hacer esto el resto de tu vida?, ¿para eso te reveló tu abuela a Mark Twain, Julio Verne, Jack London? ¿Terminarán así tus sueños de aventurero, de ser como un explorador de antaño que anhelaba la cumbre del Everest o clavar una bandera en alguno de los polos?.
Valga aclarar que la abuela de Pirry, a sus 90 años, lee diez veces más libros que el colombiano promedio, y diez veces más también, come dulces y postres.
Invadido por el espíritu aventurero inculcado por su abuela y luego del momento inspirador que vivió con el ejemplar vacuno, Guillermo Prieto se dirigió al primer puente a la vista, uno peatonal para practicar lo que entonces llamaban puenting, aferrado tan solo a una cuerda elástica para evitar el golpe en seco. Nunca olvidaré el asombro del conductor del autobús contra el que casi acabo aplastado, relata, quien junto a sus amigos fueron los primeros en Colombia en experimentar un salto de bungee. Este lo sacó del anonimato. Cobraban por salto y con los copiosos ingresos, alquilaron un apartamento y en el primer piso pusieron una oficina con un flamante letrero: Extrema, deportes de aventura.
Luego, de los pequeños puentes locales llegamos a saltar a los más altos del mundo, en en Suiza, Sudáfrica y Nueva Zelanda, cuenta Guillermo.
Su primer salto al vacío pago fue como Supertatú, un superhéroe que promocionaba un producto para exterminar plagas. Se enfundó en una licra amarilla, enteriza, con botones entre las piernas, botas de caucho y calzoncillos azules.
Con ruana, coronado con un sombrero y en el pecho el logo de la ST, de Supertatú, me dirigí a lo alto de una grúa, pareciendo un Cantinflas volador directo al ridículo de mi vida, relata Pirry, quien alcanzó a escuchar entre el público: Lindo vestido, ¡Que salte superboy!. El que gritaba era uno de sus excompañeros de universidad que le recordaba la chapa de Superboy, por aquello de Superboyaco.
Pero su primer salto no fue nada heroico, más bien bochornoso. Una vez se templaron las cuerdas, la ruana cubrió mi cabeza, el sombrero voló por los aires y quedé ciego. Con una mano, traté de soltarme la ruana y con la otra, me cubrí la entrepierna para no exponer mis partes nobles. Escuché risas, mejor, carcajadas. Fue el único día en que fui un superhéroe, Superpapa, un tipo quebrado capaz de lo que fuera para pagar las cuentas honradamente, relata en su libro Pirry un viaje por el mundo sin censura.
Quien le enseñó realmente a saltar o mejor, a volar a 200 kilómetros por hora, desde un avión, fue una Lolita a la que le llevaba 10 años, su amiga Katy Orrego, quien luego, por iniciativa de ella, se convertiría en su novia. La aventura la sellaron con un beso a 13.000 pies del suelo. Fue mi mejor beso de la muerte.
Como un homenaje a la vida de su padre, Pirry decidió escalar El Capitán, en el Parque Nacional de Yosemite, una pared vertical de piedra de 914 metros, a la que había renunciado años atrás.
Hace unos años, en su primer ascenso al Aconcagua, cerca de los 6000 metros el periodista experimentó un edema pulmonar que casi le cuesta la vida. Después lo repetiría en el Everest. Pese a esa dura prueba, según Zulma Rodríguez, quien trabajaba con él desde 2012 en Especiales Pirry como directora asistente, su jefe se arriesgaba todos los días, al hablar en su programa de manera tan franca, y por ser la figura que ponía el pecho frente a la pantalla, en temas como el Caso Colmenares, la adopción y la donación de órganos.
Dice ella que su jefe discierne entre una noticia real y una trampa, y que tiene una ética periodística impecable. A los de su equipo nos inculcó investigar a fondo, tener en toda nota la parte y la contraparte, sin tomar partido por ninguna. Nunca le vetaba un tema a ningún periodista, sólo advertía: Investiga a fondo, cerciórate. Siempre está investigando, buscando historias.
Y agrega: Toma un libro y se lo devora en segundos, especialmente de política y de historia. Conoce la historia del país, te saca el contexto de cualquier tema. Sofía Villamil, quien trabajó dos años y medio con Pirry, dice que una de las experiencias más duras para su exjefe fue una carrera de bicicleta en Marruecos durante siete días seguidos, Le dio durísimo. Es un buen jefe, con una súper memoria; como líder nos brinda confianza, nos agradece nuestro trabajo y nunca se da el crédito solo. Se pone de malgenio cuando las cosas no le salen bien, pero recupera la calma.