Este bogotano ha tenido como su oficina durante los últimos doce años a 97 países, 7 continentes. Lo pueden ver en redes sonriente, comiendo con Andrea Bochelli, en Sudáfrica y diez días después con un indígena, en el suelo, en Putumayo; hoy en la Antártica y mañana en la isla Richard Branson, o pasado, acampando con los Mundari en Sudán del Sur, pero no está vacacionando, en realidad vive produciendo contenido.

‘Vivo de viaje, pero no son vacaciones’, tituló su nuevo libro, una bitácora para los aspirantes a vivir viajando o, por qué no, a vivir del viaje; un relato de emprendimiento, disciplina y construcción de empresa.

La Isla de Pascua es su lugar favorito en el mundo. Desde niño soñó con visitarlo. | Foto: El País

Un buen día, el 22 de diciembre de 2013, este egresado de ingeniería industrial de la Universidad de los Andes dejó su trabajo de saco y corbata en la banca de inversión y la consultoría, tomó una mochila de 14 kilos y se montó en un avión para emprender la vuelta al mundo y darle rienda suelta a su viejo sueño de vivir viajando. Ya montado en la película —o en el taxi camino al aeropuerto— le sudaban las manos, temía que estaba tomando una decisión impulsiva y en su mente hacían eco las palabras de su exjefe: “Nadie te volverá a contratar después de un año sin hacer nada”. No sin antes sobornarlo con un: “¿Y ahora quién nos va a sonreír?”.

Hoy sonríe ante ese flashback, porque durante su primer viaje creó ByfieldTravel, su marca, desde la cual crea contenidos de viajes vibrantes y únicos a lugares exóticos en Colombia y el mundo y, gracias a esto, sus redes sociales suman 2.700.000 seguidores. Y para colmo, le pagan por viajar.

Karol G es una de sus seguidoras, por ello lo invitó a uno de sus conciertos. | Foto: El País

“El internet idealiza, te muestra que todo es perfecto, fluido, que no hay ansiedades ni miedos ni culpas. Yo, en cambio, soy súper sincero con todo lo que pasa por mi cabeza, cuento mis miedos, mis ansiedades, mis formas de desahogarme, las terapias en las que estuve para sanar”, dice Byfield, quien relata en su bitácora crónicas de la Antártica, la isla de Richard Branson, Europa, África, de todo lo que ha vivido durante doce años como generador de contenido. A sus 37 años ya podría pensionarse. Pero él sueña con retirarse a los 40 y vivir tranquilo en la Sierra Nevada de Santa Marta, con monos aulladores, tucanes y colibríes de vecinos. Ya tiene el lote.

Eso lo soñó desde los 19 años, cuando subió a Ciudad Perdida. También soñó con ir a África de vacaciones. Por eso renunció a su antigua zona de confort: “Ahora mis reuniones importantes son con leones, cebras, gorilas y tiburones martillo. Estaba haciendo algo que no me conectaba, con lo que no era feliz, cumpliendo los sueños de mi familia, no los míos. Encorbatadísimo, enclosetadísimo, energéticamente no estaba tranquilo y me cuestioné: ¿Esto es lo quiero por 40 años más en mi vida? Definitivamente no, este camino pavimentado de vida corporativa no lo quiero llevar”.

'Vivo de viaje, pero no son vacaciones', la guía de un viajero frecuente: el colombiano Christian Byfield. | Foto: El País

Rumbo a Etiopía

Escapando de su vida, Christian compró un tiquete de un año para dar la vuelta al mundo, que terminó extendiéndose a dos años y un mes. Y empezó en África, un continente que ama con su alma. “Llevo yendo a África ya casi 20 años, un sitio con el que conecto, la cuna del Homo Sapiens, de donde venimos todos los seres humanos. Mi abuelo era un jamaiquino negro, con mucha genética africana, y el 10 % de mi genética es africana”, sostiene risueño.

Retroceder, nunca

No faltaron sus autosabotajes, los mea culpa. Mientras estaba en Etiopía lloraba y le decía a sus papás por teléfono: “Me estoy tirando la vida, me voy a devolver”, y ellos: ‘¿Cómo así?, no sea ridículo, ya está allá. Por lo menos, dese unos mesesitos’. “La verdad, si el viaje hubiera empezado en Ecuador, yo ya estaría acá con saco y corbata, cuatro hijos y una esposa”.

Fue gracias a gente que conoció, que le decía: ‘Christian, aproveche, no sea bobo’, que no desistió de su vida de viajero empedernido. Eso sí, advierte que vivir viajando no es ‘vida de rico’, como canta Camilo en su canción. Si bien es una riqueza viajar y conocer diversas culturas, implica sacrificios.

Con mi primer libro mucha gente salió del clóset, uso mucho mis redes para que la gente sienta que puede salir del clóset, aceptándose a sí mismos, porque estar enclosetado lleva a muchas ansiedades, tristezas y estrés”. | Foto: El País

“Lo chévere es que, cuando empecé a ser auténtico, dije: ‘este es Christian Byfield, gústele a quien le guste’, y así es que cuento mi cuento, la gente conectó con esa espontaneidad y autenticidad. Muchos me dicen: Gracias por mostrarte como eres, y lo mejor es que me pagan muy bien por hacer lo que amo. Si hay migración de cebras en Kenia, me pagan por ir a un safari, o hasta por ir al Carnaval de Río de Janeiro”.

Pero no todo es un camino pavimentado. También hay baches. Estar viajando implica que el 99 % del tiempo esté lejos de la gente que quiere, de su familia, de cumpleaños y matrimonios. Sus amigos en Bogotá ya ni lo llaman a decirle que se tomen un par de cervezas, porque vive volando.

“Debes estar preparado para tener muchos momentos contigo mismo y hacerte cargo de ti. Eso genera ansiedad, no tener una carrera establecida, ni la certeza de que voy a vivir de esto en diez años. Ni siquiera de si las redes sociales sigan vivas”.

Y es que las redes son impredecibles: “Una vez hice una campaña con el Gobierno de Croacia. Yo tengo en TikTok 1.400.000 seguidores y mis videos los estaban viendo 4000 personas. El Ministro de Turismo me dijo: ‘Uy, bacán, ¿qué está pasando? Son cosas que tú no manejas. Es el algoritmo, a veces les va bien, y otras mal, y esa ansiedad de estar posteando y pegado al celular todos los días es de las cosas menos emocionantes de ser creador de contenido de viajes”.

Cuando todo empezó, ni él imaginó que se convertiría en uno. Empezó escribiendo para una agencia de viajes nacional sobre sus travesías y sus redes sociales crecieron como espuma. Las marcas empezaron a hacerle ofrecimiento: “¿Cuánto nos cobra por ir a bucear a la Polinesia francesa?”. Hoy en día tiene un equipo: cinco personas, tiempo completo.

Uno de sus primeros proyectos fue irse por toda Colombia a regalar 45.000 hamburguesas a bordo de un camión de comida, algo que hoy en día no haría. Ahora se da el lujo de rechazar ofrecimientos que no van con sus valores, como apoyar a una empresa minera o petrolera.

De fotografía ha aprendido en la universidad de la vida, así como de contar historias, bucear, esquiar, jugar tenis: la práctica ha hecho al maestro.

El tema del amor fue complicado con sus parejas anteriores: “Si una semana nos veíamos, la otra no, porque si no estoy montado en un avión, viajando, no produzco plata”.

A su novio, un artista de Rapa Nui, la Isla de Pascua, lo contrató y viajan juntos; mientras Christian hace contenidos, él pinta y, de paso, conocen juntos el mundo. A este viajero le faltan países para llegar a los 197.

Tips a la hora de viajar

“No hay que sobrevalorar el tema de viajar y viajar. Hoy en día mi felicidad está muy asociada a estar con la gente que quiero, en un sitio natural y tranquilo. Se trata de estar tranquilo con uno mismo y no creer que si uno está en el hotel más caro del mundo es más feliz”.

“El lugar en el que me siento maravillado es la Isla de Pascua, un sitio que amo con mi alma. Hay un tema arqueológico espectacular, hay buen museo, la gente es buena onda. Es un lugar remoto, aislado”.

“En Colombia, recomiendo el Vaupés, hay un sitio muy mágico, cerca al raudal de Jirijirimo: la serranía de Morroco. El Chocó y el Guainía hay que visitarlos”.

“Vivo sonriendo porque los expertos recomiendan sonreír por lo menos quince veces al día. Cuando uno sonríe, pasan cosas químicas en el cuerpo que hacen que uno se sienta mejor. En mi primera vuelta al mundo usaba una maleta ligera, de 14 kilos, hoy en día ando con una de 23 kilos. Me llevo mis libros, mis cremitas para la cara, mis cargadores para mis cámaras. Mis equipos pesan 15 kilos. Me gusta estar cómodo, pero viajar hace que uno se desapegue de las cosas materiales”.

Datos claves

En pandemia, Byfield terminó con su novio, todos los proyectos se le cayeron, no pudo viajar por seis meses. Pero reconectó con sus padres, algo muy importante para él.

El próximo año, Christian quiere enfocarse en más proyectos propios, terminar de conocer África; sueña con Mongolia, Vanuatu e Islandia.

Christian ha llevado a sus papás a Antártica, Providencia y el Polo Norte.

Vivir viajando ha hecho flexible a Byfield para adaptarse a cualquier circunstancia, en cualquier país.

“Los países árabes tienen penas de cárcel y de muerte por temas en torno a la comunidad Lgtbi. En Kenia, dos hombres no pueden tomarse de la mano”.