Curiosamente, todo empezó con una expulsión de Boateng. Vio la roja en el minuto nueve, frente al Frankfurt. Era noviembre de 2019 y se jugaba la fecha 10 de la Bundesliga alemana. Pocos minutos después, el serbio Kostić, capitán del Frankfurt, anotó y puso el 1-0.

El Bayern se ponía abajo en el marcador, y quedaba momentáneamente en la cuarta posición de la tabla. El Dortmund, primer clasificado, le cogía ventaja. Pronto vino el segundo gol del Frankfurt, mientras los directivos del Bayern miraban desde la grada, aburridos, insatisfechos. Lo que vino después es difícil de explicar. Llegó el tercero del Frankfurt, y el Bayern, jugando con diez, se ahogaba. Y cayeron el cuarto y el quinto. 5-1 final y en la tribuna las caras eran de preocupación seria.

El Bayern de Kovač no había empezado bien la temporada. Sí, había ganado un par de veces por goleada (entre ellas un recordado 2-7 al Tottenham), pero empató unos cuantos juegos frente a rivales contra los que no debió perder puntos, y no jugaba bien. No conectaba, no terminaba de soltarse, de cuajar.

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Le costaban los partidos, hacía un gol y se metía atrás, a sufrir, a aguantar. No le sobraba nada. Estaba lejos de lo que se espera de un gigante alemán. El 5-1 frente al Frankfurt, si bien un partido atípico, si bien una expulsión de por medio, agotó la paciencia de Karl-Heinz Rummenigge. Minutos después del pitazo final, afuera Kovač, adentro un tal Hansi Flick, el segundo entrenador que tomaría cargo como interino hasta que el club encontrara un reemplazo.

Llamativamente, en el primer partido de Flick a cargo del equipo, el Bayern apabulló al Dortmund 4-0. Un enorme golpe de suerte, tal vez. Nadie se ilusionaba ni mucho menos, no se podía ser tan ingenuo. Luego vinieron dos derrotas consecutivas en diciembre y se hablaba de que viniera Pochettino, o tal vez Allegri. No había mucho en el mercado en cuanto a entrenadores de primer nivel, así que el club decidió esperar un poco.

Mientras tanto Flick, sabiéndose temporal, siguió trabajando. Calladito. El equipo gradualmente empezó a jugar mejor. Gradualmente empezaron a caer más goles, empezó a mejorar Davies, Kimmich, Goretzka. De pronto Lewandowski no era el único fuera de serie, sino que Müller había regresado a su nivel, Gnabry estaba imparable y Thiago Alcántara era el mejor ‘cinco’ del mundo.

Comenzó el 2020 y Flick seguía a cargo casi por inercia. “Por pereza de la directiva,” decían algunos. Y bueno, lo cierto es que, como si fuera simple, el Bayern solo ganaba. 5-0 al Schalke por aquí, 6-0 al Hoffenheim por allá, uno, dos, tres meses y todo victorias, 3-0 al Chelsea en Londres por Champions y luego pandemia. “¿Se queda Flick, entonces?” Se preguntaron los jefes en las oficinas en Munich. “Se queda.” Tal vez más por un pálpito de averquépasa que por una fe justificada.

En retrospectiva, Flick —quien fuera asistente técnico de Joachim Löw en Brasil 2014— le dio la vuelta al barco en tiempo récord. Debe ser la resurrección de un equipo más rápida y más monumental que se recuerde. Armó una máquina (palabra que se ha utilizado mucho para describir al equipo en las últimas semanas). Un rodillo imparable e impecable e implacable. Perfecto en todas las líneas, imbatible y letal. El mejor arquero del mundo, Alaba en modo Passarella, Kimmich en modo Philip Lahm. Alphonso Davies en explosión, presentándose al planeta como la promesa más emocionante de la actualidad. Thiago dominando el medio campo, y arriba, velocidad y vértigo por las bandas con Gnabry y Coman, y en punta, bueno, el mejor Müller y el Lewandowski de siempre, nada menos.

Tras el regreso del fútbol el Bayern se coronó campeón de la Bundesliga caminando. Luego se llevó la DFB Pokal sin sudar, y llegó a Lisboa con el rótulo de favorito al hombro. ¿Alguna duda de que dio la talla? Estuvo a la altura, sin titubeos, sin tropiezos. En el fútbol a veces se da la lógica. El favorito, a veces, sale campeón. Vendaval frente al Barça y goleada histórica, catastrófica y descomunal. Y luego, sin mucho fuego, sin mucha pirotecnia pero con sobriedad y eficiencia, liquidó a los dos orgullosos representantes del fútbol francés.

27 partidos consecutivos sin perder desde diciembre, campeón de la Champions y campeón del triplete en una temporada que no empezó nada bien. Se viene la Supercopa Europea y eventualmente vendrá el Mundial de Clubes. Y lo que es más ilusionante para la hinchada del Bayern es que parece (tan solo parece) que este podría ser un equipo que marque época. Si todo sale bien, si el trabajo se hace bien hecho (como se viene haciendo), si los alemanes tienen un poco de suerte, podemos estar hablando de una dominancia europea similar a la del Barça de Guardiola o el Madrid de Zidane en los próximos años.

Por lo pronto, es el segundo triplete de la historia del club. Junto con el Barça, es el único equipo que ha logrado dos. Y a veces es esto lo que necesita un equipo para dar el salto. A veces es necesario tocar fondo, vivir una catástrofe, para replantear, rearmar y alcanzar otro nivel. Una catástrofe, o una derrota por goleada frente al Frankfurt.

@manrodllo