Allí están todos, aunque en pequeños cuadros, cada uno ocupa su lugar en la pantalla. De acuerdo a su instrumento, aun en la virtualidad, mantienen el orden presencial de una orquesta sinfónica. Empieza una melodía de cuerdas al unísono.

Primero, los violines: Francy Otero, Jhon Trujillo, Andrés Trujillo, Juan José Rodríguez, Óscar Moreno, Johan Quesada, Wilson Saa, Carlos Jiménez y Andrés Peña. Siguen las violas: Juan David Ramos, Marlon Garcés, Denisse García, Daniela Gallego, Elizabeth Muñoz, Juan David Valencia y Jaime Rodríguez. Entran los violonchelos: Hernán Álvarez, Bryan Renjifo, Juan Pablo Castañeda y Will Robert Puentes. Acompañados de los contrabajos: Scheneider Sánchez, Jonathan Portilla y Diego Castaño.

Los observo a todos en sus cuadritos y escucho una sola melodía, mientras se reproduce un video de YouTube publicado hace dos meses. Sin embargo, sé que cada una de las 37 personas que van apareciendo allí, grabó su parte individual desde algún lugar de Cali, Colombia y el mundo, donde permanecen en estos tiempos de contagio. Solo la tecnología hizo posible que ahora se escuchen juntos en una sola pieza musical.

Entran las voces: Angélica Ramírez, Alejandra Cardona, Dayana Ocampo, Ivonne Gonzales, Juliana Gómez, Kelly Rivas, Sandra Correa, Stephany Ospina, Valentina Gallego, Ana Cristina Moreno, Daniela Muñoz, Carlos Herrera y Javier Leyton. Me doy cuenta que es una versión sinfónica de ‘Volveremos a brindar’, una canción de la española Lucía Gil, que ha sido tendencia internacional durante la pandemia debido a su letra nostálgica, en la que invita a cuidarse y a permanecer unidos en la distancia.

“Volveremos a encontrarnos, volveremos a brindar”, dice el coro de voces en la pantalla, ahora acompañado también por una guitarra eléctrica interpretada por José David Carvajal, quien también grabó el piano que suena —pero no se ve en el video—, y realizó los arreglos orquestales de esta canción.

Aunque el trabajo de grabación y edición de audio y video tiene la mejor calidad,  y la interpretación musical es muy profesional, a la fecha de hoy, este video tiene 2009 visualizaciones y 185 Me gusta en YouTube. Muy poco alcance, dirá un analista de redes sociales, o cualquiera que crea en el sofisma de que cantidad es igual a calidad, y que si una publicación no tiene suficientes ‘Likes’ es por falta de talento.

Pero, el impacto virtual no tiene ninguna importancia en este caso. Para las personas que participan en el video, más que un esfuerzo de vanidad por ganar seguidores, se trata de una muestra sincera y agradecida del impacto humano que ha tenido en sus vidas la Escuela de Música Desepaz que está cumpliendo 15 años de enseñanza musical y humana. Ellas y ellos, hoy adultos con familias y diferentes profesiones, pues no solo hay músicos, sino actrices, bailarinas, ingenieros, arquitectos, administradores, licenciados y profesoras, así como varios tecnólogos; ellas y ellos, fueron los niños y jóvenes de la Comuna 21 de Cali, quienes en 2005 hicieron parte del primer grupo de estudiantes de un proyecto de escuela que en ese momento era solo un sueño de transformación social en un sector vulnerable y afectado por la violencia.

Por eso, cuando ese sueño que empezó con 60 estudiantes recibiendo clases de violín y canto dentro de la Iglesia San Felipe Neri, en el barrio Desepaz, y que logró materializarse en 2013 como la Escuela de Música Desepaz: un edificio de tres pisos y ocho salones acústicos, dotados de instrumentos y que recibe en la actualidad a 320 estudiantes (hasta antes de iniciar el aislamiento preventivo por Covid-19); ellos y ellas, sus primeros egresados, celebraron los 15 años de la institución, cantándole desde la distancia.

"Fue un proyecto que educó a más de 60 niños a través de la música", dice en el video Diego Castaño, contrabajista quien al salir de la escuela continuó sus estudios en el Conservatorio de Bellas Artes donde también se graduó. Después regresaría a la Comuna 21, pero esta vez como profesor de la Escuela de Música Desepaz. Fue él quien organizó el reencuentro con sus antiguos compañeros, incluso se contactó Hernán Álvarez, uno de los violonchelistas que ahora vive en Miami. "De esta forma recordamos nuestra amistad y agradecemos a nuestros profesores. La música nos une sin importar la distancia”, comenta  Hernán desde Estados Unidos. 

Para José David Carvajal, quien toca la guitarra y el piano en el video, y es actualmente un músico profesional, compositor, arreglista y director de la Orquesta Son 21, “mi mentalidad cambió por completo cuanto entré a la escuela de música, yo tenía 12 años y allí adquirí una disciplina que me ayudó a desarrollar mis talentos musicales y a proyectarme como persona, pero no se trataba solo de aprender a tocar instrumentos, siempre había algo más, porque así uno no quiera ser músico, te quedan cosas para la vida”.

Ese “algo más” hace única a esta escuela, como afirma Hardinson Castrillón Hinestroza, director de la Escuela de Música Desepaz, “este proyecto nació como una necesidad de que los niños de esta comuna, que es una de las más golpeadas por la violencia en la ciudad de Cali, tuvieran una oportunidad de acercarse a la música clásica a través de instrumentos de cuerda y también recibir clases de técnica vocal y expresión corporal. Era una forma de sacarlos del entorno violento en el que se movían y enseñarles, no tanto a ser músicos, sino mejores seres humanos, que aprendieran herramientas para la vida y que la música les permita acercarse al mundo de forma pacífica”.

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Después de 15 años y cientos de vidas transformadas por la música, esa filosofía de la Escuela de Música Desepaz sigue intacta, comprobando cada día, que un buen método no debe cambiarse, sino admirarse y seguirse. Por ello, ahora es modelo a seguir para instituciones públicas y privadas que buscan crear proyectos de transformación social y convivencia en otras comunidades.

En este sentido, la Escuela de Música Desepaz es “un espacio de aprendizaje y producción artística en el que las prácticas musicales colectivas representan un vector de socialización y democratización cultural, que desempeña un papel en la integración social de las poblaciones vulnerables a las que se dirigen”, como afirmó hace poco Karina Cobo Dorado, doctora en música y profesora de pedagogía en la Universidad Toulouse Jean Jaurès (Francia), quien conoció en vivo el funcionamiento de la escuela, visitando sus instalaciones en el barrio Desepaz (calle 120, No. 23-53).

Como explica, el director Hardinson, el proyecto de la Escuela de Música Desepaz “fue una iniciativa creada desde la Fundación Proartes y la entonces Orquesta Sinfónica del Cali, hoy Filarmónica de Cali, por ello inicialmente los profesores eran músicos de la orquesta”. Al principio, en 2005, la escuela tuvo solo 60 estudiantes y dos programas formativos: coro infantil y orquesta de cuerdas. Posteriormente, en 2006, se amplía el cupo a 120 estudiantes, ya para esa época el espacio de clases había cambiado de una iglesia a una guardería (CDI). Fue solo hasta el año 2013 cuando, con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Presidencia de la República, se inauguró la sede propia de la Escuela de Música Desepaz (cuya construcción había iniciado en 2011), que permitió aumentar el número de estudiantes a 320, de profesores a 30, y se sumaron dos nuevos programas (banda sinfónica y música folclórica), además de clases de canto y guitarra para los padres de familia. Desde entonces, los estudiantes asisten, de lunes a sábado, en jornadas contrarias a sus clases formales, y como el programa está diseñado con una proyección a 11 años, los niños y jóvenes pueden continuar formándose, e integrando los grupos de la Escuela, hasta su mayoría de edad.

“Después de estar por 11 años haciendo música todos los días, los estudiantes salen con un excelente nivel musical y con capacidad suficiente para presentarse en cualquier universidad del país, muchos son nivelados a semestres avanzados por su amplia experiencia, debido a que una intensidad 800 horas de práctica musical al año no la tiene ninguna otra escuela”, afirma el director.

De hecho, muchos estudiantes egresados de la Escuela de Música Desepaz resultan becados, como John Mario Trujillo, talentoso intérprete de violín que actualmente estudia en la Universidad de Antioquia, mientras que otros crean sus propios proyectos artísticos como José David Carvajal y su Orquesta Son 21, en la que canta Luis Enrique Torres, otro egresado quien además ingresó en 2017 como profesor a la misma institución que lo formó.

La Escuela siempre está recibiendo nuevos estudiantes, a medida que salen egresados y el cupo de 320 queda abierto, pueden ingresar más niños y jóvenes entre los 6 y 15 años. Todos pueden acceder gratuitamente a los programas de formación, aunque deben cumplir las siguientes condiciones: vivir en la Comuna 21 y estar matriculados en una institución educativa. Con estos requisitos y pasando una prueba de aptitud serán admitidos en una institución que brinda todo lo necesario para una formación integral: estudiarán interpretación de uno o varios instrumentos (prestados a cada estudiante), gramática musical, canto y expresión corporal. Además harán parte de las agrupaciones musicales representativas de la Escuela de Música Desepaz: el Coro Infantil y Juvenil, la Orquesta de Cuerdas y la Banda Sinfónica, con las cuales tendrán oportunidad de presentarse, adquiriendo una gran experiencia, en diversos eventos locales, nacionales y eventualmente por fuera del país. Por ello, no es sorpresa que muchas familias de la Comuna 21 guarden la esperanza de que sus hijos ingresen a esta Escuela, serán 11 años en los que a través de la música aprenderán valores y evitarán los riesgos de la calle.

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Luis Enrique tiene 22 años, es cantante de Son 21 y profesor de la Escuela de Música Desepaz, siempre ha vivido en el barrio Compartir: “Yo entré a la escuela de música a los 12 años, cuando mi amigo José me convenció, allí aprendí percusión, aunque finalmente me interesó más la técnica vocal que aprendí en el coro, a eso me dediqué como estudiante hasta los 19 años. Aunque terminé el ciclo a los 18, siempre nos dejan un año más, mientras nos ubicamos mejor y decidimos si continuamos estudiando música, ya que nos dan una buena formación para entrar a la universidad”.

Seguir la carrera de Luis Enrique, permite conocer algunos de los logros más importantes de la Escuela de Música Desepaz y las posibilidades de vida que brinda a sus estudiantes, “antes de ser profesor estuve en varios proyectos de la escuela, en los cuales tuve la oportunidad de desarrollar todo mi potencial y viajar a otros países”. Estuvo varios años en el Coro Infantil y Juvenil, dirigido por la profesora Sandra Barney, con el cual recorrió todo el Valle del Cauca, y para de Colombia, “cantamos varias cumbres de presidentes, y nos presentamos en la firma de la paz en Cartagena y en Bogotá”.

Estas son experiencias únicas en la vida, que tal vez ninguno de estos niños y jóvenes imaginó vivir, son para ellos momentos inolvidables. Luis Enrique recuerda que en Cartagena cantaron ‘Si yo fuera presidente’, cuya letra tiene unos versos que dicen: “Si yo fuera presidente, de un país y un continente, oigan mi primer decreto: Se prohíben las guerras”. ¿Sabían los que ese día firmaban la paz, que ese coro infantil y juvenil, estaban enseñando a vivir en paz a toda una comunidad en la Comuna 21 de Cali? “Cantar en la firma de la paz fue una experiencia muy bonita, yo tenía 16 años, para mí fue algo inolvidable y me ayudó reconocer el momento tan importante que vivía el país”.

Luis Enrique también hizo parte de un proyecto extraordinario que solo podría realizarse en Cali, se trató de la Sinfónica Salsera Juvenil, una orquesta que fusionaba la música clásica y la salsa, acompañando sus conciertos de un show de baile. Fue entre 2012 y 2014 que la Orquesta La Charanguita del maestro Luis Carlos Ochoa, la Academia de Baile Swing Latino de ‘El Mulato’, y la Escuela de Música Desepaz, reunieron a 82 artistas, entre los que se encontraba Luis Enrique, para llevar este espectáculo por las principales ciudades de Colombia, incluso en Guanajuato (México).

“Los logros de la Escuela han sido muchos, nuestros estudiantes han tenido la posibilidad de viajar a diferentes lugares de Colombia y el mundo, hemos participado en eventos muy importante como en la venida del Papa Francisco I, en Bogotá estuvimos cantándole con el coro infantil”, agrega el director Hardinson. En aquella ocasión, fueron 36 niños de la Escuela de Música Desepaz, quienes en el Parque Simón Bolívar amenizaron una misa papal, entre eso niños estaba Sofía Pasaje, quien tenía entonces 9 años, “al Papa me gustaría decirle que es un gusto conocerlo y que para mí, él es como si Dios estuviera al frente de nosotros”, dijo Sofía, quien viajaba por primera vez a Bogotá.

Por su parte, para José David Carvajal, que hizo parte del primer grupo de egresados, un recuerdo memorable de su paso por la Escuela de Música Desepaz fue la oportunidad que tuvieron de viajar a Europa en un programa que los llevó, entre otras ciudades, a Roma (Italia). “Nosotros hemos tenido la posibilidad de conocer diferentes culturas y realizar muchos conciertos, demasiadas cosas bonitas que vivimos y nos marcaron para siempre, por eso es importante que la gente se dé cuenta del oro que tienen en la Comuna 21 y que la Escuela de Música es donde se puede entrar a brillar, para todos nosotros que pasamos por ella, es algo muy preciado”.

La profesora Sandra Barney lleva más de 10 años vinculada a la institución, es una de las encargadas de enseñar técnica vocal y dirige el Coro Infantil y Juvenil. Para ella, el arte de la música es una hermosa forma transmitir valores, “como es un trabajo de grupo, en esta actividad se desarrollan cualidades como la solidaridad, el compartir, el saber esperar, tener paciencia y ceder el lugar a los demás, como cuando se espera que una voz espera a que otra intervenga en una obra y luego llega su turno. La música es un trabajo de ayuda mutua, de mucha disciplina y respeto por sí mismo y sus compañeros”.

Durante sus años de enseñanza en el Distrito de Aguablanca, siguiendo el proceso de muchos estudiantes y el éxito de sus carreras, la profesora Barney ha logrado conocer cómo la Escuela ha transformado esa comunidad. “Además de desarrollar talentos que después sobresalen y se convierten en carreras. También brindamos una formación humana que se traslada a la casa, porque nosotros involucramos a toda la familia, para que se esfuercen por lograr metas colectivas. Esto ha hecho que la comunidad del sector reconozca la importancia que tienes este proyecto y lo defiendan como propio”.

En este sentido, complementa el director Hardinson, “la comunidad se apropió de la escuela cuando los padres la reconocieron como un ente transformador de vidas, ya que han visto cómo sus hijos y vecinos encontraron una oportunidad de vida en la música. Muchos egresados han encontrado oportunidades para realizarse a nivel profesional y poder acceder a un sustento, ayudando con esto a sus familias. Por lo tanto, esta escuela ha logrado que la comunidad también avance”.

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Así venía funcionando la Escuela de Música Desepaz hasta marzo de 2020, cuando se declaró la emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus. Entonces, como todas las instituciones educativas y culturales, y más para una de impacto social, de la cual depende que sus estudiantes no entren en dinámicas de violencia y criminalidad por el contexto que los rodea; las directivas y profesores se adaptaron rápidamente para seguir acompañando a los niños y jóvenes desde sus hogares, pese a las limitaciones materiales.

En la actualidad las clases continúan de forma virtual, para esto los 30 profesores se han esforzado por mantener en contacto con los estudiantes y no interrumpir el proceso, “Tenemos un impacto sobre más del 90% de los niños y jóvenes, conectados por plataformas virtuales como Zoom, Class Room, Google Meet, Canvas Student, Whatsapp y por vía telefónica. Para esto tenemos un equipo de apoyo, integrado por un psicólogo, una coordinadora administrativa y una secretaria quienes hacen todas las peripecias para que los estudiantes sigan conectándose a las clases durante este tiempo de aislamiento”, explica el director de la Escuela.

Pruebas de toda su dedicación son la gran cantidad de videos (lúdicos y musicales) realizados por estudiantes y profesores, que desde entonces se han ido compartiendo en las redes sociales de la institución, principalmente por el Facebook: @EscuelaMusicaDesepaz, también se han realizado videos colaborativos del Coro Infantil y Juvenil con otros grupos musicales, todo a partir de las posibilidades de trabajo colectivo que permite la virtualidad. Entre esos videos destacan ‘Volveremos a encontrarnos’, que realizaron los primeros egresados de la Escuela, y el video de la canción ‘Notas del alma’, compuesta por el profesor Andrés Rodríguez, una obra para la que se trabajó coordinadamente con 60 estudiantes durante dos meses.

Como explica la profesora Barney, “para lograr este trabajo se necesitaron muchos días, y de un acompañamiento personalizado. Con cada uno de los 60 estudiantes se logró que grabaran un audio cantando toda la canción mientras seguían una pista base. Yo me encargué de enseñarles la canción y corregirles la afinación y la forma de cantar, por si decían mal un texto, hasta que la tuvieran perfecta. Luego el director de la escuela, Hardinson, que tiene una gran experiencia en ingeniería de sonido, se encargó de hacer la mezcla de las voces. Después, de nuevo los estudiantes grabaron un video cantando la canción, y luego estos videos se mezclaron en uno solo”.

“Esta situación nos ha llevado como profesores a aprovechar cualquier momento que tengan los chicos para brindarles acompañamiento y adelantar los procesos formativos. Puede ser un sábado o domingo, cuando por fin puede conectarse alguno, o recibiendo mensajes de audio a altas horas de la noche, con sus lecciones porque solo podían enviarlo a esa hora por las condiciones que conocemos. Que un 90% de estudiantes estén conectados, un promedio tan alto, teniendo en cuenta la situación en que viven muchos de ellos, demuestra su gran interés y el de sus familias por continuar el proceso”, afirma la profesora.

Con este tipo de actividades permanentes y un acompañamiento por todos los medios posibles, afirma el director Hardinson, “desde la Escuela hemos logrado que en esta situación de encierro, que puede crear tantos problemas sicológicos, los niños y jóvenes se mantengan concentrados en la música, que tiene un inmenso poder paliativo. Además, nuestra institución no solo brinda acompañamiento a los estudiantes, sino a sus padres que se suman a las actividades lúdicas que desarrollamos de manera virtual”.

“Ha habido estudiantes que no tienen computador, entonces los papás que están comprometidos con su formación les compran datos para celular, aunque estamos esperando de parte del gobierno unas tablets que nos prometieron para los estudiantes, hemos continuado su formación desde la virtualidad. Pese a estas limitaciones, ellos y ellas han logrado conectarse a las clases virtuales, y los que no, sus padres hacen un esfuerzo porque dicen que prefieren perderse cualquier cosa menos las clases de la escuela, que es algo muy importante en sus vidas”, concluye el director. De modo que al corazón musical de la Comuna 21 no lo detiene ni una pandemia.

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Al final de ese video con escasas 2009 visualizaciones y 185 Me gusta, se lee: “Agradecimientos especiales a nuestros profesores, directivos y a todas las personas que hicieron parte de este proceso de formación musical y humana. Att: Primera Generación de Egresados Escuela de Música Desepaz”. Transformar una sola vida y ayudarla a ser una mejor persona vale más que un millón de ‘Likes’. El que piense lo contrario es un insensato, le valdría mejor preguntar a cada uno de los 100 mil habitantes de la Comuna 21, si esta escuela no ha traído más armonía a su comunidad.