Viviana Aldana es una joven de 19 años a quien no le no le gusta usar blusas escotadas. La razón: cerca a su axila derecha tiene una cicatriz que le avergüenza mostrar, y que le quedó después de haberse quemado con pólvora.
El incidente ocurrió un 7 de diciembre de 2009 cuando tenía diez años de edad y estaba reunida con su familia celebrando el Día de las Velitas en el barrio Petecuy, oriente Cali.
“Estaba jugando con mi primita de ocho años con unas chispitas mariposas que nos había comprado un tío. Ella era tremenda y, en medio de su inocencia, empezó a perseguirme, me alcanzó y me puso la chispita prácticamente en la axila. El ardor fue horrible, lloré mucho”, recuerda Viviana.
En ese entonces las campañas de prevención sobre el uso de la pólvora no eran tan mediáticas, hoy sí lo son y los controles de las autoridades se han incrementado con el paso de los años. Sin embargo, el número de lesionados con pirotecnia sigue siendo un problema que no da tregua ni en el país, ni en la región.
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Según el Instituto Nacional de Salud, INS, desde el 1 de diciembre hasta el 17 de diciembre del presente año, en todo Colombia se han presentado 266 registros de personas quemadas con pólvora. Con 38 casos, de los cuales 10 corresponden a menores de edad, el Valle del Cauca es el departamento que lidera el ranking.
Por su parte, con 20 lesionados, Cali es la ciudad del país con el mayor número de quemados con pólvora.
“A pesar de que hemos venido haciendo campañas de prevención sobre el uso de la pólvora, sobre todo para que los padres no permitan que sus hijos la manipulen, las cosas no han cambiado mucho y seguimos teniendo lesionados porque las personas no han asumido consciencia sobre los riesgos de esta”, manifiesta Nelson Sinisterra, secretario de Salud de Cali.
Una trágica Navidad
Eran las 3 de la mañana de un 25 de diciembre de 2017, cuando la doctora Ana María Robledo, cirujana plástica de la Unidad de Quemados del Centro Médico Imbanaco, recibió uno de los casos que más la marcó en su vida como profesional.
Sofía (*), una menor de 13 años de edad, ingresó a la clínica por urgencias después de que un tote le explotó en sus manos. Según cuenta la doctora, la menor ahorró plata y se escapó de su casa para comprar el artefacto.
“Fue horrible, había sangre por todas partes y ella, más o menos, llegó con los dedos colgando de sus manos. Se le tuvieron que amputar dos falanges y duró hospitalizada como 15 días. Sin embargo, la tragedia no terminó allí, después de que a Sofía le dimos de alta, llegó el Icbf porque era menor de edad, y se la llevaron a un hogar de paso por un tiempo”, cuenta Robledo.
Pero este no es el único suceso que la doctora no ha podido borrar de su mente. Hace cerca de cinco años, mientas era residente en el Hospital Universitario del Valle, HUV, otra niña de siete años llegó a este centro asistencial con quemaduras en más del 50% de su cuerpo.
“La menor tenía un vestido súper bonito de tela sintética, que se incendió por completo luego de que le cayera una chispa cuando su familia estaba quemando pólvora. Duró cerca de siete meses hospitalizada”, relata Robledo.
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Cabe decir que, según el INS, el 22% de los quemados con pólvora durante este diciembre, han sido observadores, mientras que los lesionados por manipularla suman un 67%. El porcentaje restante de quemados corresponde a quienes la han almacenado, transportado, comercializado, entre otras.
En el HUV, los doctores y enfermeras también tienen muchas historias de quemados con pólvora por contar. Juan Pablo Trochez, médico asistencial de la Unidad de Quemados de ese centro asistencial, es uno de ellos.
“Un primero de enero, hace cuatro años, un niño de apenas ocho años perdió tres dedos de una mano y casi todos los de la otra, luego de que manipulara un ‘tumbarrancho’ que creía que no había explotado. La tragedia ocurrió mientras los adultos de su familia se estaban dando el feliz año”, afirma Trochez.
(*) Nombre cambiado.
Pólvora, solo en manos de adultos
En la industria pirotécnica, los productos ofrecidos por las empresas colombianas adscritas a la Federación Nacional de Pirotécnicos, Fenalpi, se clasifican en las categorías 1, 2 y 3.
La primera categoría 1 se encuentran productos inofensivos como luces de bengala y velas de cumpleaños.
La categoría 2 incluye productos que presentan un riesgo moderado como volcanes, papeletas y chispitas.
En la categoría 3 se encuentran productos que presentan mayores riesgos y que solo se pueden usar en espacios grandes y abiertos, tales como los petardos y voladores.
Hay que decir que los productos de ninguna de estas tres categorías pueden ser utilizados por menores de 18 años. Además, los artefactos de la categoría 3 solo pueden ser manipulados por expertos.