Las lágrimas de quienes lloran sus familiares y amigos; la esperanza de quienes lograron salir con vida de entre los escombros y el lodo; la fuerza que albergan los voluntarios que sin descanso buscan un sobreviviente más, son algunos de los rostros que hoy se ven en cada una de las esquinas de la capital del dolor de Colombia, Mocoa.