Rubiel Agudelo es un carpintero de 65 años de edad que ahora es famoso en el centro histórico de Popayán porque elabora unas sencillas mesas, las cuales las personas le pueden dar diferentes usos, como altar para la virgen, para el televisor o para ubicar las cosas de la cocina.

“Se vende mucho porque es sencilla y muy funcional, acá uno elabora unas cinco mesas diarias, un poco más o un poco menos, pero las que hago en el día, todas se van, poco a poco vienen a buscarlas, como están en la entrada, como exhibidas, la gente pasa y se enamoran de ellas y listo, pagan y las lleva”, así habla Rubiel, un adulto mayor que empieza alrededor de las 8:00 de la mañana a elaborar estos muebles que ahora son el furor en esta parte del centro de la capital del Cauca.

Rubiel Agudelo labora durante la semana en esta carpintería del barrio El Empedrado de Popayán, acompañado de dos gatos. | Foto: Francisco Calderón

Son sencillas, básicas y hasta prácticas, porque la gente pasa y se las lleva luego de pagar su precio: 65 mil pesos, cuando piden rebaja, Rubiel lo piensa unos segundos y acepta hasta 60, nada menos, porque dice que no puede perder la plata de los materiales. Su jornada termina ya en a tarde cuando vende la última.

“Me tocó aprender carpintería, después de salir del campo porque eso se puso duro y no pagan bien, mejor me vine a Popayán, donde trabajé en diferentes cosas, oficios varios que llaman, hasta que un día de esos me dieron la oportunidad de ayudar acá en la carpintería y acá me quedé, llevo como 28 años y ahora, para tener la plata, pues hago estas mesas”, dice este abuelo, mientras va acomodando las tablas de lo que será la superficie del próximo mueble, el cual lo entrega sin pintar, “en crudo”.

"Los gatos son como los vendedores, la gente llega a acariciarlos y terminando llevándose la mesa", dice jocosamente Rubiel Agudelo. | Foto: Francisco Calderón

Por eso, cuando las va terminando, las ubica a la entrada de la carpintería como forma de exhibirlas. No tiene afán de venderlas, porque mientras una o dos permanecen en ese punto, él mientras tanto va armando otra, despacio, ensamblándolas lentamente, clavando lentamente las puntillas para no “dañe” la madera.

“Viendo que necesitaba plata, y que hay otros productos que la gente dice que es madera, pero no lo es, dañando el negocio, entonces me dije hagamos algo sencillo para el despegue por lo que hice una mesa como por no dejar, la puse a la entrada y me ofrecieron plata. No me acuerdo cuánto costó porque eso hace como seis años o más, pero así empecé con las mesitas, vendiendo una por una, sin afanes”, explica este veterano carpintero que a veces recibe trabajos o desvares, como él llama a arreglar un cajón, una cómoda, pintar una cama.

Entonces, poco a poco, estos sencillos muebles caló en el gusto de las personas que a diario se movilizan por este punto del barrio El Empedrado, de ahí que se van vendiendo poco a poco, o en otras oportunidades, se acercan hasta este sitio para decirle a este carpintero que le dejan pagado por adelantado.

La jornada de Rubiel Agudelo se extiende durante gran parte del día, "hasta que venda la última mesa, maestro", dice. | Foto: Francisco Calderón