Una pequeña crónica de la revista SEMANA publicada este domingo conoció la historia de la residencia de la docente jubilada Rocío Mazo, quien recibía con los brazos abiertos a todo aquel que quisiera protegerse del agua. Allí, ella residía junto a su esposo Alberto Olaya.

Tragedia en la vía que comunica Quibdó con Medellín. | Foto: Suministrada a SEMANA.

Según lo narrado por dicho medio de comunicación, el hogar tenía seis habitaciones, cuatro baños y una cocina amplia donde la mujer se deleitaba cocinando arroz con huevo, el plato que le ofrecía al que veía con hambre. Las paredes eran de cemento, el piso de baldosa, el corredor le daba la vuelta a todo el inmueble y era escoltada por las grandes peñas verdes del departamento del pacífico colombiano.

Hace dos años se mudaron a ese lugar y no por iniciativa propia, sino por una orden impuesta por la compañía que intervino la vía que comunica Chocó con la ciudad de la ‘Eterna Primavera’.

Luz Estella Rueda, sobrina de la pareja le aseguró a SEMANA que sus parientes tuvieron que abandonar su casa antigua, porque se encontraba sobre la zona priorizada para pavimentar el eje vial. En común acuerdo, y tras un análisis técnico, se ubicaron un kilómetro más abajo de donde tenían inicialmente el inmueble.

Imagen de zona donde se desprendió una montaña en la vía Medellín-Chocó, que dejó más de 30 muertos. | Foto: Ejército

“Ingenieros y geólogos fueron los que le dijeron a mi tía dónde podían hacer la casa”, comentó la familiar. Ellos señalaron un terreno al borde de la carretera y frente a un cerro. Recordando las palabras del pasado, anunció el argumento que usaron expertos: “Rocío, el lugar más adecuado es ahí porque la montaña es pequeña, dijeron que era segura”.

Ellos aceptaron la propuesta y recibieron dinero del Estado colombiano para construirla. En las festividades decembrinas y de fin de año acogieron a sus parientes cercanos, también a los rostros desconocidos que se arrimaban a sus pasillos a pedir algo de comer; siempre había alimentos para todos quienes tuvieran hambre: pan, arroz y huevo.

El pasado viernes 12 de enero la señora Rocío no faltó a su costumbre. Ella sentó en sillas a los viajeros que quedaron atrapados en los deslizamientos de tierra que aislaron el camino entre Quibdó y Medellín, sin saber que su morada también terminaría bajo tierra. La montaña que tenía frente a su fachada la arrastró al vacío junto a su esposo e hija y el resto de los ocupantes.

Datos desconocidos de deslizamiento en Chocó que cobra más de 33 vidas. | Foto: Suministrada a SEMANA.

Su cadáver fue rescatado por organismos de socorro y reconocido por comunidades indígenas Embera del municipio de El Carmen de Atrato, a quienes brindaba apoyo en los momentos más difíciles: “Es la profe, es la profe”, escuchó su sobrina Luz Estella Rueda cuando se acercaban a la cima de la peña con un cadáver cargado a varias manos.

Por ahora, siguen los esfuerzos en el sector para encontrar a diez personas más que estarían desaparecidas. Entre las víctimas se encuentran Alberto Olaya y Milena Olaya, cuyas probabilidades de que sigan con vida son muy bajas. Esta última, de 44 años, tiene tres hijos y un esposo que siguen desde Medellín el desenlace de la tragedia.