El pasado 23 de enero fue uno de los peores días de mi vida. Tuve que pedir una ambulancia para llevar a mi mamá, Luz María Tovar Osorio, a un centro médico ya que su oxigenación estaba por debajo del límite normal y respiraba con dificultad. Hacía varios días ella batallaba contra el covid-19 sin que hasta entonces hubiera presentado signos de alarma.

Así comenzó la pesadilla de buscar un lugar donde la recibieran, pues justo esa semana Cali había alcanzado una ocupación UCI que rondaba el 100 %. En todos lados la respuesta era la misma: “lo sentimos, no tenemos capacidad”.

Sólo uno dijo que sí, el Hospital Universitario del Valle Evaristo García. Debo ser sincero, quizás imbuido por la creencia de que las clínicas privadas tienen la mejor atención y los mejores equipos, pensé que aquel no era el centro médico donde habría preferido tener a mi mamá. Pero la vida estaba a punto de demostrarme cuan equivocado estaba.

Desde el momento del ingreso por urgencias percibí la calidez del personal médico que me tranquilizaba y me decía que mi mamá estaba en las mejores manos.

No me esperaba un trato tan humano y delicado, dado que las historias que había escuchado (hace algunos años, claro está) eran muy distintas. Pero en el HUV no fue así. Por el contrario, cada persona con la que me crucé allá adentro hizo que esa dura experiencia fuese mucho más llevadera y que yo tuviera la sensación de que mi mamá iba a estar bien.

A doña Lucy, como la llamaban cariñosamente, la intubaron y la hospitalizaron en la Ucin (Unidad de Cuidados Intermedios), ubicada en el cuarto piso. Lamentablemente, 15 días después mi mamá falleció pese a los esfuerzos realizados. Sus 85 años y ciertas comorbilidades no aguantaron los rigores del coronavirus.

A medida que su condición se agravaba, los médicos me dejaron verla en dos ocasiones, cosa que me llenó de calma y me permitió llamar a mis hermanos, tíos y primos para que le hablaran al oído pese a que siempre estuvo dormida. El trato digno que siempre recibí me hizo sentir que ese hospital fue salvado no solamente a nivel económico, sino mucho más allá. Me consta la sensibilidad y el comportamiento humanizado de todos sus trabajadores, llámense médicos, enfermeros, porteros, aseadores o personal administrativo.

No tengo la menor duda de que en sus últimos días mi madre fue atendida por el mejor equipo. Todos ellos me dieron a entender que los esfuerzos realizados (liderados en su momento por la doctora Dilian Francisca Toro y continuados por la gobernadora Clara Luz Roldan) han valido la pena para sacar adelante al HUV.

Un abrazo lleno de cariño y agradecimiento para todos ellos.