La galería Alameda, uno de los epicentros culturales, económicos y gastronómicos más importantes de Cali, está ad portas de una intervención profunda que transformará su infraestructura sin alterar el carácter tradicional que la convirtió en un referente patrimonial de la ciudad.
El proyecto, que avanza en fase de estudios y diseños, se ha convertido en un punto de interés para comerciantes, compradores y el Distrito, que coinciden en un propósito común: actualizar la plaza sin perder su alma.
Entre tradición y transformación
Para comprender la magnitud simbólica de Alameda, basta escuchar a quienes la han habitado toda una vida. Henry Zerón, comerciante de tercera generación, lo resume así: “Es la insignia de Cali, patrimonio de los caleños. No se puede ni vender ni alquilar”. Su familia llegó hace 80 años, cuando las seis plazas de mercado se distribuyeron tras la reubicación del antiguo mercado de El Calvario. Desde entonces, dice, Alameda ha sido “epicentro de este sector y parte del sur”.
Como él, centenares de comerciantes han visto crecer la plaza desde cuando se vendía en el suelo, pasando por tablones, luego ladrillo, hasta los locales metálicos de hoy. Sin embargo, el avance de los años dejó dificultades acumuladas: calor extremo bajo un techo envejecido, problemas de alcantarillado, filtraciones cuando llueve, pisos deteriorados y cableado obsoleto.
Joanna Paz, comerciante reciente de café, lo explica con claridad: “Ya llevamos año y medio aquí, pero no sé cómo ha hecho la gente con tanto calor y eso es contraproducente para quienes están aquí porque normalmente salen y está lloviendo en la tarde”.
Los comerciantes reconocen la urgencia. Pero también insisten en proteger la identidad. Para Joanna, la petición es puntual: “Que los cambios no sean tan bruscos. Que no pierda la esencia. Que no lo vuelvan un centro comercial”.
Un proceso que avanza sin prisa, pero sin pausa
La Secretaría de Gobierno de Cali confirma que la intervención sigue su ruta técnica. En una respuesta oficial, señala: “La iniciativa se encuentra en fase de estudios y diseños. De acuerdo con el cronograma estimado, este proceso será concluido durante el primer semestre de 2026, lo que permitirá avanzar a la fase de licitación y posterior ejecución de obra en el segundo semestre del mismo año”.
La inversión estimada, según la entidad, es de cerca de $ 40 mil millones, destinados a reforzamientos, restauración, actualización de redes y adecuaciones necesarias para garantizar la operación futura de la galería.
De acuerdo con la Secretaría de Gobierno, en el relacionamiento se han logrado acuerdos clave, entre ellos garantizar que la galería conserve su carácter patrimonial y “desarrollar una gestión social adecuada que mitigue riesgos y reduzca pérdidas para los comerciantes durante las fases del proyecto”.
La visión de la Junta Directiva
Pocas personas conocen tan a fondo la dinámica interna de la galería Alameda como Gustavo Murillo, presidente y representante legal de la Plaza de Mercado. Según él, el proceso ha sido transparente y ha avanzado conforme a lo pactado: “El convenio entre Bienes y Servicios y la Edru, ya se firmó. Ya Bienes aprobó el desembolso para el estudio previo antes de los diseños. Los tiempos que se han estipulado, que se dieron inicio cuando la doctora Raquel Garavito estaba al frente de la Edru, se han ido cumpliendo”.
El directivo aclara que la obra será una renovación, no una demolición, y que uno de los acuerdos más firmes es proteger la estética tradicional: “La plaza va a ser intervenida, pero conservando su estética”.
Entre las necesidades que la Junta Directiva ha planteado al Distrito está la instalación de una gran cubierta que renueve por completo el techo, junto con nuevas redes de alcantarillado y la actualización del cableado eléctrico.
También solicitaron dos plantas de tratamiento de aguas residuales —una para el área de cocinas y otra para el sector de carnes— y una subestación eléctrica que soporte la operación futura. A esto se suma el cumplimiento estricto del Retie, el Reglamento Técnico de Instalaciones Eléctricas, además de las exigencias del sistema contra incendios.
El proyecto incluye, igualmente, mejoras en fachadas y puertas, y la posibilidad de que la estructura permita, a futuro, la instalación de paneles solares.
Para Murillo, los estudios deberán definir por dónde iniciar las obras, considerando el desnivel de hasta 1,90 metros que existe entre las calles 8 y 9.
Cómo será el impacto para los comerciantes
Uno de los puntos más sensibles es el plan de contingencia. Murillo anticipa la ruta: “Hemos pedido, mínimo, que el proyecto sea en cuatro etapas, cada una del 25 % del área total para que la gente pueda seguir laborando”.
La propuesta que ha socializado la Edru es instalar carpas sobre la Carrera 26, adaptadas para cada tipo de comercio —frutas, verduras, pescadería, restaurantes— mientras se interviene cada zona.
“La idea es que cada vez que un grupo de personas que está en el área a intervenir sea trasladado a esa carpa, tenga las mismas condiciones en las que hoy presta el servicio. Va a haber traumas, porque nadie puede decir que una construcción no los genera, pero estamos tratando de que sean lo menos nocivos”, comenta Murillo.
Comerciantes como Harold Lucumí, con ocho años en la plaza en su negocio de frutas, reconocen que el traslado temporal traerá dificultades. Para él, como para muchos, lo más preocupante es el impacto económico: “Obviamente va a ser más incómodo porque no se van a tener las mismas comodidades que uno tiene acá adentro y, pues, va a haber un poquito más de inseguridad ya que está ubicado en la parte externa de la galería”.
Aun así, Lucumí considera que la renovación es necesaria: “Aquí hace un calor que solo nosotros lo soportamos. El techo se ve bastante alto, pero el calor aquí es fuerte y el cableado ya está obsoleto”.
Otros comerciantes, especialmente los de mayor trayectoria, expresan temores más profundos. Esther Julia Quintero, que trabaja en Alameda desde 1969, no confía en que la remodelación se haga sin afectar su sustento: “Toda una vida ha sido el mismo cuento de que van a arreglar la galería”. Pese a ello, reconoce deficiencias urgentes: “Cuando llueve la galería se inunda. Hay goteras por todas partes”.
El reclamo por mantener la esencia de la plaza también aparece entre los negocios más antiguos. John Castaño, de JC Market, tercera generación instalada en la galería desde 1968, resume ese sentir: “Que podamos continuar de manera moderna, pero con la historia, con la cultura, con todo lo que representa una plaza de mercado”. Desde su experiencia, los cambios estructurales son necesarios, especialmente en infraestructura técnica: “Necesitamos la norma Retie y Retilap en la parte eléctrica, y necesitamos que los vertimientos sean los adecuados, la parte sanitaria, fundamentalmente”.
La preocupación de Leonel Cuadros Ortiz, quien llegó a la galería en 1962 a los 17 años para vender frutas y ha conocido todas sus etapas, se concentra en un punto que para muchos comerciantes es evidente: el piso. Sobre la fecha para las obras, su respuesta resume el anhelo de muchos: que lleguen “lo más pronto que se pueda”.
Antes de entrar en los detalles operativos, Murillo insiste en que la socialización con los comerciantes ya comenzó, pero que aún no se han entregado definiciones finales para evitar especulaciones. Recuerda que en junio se realizó una gran asamblea liderada por Raquel Garavito, en la que “la gran mayoría están de acuerdo porque sabemos que hay unas necesidades”. Sin embargo, advierte que el proceso exigirá preparación. El objetivo es que la plaza pueda seguir funcionando durante las obras, aunque con algunos ajustes. Confía en que, una vez terminada la remodelación, el lugar atraerá tanto a turistas como al cliente tradicional: “Nosotros queremos que venga el raizal, el caleño, que se sienta cómodo”.