"Yo fui un analfabeta emocional": Ismael Cala

A su paso por Cali, el periodista y conferencista cubano-americano Ismael Cala, compartió reflexiones sobre crecimiento personal.

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13 de sept de 2016, 12:00 a. m.

Actualizado el 18 de abr de 2023, 10:39 a. m.

A su paso por Cali, el periodista y conferencista cubano-americano Ismael Cala, compartió reflexiones sobre crecimiento personal.

Su conferencia era la más esperada de Exposer 2016, en Cali. En días pasados más de 1.100 personas acudieron al Hotel Dann Carlton para escuchar el mensaje inspirador del periodista, autor  y conductor de televisión, que hace poco renunció a su exitoso  programa de entrevistas en  CNN, ‘Cala’, para convertirse en motivador inspiracional alrededor del mundo. Así habló con El País, para los lectores que no tuvieron la oportunidad de  atender su charla ‘La gestión de las emociones’.     

¿Qué es un ‘analfabeta emocional’?

Es un ser humano que no fue educado en  inteligencia emocional, que es el GPS y el secreto de la felicidad porque te enseña a elegir la respuesta más positiva, la que  no te hará perder la paz y la que te permitirá seguir adelante. No debe ser una ofensa para nadie admitir que es un analfabeta emocional, yo mismo admito que lo fui y que parcialmente aún lo soy, pues estoy en proceso de alfabetizar mis emociones.  

¿En su labor como entrevistador usa esa sensibilidad  para captar la inteligencia emocional de la persona que tiene al frente?

Yo creo que si el programa ‘Cala’ fue exitoso no fue porque tenía un gran periodista como conductor. Yo nunca me he creído eso. ‘Cala’ fue exitoso  porque  tenía a una persona que, en su búsqueda personal, quería conectar con otros. No desde el periodista que se cree interrogador  y juez, ese que   pone al entrevistado contra la pared y le dice: “Te sacaré lo que yo quiero que me digas”, para conseguir titulares o  lucirse. A mí dejó de interesarme eso. Si en la charla se producía un interés periodístico, qué bien, pero no era el objetivo primordial.  Fíjate que a veces la noticia no se producía ni siquiera por las preguntas, sino porque el entrevistado se sentía tan  en confianza que bajaba la guardia  y algo se le salía. Yo  decía: “¡Wao,  ni siquiera pregunté eso!”.  Les digo a muchos colegas que me preguntan cuál fue la clave del éxito de este programa,  que no tiene nada que ver con lo que me enseñaron en las escuelas de periodismo, tiene que ver con  mi propia búsqueda de la inteligencia emocional. 

¿Cómo surgió en usted la necesidad de estudiar y cultivar la   inteligencia emocional?

Por la desesperación de tener unmejor futuro. Por el deseo de escapar al pre-designio kármico de una herencia familiar que venía ocultando con vergüenza, con culpas y remordimientos. 

El tema de los suicidios en mi familia, de las enfermedades mentales y todo eso. Como había tan mal diagnóstico  por parte de los médicos y tan tardío tratamiento de la esquizofrenia, entre otras,  no había nada que hacer. Como  nadie enseña inteligencia emocional, ¿qué hace la gente con esas cosas? Las esconde, trata de sepultarlas y llenarlas de polvo para que otros no se enteren, pero al final eso hace  un daño gravísimo a las generaciones que vienen y que no saben cómo lidiar con esa herencia. 

¿Cómo lidió usted con su propia herencia?

Gracias a Dios tomé la determinación de que quería un milagro en mi vida, con la guía de esa inteligencia divina que se llama Dios, Cosmos, Universo, o como quieran llamarle,  eso a lo que estamos conectados en una red infinita de energía. Yo no sabía cómo era, pero sí lo sentía. Desde los 15 años pedí esa complicidad y se me dio poco a poco. Fui ganando más coherencia en quién era yo y menos desesperación de pensar que yo terminaría con los mismos problemas mentales que sufrieron  mi papá, mi abuelo o mi tía. 

Las  personas resilientes hablan de un momento  de “chispa”, o de “iluminación”, en que sintieron el llamado a ‘traicionar’ su mal destino familiar. ¿Cuándo lo sintió usted?

Yo creo que hubo muchos momentos, pero el determinante fue cuando a los 15 años  visité a mi papá en un hospital psiquiátrico, después de que le habían dado electrochoques. Para mí fue muy duro ese momento. La visita ni tenía sentido porque mi padre no podía hablar, era un zombie, una persona despojada de su estado de conciencia. Me tocó tomar una decisión y decirle a papá, cuando salió, “no voy a poder  verte más mientras estés hospitalizado porque me hace mucho daño y yo no tengo las herramientas para lidiar con esto ahora”.  Él lloró, lloramos, fue un momento triste pero de  decisión, de decir “yo no puedo seguir alimentando la idea de que este es mi destino”.  

Su discurso de renuncia a CNN fue inspirador para muchos. Dijo que al llegar a una cima hay que ver la cadena montañosa y elegir la siguiente montaña por escalar... 

Pensé: si yo vivo estos miedos, otros también deben estar  viviéndolos. Hay gente que en este preciso momento debe estar  pensando en dejar algo fluir  y darse el regalo del adiós para  abrazar la incertidumbre y buscar algo mejor para su vida. Hay que preguntarse: “Lo que estoy haciendo, ¿por qué lo estoy haciendo?, ¿para qué lo estoy haciendo?, ¿de verdad me está dando felicidad o solo me está inflando mi ego y lo quiero seguir inflando  hasta el momento en que  me reviente? Y va a reventar estando  tan alto que la caída va a ser estrepitosa y letal.  

Nadie nos enseña a irnos...

No. Porque la mentalidad popular es demasiado ‘exitista’. Vivimos por los éxitos y no  por los procesos. Lo que en realidad hace que un ser humano crezca son los procesos, no los éxitos. Si  llegas al éxito es porque ya viviste todo el proceso, pero si crees que ese éxito te va a mantener relevante toda la vida estás obviando el nuevo proceso para reinventarte.   No te debes chupar el limón o la naranja completa, porque entonces ¿qué vas a compartir?, ¿a quién le vas a pasar esa naranja seca? Estamos tan acostumbrados a sacarles el jugo a nuestros éxitos que los dejamos secos, sin jugo, sin  sustancia. A un emprendedor italiano le oí decir esto: “Es más fácil reinventarte cuando todavía no vas en caída, porque cuando caes vas a tener que luchar contra la fuerza de la Gravedad. Pero cuando te marchas estando muy cerca de la cima, esa misma fuerza que te lleva arriba te va a dar el impulso para el próximo reto”.

¿Qué es vivir en modo piñata?

Cala responde: Es muy gracioso,  es de mi libro reciente ‘La vida es una piñata’, donde pregunto: “¿Qué tanto te quejas de tu vida y qué tanto haces para cambiar tu realidad? Vivir en modo piñata es vivir a merced de las circunstancias. 

La piñata está colgando de una soguita, muy adornada por fuera y llena de cosas que alguien más le puso dentro y esperando estática e inerte que una fuerza la desfonde y la  lleve a tumbos sin un norte propio. 

Los seres  humanos vivimos en modo piñata o en modo creación. Vivir en modo creación es cambiarme a mí, para que las circunstancia cambien en mi vida en un futuro cercano. Vivir en modo creación es  elegir, porque soy líder, porque busco alternativas, porque busco qué puedo hacer. 

La mentalidad  de la piñata te hace víctima. Y lo grave es que si lo haces por mucho tiempo, te acostumbras al tipo de atención que recibe la víctima. No haces nada, te quejas y tienes la compasión y la solidadridad de otros, que te dicen ‘pobrecito’.

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