Los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia se asocian con problemas emocionales. Relaciones disfuncionales con la madre están involucradas en su origen. Consejos para padres.
Tienen una relación enfermiza con la comida. Dietas demasiado estrictas o hipercalóricas y en porciones exageradas, purgas y en general alteraciones en la forma de alimentarse marcan el comienzo y el final de los días de muchos adolescentes víctimas de trastornos de la conducta alimentaria. Un problema tan común como incomprendido, que hace 20 años padecían solo tres personas de cada cien y hoy ya se calcula que son diez de cada cien los afectados. Lea también: En Cali, el 1% de la población sufre trastornos alimenticios
Pero de lo que ya no existe ninguna duda es que estos trastornos, entre los que se cuenta la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa e incluso la obesidad, incluida más recientemente en este grupo, son como una especie de telón tras el cual se esconde un problema emocional o afectivo, que los psiquiatras han intentado explicar desde diferentes ángulos.
Comprender la raiz de estos trastornos para poder prevenirlos y darles el manejo adecuado son claves. Los especialistas explican.
En psiquiatría se parte del hecho de que para que una persona sufra un trastorno de la conducta alimentaria, se necesita que haya un miembro de la familia que favoreció esa relación patológica con la comida, que lo educó de cierta forma y le enseñó a comunicar sus emociones a través de la alimentación. Esto es lo que asegura el psiquiatra Lucio David González, máster en psicoanálisis.
Por eso, no es posible comprender estos trastornos ni entender al paciente ni tratarlo, si no se toma en cuenta su origen emocional.
Comer es un acto que involucra la boca. Pero a través de ella el recién nacido no solo se alimenta, sino que explora y conoce el mundo, incluso más que con los ojos, y le permite además relacionarse con la madre. De hecho, esa conexión que se establece entre ambos a través de la lactancia, por ejemplo, en la cual el niño obtiene placer al succionar el pezón y al mismo tiempo alimento, hace que se desarrolle una gran dependencia de la madre.
Así como en las parejas el nivel de compenetración dado por el amor lleva a que se manifiesten deseos como te voy a comer a besos, entre el niño y la madre ocurre algo similar, porque el menor la admira, quiere ser como ella, fundirse con su esencia, algo así como tragársela, explica el psiquiatra González.
Pero cuando la madre no está presente, no le brinda cariño y atención suficientes al menor, quizás porque no fue fruto de un embarazo deseado o porque hay conflictos en casa, González plantea que el niño en sentido figurado no puede tragársela o comérsela como quisiera. Entonces opta por ingerir todas esas emociones negativas del entorno, construir su identidad no a partir de su progenitora, sino de la doméstica o la abuela, que por lo general son las que están presentes, y finalmente, llenar ese vacío emocional a través del mismo sitio por el que aprendió a relacionarse con ella: la boca, desarrollando trastornos de la alimentación.
En efecto, conductas como el hecho de aislarse y optar por relacionarse con los alimentos, de perder peso y alterar su sistema de defensas se adoptan en estos trastornos como una forma de autoagresión para agredir simbólicamente al creador (la madre) y defenderse de su falta de cuidado.
La ausencia de afecto y acompañamiento maternal, lleva además a que el menor crea que el mundo no sirve, que es malo, y por eso las purgas y los vómitos tan típicos de la bulimia, que simbolizan que deben eliminarlo de cualquier forma.
Estos trastornos son mucho más comunes en el sexo femenino por varias razones. Tal como lo explica Diana Gómez, psiquiatra y psicoanalista especialista en trastornos de conducta alimentaria, esto se debe a que en ellas la delgadez y la forma del cuerpo es lo que alimenta su ego, de ahí que tengan más predisposición a obsesionarse por la figura.
En cambio, los hombres buscan tener más músculos para tener más fuerza y poder y atraer al sexo opuesto.
Las relaciones disfuncionales con la madre también afectan especialmente a las niñas. En ocasiones porque si la madre es muy joven, se desarrolla una relación de competencia, en la que la menor quiere superarla y si la progenitora tiene una exagerada preocupación por el cuerpo y adopta conductas rígidas en su alimentación, su hija aprende a comer de esa manera o incorpora el hábito pero de una manera desproporcionada: con el trastorno alimenticio, aclara la doctora Gómez.
Por otro lado, se ha comprobado, a través de persos estudios, como el de la psicoanalista francesa Silviana Olivier, que la madre de manera innata tiene una tendencia a amar más a sus hijos varones, lo que se evidencia en comportamientos como pasar más tiempo bañándolos, alimentándolos y tolerarlos más.
Por eso, los hijos varones sufren una especie de llenura emocional, mientras el sexo opuesto tiende a experimentar carencias e insatisfacción, de forma que prácticamente nada las llena, lo que hace que los trastornos alimenticios sean casi exclusivos de las mujeres.
Los patrones de belleza y eterna juventud, y como tal el rechazo a lo feo y lo viejo, que día a día promocionan las industrias a través de los medios de comunicación, tienen una buena parte de culpa, según Lucio David González, en la prevalencia de estos trastornos, pues difunden el ideal de cuerpos delgados con el abdomen plano, buscando llenar los vacíos emocionales con lo material. Ya no es la Biblia ni la ciencia las que dicen qué hacer como antes, sino el mercado, que se convierte en una especie de Dios para los adolescentes al que siguen fielmente, comenta.
Mientras la anorexia se asocia más con obsesión y rigidez de pensamiento, en la bulimia se cree que hay una alteración de la personalidad limítrofe, en la que hay estados de ánimo cambiantes, conductas de riesgo e inestabilidad emocional. Todo lo cual se traduce en alteraciones en la forma de alimentarse, que tienen que ver con ese desequilibrio.
Así lo explica Diana Gómez, quien aclara que la obesidad en cambio, se compara con una adicción, en la que la ansiedad y la depresión ocultas llevan a la persona a comer todo el tiempo, en especial, azúcares, carbohidratos y grasas, que utilizan como ansiolíticos. Pero como su efecto es tan corto, nunca hay saciedad, agrega Gómez.
El tratamiento médico.
La mayoría de estos trastornos desaparece con o sin tratamiento, que consiste por un lado en medicar a la persona con antidepresivos, que actúan estimulando la producción de serotonina, un neurotransmisor cerebral que al ser activado mejora el apetito.
Pero además hay que someter al paciente a una terapia cognitivo comportamental de reaprendizaje, para que aprenda a verse a sí mismo, a manejar su relación con la comida, con sus padres y con el entorno y elabore sus conflictos del pasado. Pero también hay que tratar a la familia, y en especial, a la persona cercana que favoreció esa conducta.
En los casos más avanzados y cuando fracasa el modelo psicológico puede ser necesario recetar antipsicóticos, hospitalizar al paciente y alimentarlo por sonda.
Aunque para el gremio médico, el manejo de estos trastornos puede resultar algo frustrante, porque el paciente entra en una especie de círculo vicioso, si se detecta a tiempo, el pronóstico puede ser muy favorable.
Sin embargo, en casos de anorexia se sabe que la mortalidad está por el 15%, si no se trata.
En casa.
Señales de alerta:
Esté atento a si sus hijos y, en especial las niñas, presentan alguna de estas conductas:
Los más comunesBulimia nerviosa. Se caracteriza por las conductas repetitivas de atracones (comer en exceso) y luego de purgas motivadas por sentimientos de culpa, que se realizan a escondidas, mediante vómitos provocados, liposucción, masajes, ejercicio, consumo de pastas o cualquier método que según el paciente sirva para eliminar lo que se consume.
Conlleva también problemas de autoimagen, pero no hay pérdida de peso como en la anorexia, sino que se mantiene el peso controlado.
Anorexia nerviosa. Que se manifiesta con restricciones drásticas en la alimentación y en algunos casos exceso de ejercicio, por temor al sobrepeso. Esto debido a que la paciente tiene una autoimagen alterada, de forma que siempre se ve gorda, aunque esté delgada.
En estos casos suelen presentarse deficiencias vitamínicas, problemas endorinos y se puede llegar a perder hasta un 50% del peso corporal.
En ocasiones la anorexia puede combinarse con algunos rasgos de bulimia.
Sobrepeso y obesidad. Hoy día los trastornos de la conducta alimentaria no solo se asocian con pérdida de peso, sino con ganancia. En este caso conllevan no solo alteraciones en la forma de alimentarse, sino en la movilidad y la funcionalidad sexual, entre otras consecuencias.