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La fórmula de Fundación Valle del Lili para ser una de las mejores clínicas del país

Vicente Borrero explica cómo esta institución enfrentó la crisis por el covid y cuál es la fórmula para convertirse en una de las clínicas más importantes de Colombia.

28 de febrero de 2021 Por:  Diego Martínez Lloreda

Que en circunstancias normales, el director de una institución de salud resulte elegido empresario del año, puede resultar extraño.
Pero cuando se trata de un año marcado por una pandemia, ya no se ve tan exótico que el encargado de gerenciar una clínica sea merecedor de tal distinción.

Y es que lograr que una entidad de salud logre afrontar una situación tan crítica, brindando la mejor atención a miles de pacientes, y además preservando la solidez de la institución es, sin duda, un inmenso logro.

Eso fue lo que llevó al Diario La República a destacar como empresario del año a Vicente Borrero Restrepo, director general de la Clínica Fundación Valle del Lili.

En esta entrevista, Borrero cuenta cómo logró sortear la emergencia sanitaria y además consolidar una institución que ya es un emblema de Cali y el Valle del Cauca.

Puede leer: Vicente Borrero, elegido empresario del año en la zona Pacífico

¿Por qué le dan al director de una clínica el Premio del Empresario del Año?
Durante el año 2020 el sector más afectado fue la salud. No todas las instituciones tuvieron la capacidad de responder a una crisis de nivel mundial y de esta magnitud que tuvo como común denominador desde el principio el miedo. La gente tiene ese temor atávico a lo desconocido, entonces dejó de venir a las instituciones.

Nosotros tuvimos en el mes de abril una reducción en la facturación de la Fundación del 40 %, en mayo del 30% y nos comenzamos a recuperar en el segundo semestre.

Yo había tenido la precaución de generarle a la Fundación una liquidez muy importante. Por otro lado, tuvimos mucho cuidado en manejar toda la parte de costos y gastos con mucha prudencia y los márgenes de la Fundación los íbamos guardando.

Nos agarró esta pandemia, se nos cayó la facturación, pero teníamos suficiente respaldo económico para atender nuestra obligaciones de nómina, con los proveedores de insumos y medicamentos, con el sector financiero, Fisco, la Dian, y eso nos generó una gran confianza en el sector bancario que nos abrió las puertas, aunque no tuvimos que recurrir a ellos. Nuestra calificación crediticia se mantuvo en triple A, que eso no es común en las instituciones de salud.

¿El éxito que ha tenido la Fundación se debe a que ha sido manejada como una empresa?

Parte del éxito. Tuve la suerte de hacer tres doctorados en mi vida: uno, en la Universidad del Valle, en medicina; otro me gané una beca en la Fundación Rockefeller e hice doctorado en administración en servicios de salud en la Universidad de Harvard, y posteriormente hice un doctorado al lado del doctor Carlos Ardila Lülle.

Con Carlos aprendí dos cosas: la primera, que para hacer empresa y crecer hay que asumir riesgos; y segundo, que hay que mantener la liquidez, con un gran sentido de generosidad.

Ese tercer doctorado me ha servido mucho para entender la Fundación y manejarla como una empresa, con prioridades distintas, de servicio, de ayudar a la comunidad, de privilegiar el recurso humano sobre el recurso tecnológico.

Ese sentido de empresa orientada a servir a la comunidad y a sus excedentes van en su totalidad a cumplir sus cuatro objetivos: servicios de excelente calidad, educación médica de excelente calidad, investigación, sobre todo relacionada con los problemas propios, y apoyo social.

Por ese manejo empresarial que se le ha dado a la clínica algunas personas tienen la percepción de que es una clínica para ricos...

Una de las cosas que me ha dado satisfacción de este reconocimiento nacional es que le ha podido mostrar a Cali y a la región que si los vallecaucanos trabajamos unidos y tenemos propósitos comunes importantes podemos salir adelante.

El inicio de la Fundación, cuando llegué en el año 1989, fue muy duro, todos me decían que estaba loco, que esto era imposible, que esta iba a ser una clínica elitista, inclusive me llegaron a decir que yo lo que quería era valorizar las tierras de la familia Garcés Giraldo ¡pura paja! El 75 % de los pacientes que atendemos hoy en la Fundación son de los estratos más necesitados de la población, son el plan subsidiado, los empleados de las distintas organizaciones empresariales de la región que cotizan al sistema de salud, aquí no hay distinción.

Hace varios años el doctor Ardila Lülle estuvo hospitalizado en UCI, y al lado había un paciente de Puerto Tejada y a la gente le llamaba la atención el servicio, los médicos, los equipos, que tenía el doctor Ardila Lüle y el señor eran exactamente los mismos, por una filosofía de fondo, que quiero que sea mi herencia: en la Fundación Valle de Lili no atendemos enfermedades, atendemos seres humanos enfermos.
Esa filosofía del sentido humanista, solidario, aún de sacrificio, de la gente, tiene que mantenerse y es lo que le estamos inculcando a los estudiantes de medicina.

¿Ha sido el covid el mayor reto para esta institución?

Esta institución ha tenido varios retos. Los primeros años fueron muy duros, fue un reto distinto el que vivimos en esa época porque era el reto de sobrevivir en circunstancias difíciles.

Desde el punto de vista de atención en salud, sin duda el covid ha sido un gran reto para esta Fundación, por dos razones: porque nunca pensamos que íbamos a tener esa avalancha de enfermos críticos, y, la segunda, porque la gente por conocimiento y prestigio que tiene la Fundación prefería venir aquí antes que otra parte, y era un problema muy serio remitir a otra parte porque no se querían ir.

La Fundación pudo organizar en el servicio de Urgencias 40 camas adicionales de Cuidado Intensivo, eso es toda una proeza. Lo pudimos hacer porque teníamos el recurso humano calificado para enfrentar el problema. No hemos tenido un solo apoyo, auxilio del Estado.

Ha sido gestión privada pura, al servicio de los mismos objetivos del Estado. En cuidado crítico, dermatólogos, otorrinos, se ofrecieron voluntariamente a hacer turnos y a exponerse, apoyar a los que sí sabían de cuidado crítico.

Entonces formamos equipos de atención en cuidado intensivo liderado por un especialista, pero el resto del grupo lo conformaban médicos y enfermeras que si bien no eran especialistas en cuidado crítico, tenían la orientación de una persona que sí sabía. Sí fue, desde el punto de vista de atención en salud, el año más difícil que hemos tenido.

“No hemos tenido un solo apoyo,
auxilio del Estado. Ha sido gestión privada pura, al servicio de los mismos
objetivos del Estado”.

¿Cómo le ha parecido el manejo que el Gobierno le ha dado a la pandemia con las vacunas?

El presidente Duque ha actuado con la mejor intención y buena fe. Es un hombre intrínsecamente bueno, que quiere lo mejor para los colombianos. Desafortunadamente, uno en esas posiciones de poder a veces no tienen los apoyos necesarios ni tiene por qué conocer las minucias de las distintas áreas.

El sistema de salud de Colombia está en manos de politiqueros, de corruptos que explotan el sistema o lo ordeñan y es muy difícil que el Gobierno Nacional, el Presidente o su Ministro de Salud puedan ejercer autoridad y control eficiente en el país como está organizado hoy en salud. Ellos han tenido la mejor voluntad, disposición, han gastado plata en dotaciones que muchas veces se han perdido.

Lleva 31 años en la Fundación, ¿hasta cuándo va a estar Vicente Borrero en la institución?

Recuerdo en una clase de Harvard que un profesor nos decía: recuerden siempre cuando ustedes sean los líderes de sus empresas o negocios, que ustedes no son ni indispensables ni irremplazables.

Usted tiene la obligación de generar una estructura y preparar personas para que en caso que no esté, lo reemplacen y no haya mayores traumatismos.

En nuestro medio se cree que los jóvenes son los dueños de la verdad revelada. Cuando se llega a cierta edad, ciertas personas se vuelven desechables, pero es que tampoco han mirado que hay fracasados de 30 años y hombres exitosos de más de 80.

No es la edad cronológica como se debe medir a las personas sino por sus resultados y por su capacidad de seguir generando buenos resultados.

Yo me siento bien, en capacidad de trabajar, no concibo, no está en mi diccionario la palabra pensión, retiro, jubilación.

Yo no estoy construido para sentarme en un café, en el bar, a rajar del prójimo, sino que yo trabajaré hasta el último día.

¿Se vieron obligados a recortar la nómina de la clínica en esta pandemia?

En esta crisis no solo no salimos de un solo empleado sino que aumentamos el empleo por las necesidades mismas de la pandemia. En este momento tenemos 5200 empleados, y casi 1000 médicos. Manejar médicos no es fácil, pero aquí los hemos logrado motivar, llevar a trabajar en grupo.

Aquí consideramos y valoramos como nuestro activo más importante el recurso humano. Aquí hemos tenido desde el primer día, aún sin plata, la política de educar, especializar, mandar al exterior, becar a los médicos nuestros y al personal administrativo para que enriquezcan su vida y su conocimiento.

Eso ha traído unos resultados extraordinarios.

¿Cuáles son los proyectos a corto plazo que tiene la Fundación?

¿Cuál ha sido el objetivo de la Fundación? Atender la demanda cada vez más grande que tenemos.

El suroccidente de Colombia tiene muy pocas clínicas y recursos de salud de alta complejidad. Recibimos gente del Eje Cafetero, Risaralda, Quindío, de toda la Costa Pacífica, inclusive del Chocó. ¿Por qué construimos? Porque tenemos una demanda insatisfecha creciente todos los días. Esto ha crecido por demanda, nunca hemos tenido camas ni servicios desocupados.

La más reciente construcción de 12 pisos y 125 camas estará terminada en un año y ya está llena porque tenemos 125 personas hospitalizada en camillas en urgencias y corredores.

Lo mismo nos está pasando con la que acabamos de comprar a Comfandi, que el servicio de Urgencias está lleno.

Hay una necesidad sentida de servicios de salud de calidad a la cual hay que atender. Claro, no podemos atender toda, pero sí atender en lo posible y crecer en lo posible sin endeudarnos, sin correr riesgos financieros.

La Fundación tiene la obligación de crecer y seguiremos creciendo, educando. Hay que ayudar a construir país. Si uno piensa con un sentido de responsabilidad social, y a la vez responsabilidad empresarial, las cosas se pueden hacer.

“Seré el último en vacunarme”

Los médicos también tienen privilegios. ¿Usted está en ese grupo de privilegiados que ya tuvo su ‘pinchazo’ con la vacuna del covid?

Tuve la fortuna de crecer con un padre que me enseñó algo muy valioso, me decía: ‘Mijo, nunca sea ventajoso, nunca se aproveche de su posición. En la vida, busque la equidad, que las partes queden satisfechas’. Aquí es igual. Uno tiene que liderar con el ejemplo.

Yo quiero ser el último en vacunarme y asegurarme de que toda mi gente está asegurada primero, a pesar de mi edad y de que tengo comorbilidades propias de la edad, pero quiero tener la tranquilidad de conciencia de que mi preocupación fundamental fue la gente y no mi seguridad personal.

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