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Aprenda a reconocer la hiperactividad en los niños

De no tratarse, este trastorno puede causar serios problemas a todo nivel. Conozca las señales que indican que hay que consultar y las pautas para darle un manejo adecuado en casa.

18 de noviembre de 2015 Por: Zorayda Lenis Rengifo | El País

De no tratarse, este trastorno puede causar serios problemas a todo nivel. Conozca las señales que indican que hay que consultar y las pautas para darle un manejo adecuado en casa.

El término ha sido muy malinterpretado. Casi que a cada niño inquieto se le señala con el rótulo de hiperactivo.

Pero la realidad es que aunque esta condición implica un exceso de energía y movimiento debe ir acompañada de otros ingredientes para que pueda diagnosticarse como un trastorno.

De hecho, usualmente este problema se acompaña de otros como el déficit de atención (aunque este puede darse sin hiperactividad) y la impulsividad, lo que configura un cuadro que amerita un manejo especial, tanto en casa como de manos de un profesional.

De lo contrario, ese niño hiperactivo crecerá generándole un alto nivel de estrés a sus padres y con una serie de dificultades familiares, escolares y sociales, que se mantendrán hasta la adultez.

Los signos del trastorno

El manual diagnóstico de las enfermedades mentales del 2013 (DCM5) establece que si el menor presenta al menos seis de los siguientes signos, se diagnostica con hiperactividad:

Mueve o retuerce permanentemente las manos y los pies.

No se puede quedar quieto.

Tiene dificultad para permanecer sentado.

Corre o trepa de manera excesiva.

Sufre agitación extrema. Es acelerado.

Actúa como si tuviera motor.

Habla en exceso.

Responde antes que terminen de preguntarle algo.

Tiene dificultad para esperar el turno.

Interrumpe a los demás.

Tiene dificultades para realizar una actividad en completa calma y tranquilidad. Hace muchas cosas a la vez y no termina ninguna. 

Asimismo, los criterios para determinar que existe déficit de atención son:

Tiene dificultar para fijar la atención en tareas cotidianas que demandan concentración.

Tiene problemas de concentración, incluso cuando se trata de una actividad que lo motiva, como ver su programa favorito de televisión.

No le presta atención a los detalles.

Comete errores por descuido.

Parece que no escucha lo que se le dice.

No sigue instrucciones.

Cambia constantemente de actividad.

No termina tareas.

Se niega a realizar actividades que le generen esfuerzo, sobre todo si implican invertir un tiempo prolongado.

Pierde sus pertenencias con mucha frecuencia.

Se distrae fácilmente.

Es olvidadizo.

Por otro lado, los signos de la impulsividad son, según el doctor Édgar Bastidas, psicólogo clínico infantil, especialista en problemas de conducta:

Actúa sin pensar.

Es demasiado arriesgado.

No mide los peligros ni las consecuencias.

Hace lo primero que se le ocurre.

Las causas

Genéticas. Tal como lo explica el doctor Bastidas, la persona nace con la predisposición, la cual puede dispararse por factores biológicos o ambientales.

Biológicas. Se relaciona con consumo de sustancias psicoactivas durante el embarazo, bajo peso al nacer y parto prematuro.

Neurológicas. “Es decir –explica la psicóloga y neuropsicóloga infantil, Claudia Bolívar--, a raiz de una lesión cerebral, especialmente del lóbulo frontal derecho o por deficiencia de noradrenalina”.

Ambientales. “Como exceso de ruido, que puede estimular al pequeño de manera negativa, causándole fatiga y desesperación. También por exceso de desorden en el hogar, como padres que no tienen horarios fijos de trabajo, familias en las que no hay una autoridad definida sino que todos mandan, en las que no hay normas claras, los hijos viven a la deriva sin una guía clara y donde hay falta de organización espacial”, comenta Sarah Manrique, psicóloga especialista en desarrollo intelectual, magister en desarrollo educativo y social.

Sociales. Por falta de afecto el niño puede tratar de llamar la atención tornándose hiperactivo.

Cómo le afecta

La hiperactividad puede alterar el desempeño del menor en las distintas áreas de la vida, como la cognitiva, la conductual, la escolar, la social y la emocional, así:

“Lo primero que se altera es su autoconcepto, es decir, la percepción que se tiene de sí mismo, sobre quién es y qué misión tiene en la vida. Esto debido a que no está recibiendo retroalimentación. Esto sin contar que tiene problemas de aprendizaje por falta de atención y concentración, que disminuyen su rendimiento escolar, por lo que no puede responder a las tareas y evaluaciones”, explica la doctora Sarah Manrique.

El menor afronta muchas dificultades puesto que carece del conocimiento suficiente para afrontar las diferentes situaciones en la vida.

Tal como lo advierte la doctora Claudia Bolívar, “puede caer fácilmente en adicciones o conductas delictivas, puesto que va a ser una persona que no asume normas ni se puede controlar”.

También se afectan las relaciones con los demás, puesto que el niño tiende a ser rechazado por sus compañeros de estudio y sus familiares.

Por otro lado, la doctora Bolívar aclara que una conducta en un niño puede ser inadecuada según su edad y el medio en el que se desarrolle, pues a los 2 años no se puede autoregular, pero a los 7 años sí debe tener más autonomía. “Asimismo, no se puede juzgar igual a un menor que vive en un apartamento al que reside en el campo donde por el espacio abierto es más difícil detectar si es hiperactivo o no”, agrega.

El tratamiento

Según el doctor Bastidas, hay básicamente dos alternativas de tratamiento, dependiendo del grado de severidad del caso, así:

Medicamentos. Cuando el problema es de origen neurológico y es severo se opta por formular medicamentos

Terapia cognitivo conductual. En la que se le enseña al niño a planificar sus rutinas y organizar sus hábitos.

Qué hacer

Proporciónele un ambiente de armonía y orden en casa.

Establezca horarios fijos para las distintas tareas, de forma que el niño sepa a qué atenerse y no se torne ansioso o inquieto sin saber qué va a pasar. Eso es lo que recomienda el doctor Bastidas, quien sugiere escribir la agenda del menor en una cartulina con colores vistosos y pegarla en la pared del cuarto.

Ejerza una labor permanente de observación de la conducta de sus hijos.

Trate de escucharlos y comprenderlos al máximo.

Dedíqueles tiempo suficiente.

Para la doctora Bolívar es importante que usted “haga lo posible para que su pequeño se sienta apreciado, atendido y respetado. Así, sentirá que debe corresponderle a las personas que le han tratado bien”.

Si detecta señales de déficit de atención e hiperactividad consulte de inmediato. No deje pasar más tiempo pensando que el problema va a pasar o se va a solucionar solo. Entienda que entre más pronto se le brinde tratamiento al problema, más fácil se corregirá.

Enséñele con el ejemplo. Procure que su hijo le vea calmado, quieto, concentrado.

Háblele siempre de una manera positiva. Por ejemplo, dígale “príncipe qué bien lo hiciste” o “te está quedando divino”.

Nunca lo obligue a realizar una actividad. Exprésele “no importa que no quieres hacer nada ahora, déjemoslo para después”.

Tenga en cuenta que su hijo no se comporta así a conciencia, ni para causarle enojo a sus padres, sino que lo hace espontáneamente.

“Si en algún momento siente que usted se está descontrolando, dígale que va a tomar agua y regrese. O si el niño es quien se sale de control, dígale que vaya a su cuarto hasta que se calme”, explica la doctora Bolívar.

Ayúdele a construir su yo. Exprésele que entiende lo que siente, pero que debe corregir esa conducta.

“No le castigue. Tampoco le regañe o le grite”, advierte el doctor Bastidas. Mejor explíquele las consecuencias de sus actos y las posibles soluciones. Reaccione de manera proporcional al error que cometió el niño.

Entienda que su hijo es igual a los demás, pero con algunas características diferentes en las que necesita ayuda. En esto hace énfasis la doctora Bolívar, quien recomienda que en momentos de crisis se le digan al niño frases como: “sé que necesitas moverte, pero puedes romper la mesa, entonces mejor vámonos a saltar al patio o vamos a la piscina”.

A la hora de hacer tareas o estudiar realice sesiones cortas de unos 15 minutos y vaya aumentando gradualmente el tiempo cada vez.

Póngale normas claras y precisas tanto para hacer las tareas como para colaborar en las labores de la casa.

La doctora Manrique le sugiere practicar las siguientes actividades con su hijo, las cuales favorecen la maduración neurológica y le ayudan a permanecer concentrado y por tiempos prolongados en una tarea:

Buscar algún detalle en un dibujo o un cuadro.

Aparear cintas del mismo color.

Recortar figuras.

Rellenar dibujos con colores.

Llenar una alcancía con fríjoles.

Repasar las líneas de un libro.

Jugar estatua o stop.

Leer un libro juntos.

Hágale un masaje o déle un abrazo con fuerza por un buen rato. Esto le ayudará a memorizar formas de estarse quieto por más tiempo.

En opinión de Claudia Bolívar hay unos rasgos del trastorno que se pueden dar de acuerdo con la etapa evolutiva del niño:

2 a 4 años: se relaciona con dificultades del sueño, irritabilidad, problemas con el control de esfínteres, rebeldía, pesadillas y terrores nocturnos.

4 a 6 años: baja tolerancia a la frustración, terrores nocturnos y pesadillas.

6 a 8 años: hipersensibilidad, mentiras, tics nerviosos.

9 años: comerse las uñas.

Adolescentes: dificultades escolares, bajo rendimiento, rebeldía.

Datos claves

Las ventajas de la hiperactividad, siempre y cuando sea bien enfocada, es que estos niños tienen un gran entusiasmo, están llenos de energía, participan en la mayoría de actividades escolares y están abiertos a las nuevas ideas.

La hiperactividad suele confundirse con conductas de oposición propias de la edad, dificultades intelectuales, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo y trastornos del sueño.

Baja tolerancia a la frustración, terquedad, arrebatos emocionales, fragilidad emocional, baja autoestima son problemas asociados a la hiperactividad.

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