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No hay paz sin concesiones, eso es una fantasía: experto en resolución de conflictos

Slomo Ben-Amí, experto en negociaciones, dice que la oposición tiene todo el derecho de criticar. “El de Colombia es uno de los procesos más transparentes que he visto”.

29 de noviembre de 2015 Por: Olga Lucía Criollo | Reportera de El País

Slomo Ben-Amí, experto en negociaciones, dice que la oposición tiene todo el derecho de criticar. “El de Colombia es uno de los procesos más transparentes que he visto”.

"El que por la mañana se hable de paz y por la tarde se entierren los muertos no es fácil de asumir. Pero creo que ahora Colombia está en el buen camino, hay un cese al fuego unilateral de la guerrilla y hay acuerdos para avanzar hacia una situación de cese bilateral”, dice Slomo Ben-Amí, excanciller de Israel experto en resolución de conflictos.

Muy optimista con respecto a la firma de la paz, Ben-Amí le dijo desde España a El País que en Colombia hay “un presidente que tiene toda la autoridad para negociar y la oposición tiene todo el derecho de criticar, y al final el que decidirá será el pueblo colombiano”.

Tras tres años de diálogos, el proceso con las Farc  parece seguir teniendo más credibilidad a nivel internacional que dentro del país. ¿A qué cree que se debe esa situación?

Es bastante lógico porque el proceso se ha extendido más de lo que la gente esperaba. Y ya no, pero  había una situación de conflicto real, con muertos y choques entre la Fuerza Pública y la guerrilla, y eso a la gente le cuesta mucho asumirlo. El que por la mañana se hable de paz y por la tarde se entierren los muertos no es fácil de asumir. Pero creo que ahora Colombia está en el buen camino, hay un cese  el fuego unilateral de la guerrilla y hay acuerdos para avanzar hacia un cese bilateral. En todos los procesos de paz, no solo en Colombia, la gente siempre es escéptica, pero no me cabe la menor duda de que, cuando llegue, el colombiano verá las ventajas de una Colombia en paz, una Colombia que incrementará su capacidad económica, su prestigio internacional y se posesionará como gran poder emergente. El máximo temor es ver a las Farc en el Congreso o la cuestión de la impunidad que no existe, porque lo que se ha acordado en La Habana cuadra perfecto con el derecho internacional humanitario.

¿Pero según su experiencia es “normal” que haya una oposición tan férrea de parte de políticos contrarios al Gobierno y hasta de funcionarios como el Procurador?

Es perfectamente normal. Uno tiene que asumir que ni el presidente Uribe ni el Procurador están haciendo política con esto, sino que eso es lo que creen. En Colombia hay un gobierno legítimo, un presidente que tiene toda la autoridad para negociar, y la oposición tiene todo el derecho de criticar, y al final el que decidirá será el pueblo colombiano, por tanto, hay que seguir adelante. No hay paz sin concesiones. Eso no existe, es una fantasía. Si quieres la paz, tienes que pagar un precio y la gente no siempre está de acuerdo con el precio. Todo el mundo quiere la paz, pero se cree que es un almuerzo gratis y no es así, son las reglas de juego.

¿Será por eso que las partes no han logrado ponerse de acuerdo sobre el tema  de  justicia, pese al apretón de manos del 23 de septiembre?

Efectivamente hubo diez puntos que se acordaron en La Habana, pero también hay puntos adicionales que no se desarrollaron y sobre los que hay una divergencia que se está intentando conciliar. Yo confío que se conseguirá. Son dificultades inevitables. El problema que tiene hoy la opinión pública es que, a pesar de las críticas que se hacen al gobierno Santos por parte de la oposición, este es uno de los procesos de paz más transparentes que he visto en cualquier parte del mundo. Normalmente se negocia a puerta cerrada y con secretismo y la gente se entera al final, cuando todo está acordado, y deciden si lo quieren o no, pero aquí hay una transparencia democrática y eso debilita políticamente al Gobierno, pero cuando se firme el acuerdo final se entenderá que  eran concesiones inevitables. Hay que ver el paquete entero y la Nación no puede verlo porque todavía no se cerró. No es el ambiente en el cual normalmente se desarrolla un proceso de paz, pero es un crédito de la democracia colombiana, que está haciendo un proceso bastante participativo a nivel popular.

En esa medida, cómo explicarles a las víctimas y a los ciudadanos del común que alguien que  cometió crímenes graves pueda recibir curules directas en el Senado?

He visto en distintas partes del mundo que las víctimas suelen ser mucho más indulgentes que los que no fueron víctimas. La paz no es un proceso de venganza, es un proceso de reconciliación nacional y de reparación a las víctimas, y un gran aporte a la reparación es que no habrá más víctimas. Creo que en Colombia hay sectores importantes de las familias de las víctimas que entienden que hay que pagar un precio para la paz. Pero ver a los de la guerrilla en el Congreso es el dilema que el Presidente tiene que resolver, porque este proceso está fundado sobre el hecho de que las Farc  se desmovilicen y dejen las armas, y que el Gobierno les permita reintegrarse a la sociedad después de haber pagado las penas acordadas en la justicia transicional. Pero si van a elecciones no entra nadie, entonces la lógica es que ellos vayan al Parlamento a difundir sus ideas y a defenderlas, porque no tienen votos para entrar.

¿Se puede cumplir la meta de firmar la paz el 23 de marzo del 2016?

Las fechas no son sagradas. Puede no cumplirse, pero no descarte la posibilidad de que se anticipe, porque los temas que faltan lo que requieren son decisiones de coraje político por parte más que nada de la guerrilla, porque el Gobierno está tomando muchas decisiones históricas. Este conflicto no tiene marcha atrás, después de haber llegado hasta dónde ha llegado,  es irreversible. En mi opinión, las Farc no tienen otro camino que seguir en la senda del acuerdo de paz y se pueden incluso  cortar los plazos, no tiene que ser en marzo.

Muchos colombianos le temen al posconflicto. ¿Cómo debe darse ese proceso para que sea exitoso?

El éxito dependerá mucho de lo que haga el Gobierno después del fin del conflicto: tendrá que implementar la presencia de las instituciones en las zonas donde no estaba presente y la guerrilla llenó ese vacío. No es fácil, porque Colombia es un país muy grande y buena  parte es selva, pero es vital que tribunales, Policía, colegios, infraestructura lleguen adonde tienen qué llegar. Es achicar el espacio a todo tipo de organizaciones criminales. La otra cosa tiene que ver con el despliegue de la Fuerza Pública. Creo que Colombia podría intentar desarrollar un concepto de protección cívica, como en EE. UU., porque habría más concentración en la seguridad de los ciudadanos. En algún momento se pensará en ese camino, no necesariamente  inmediatamente después del acuerdo.

Una de las críticas que se le hace al Gobierno es que no ha hecho pedagogía para paz y  de ahí el temor a la refrendación de los acuerdos… 

A mí me consta que el Gobierno tiene ideas y programas para salir a una campaña de pedagogía popular. Y no es para ganar el referendo, no tiene que ser una campaña para votos, tendrán que hacerse foros cívicos y debates en televisión para mentalizar a la Nación de qué significa para Colombia la paz.

¿Cuál debe ser el papel de los empresarios en el posconflicto? “Si esta paz no se hace entre todos, no se hará bien.  El Gobierno puede firmarla, puede poner presupuestos y dar directrices, pero al fin y al cabo son los colombianos los que tienen que dar contenido a la paz y la clase empresarial siempre ha sido la más interesada en estos acuerdos, porque trae crecimiento, inversión. Los primeros que van a salir ganando son ellos, por lo cual se les tendría que exigir que arrimen el hombro. No se trata de ofrecer regalos sino de hacer cursos de capacitación para que la gente pueda moverse de una cosa a la otra. De eso trata la reinserción y es la mejor forma de evitar que esto vuelva a ocurrir”.

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