Así debería cambiar nuestro lenguaje cotidiano para alcanzar la paz

En estos tiempos de paz, dígale adiós a las frases cargadas de violencia que se emplean en la cotidianidad.

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25 de sept de 2016, 12:00 a. m.

Actualizado el 18 de abr de 2023, 06:47 a. m.

En estos tiempos de paz, dígale adiós a las frases cargadas de violencia que se emplean en la cotidianidad.

Las palabras tienen tanto impacto como una bala. El lenguaje tiene una carga no solo semántica sino emocional  y social, y si bien no se puede matar con las palabras o herir con ellas de manera física, estas tienen una trascendencia muy importante dentro de las sociedades.  La forma violenta como nos expresamos en la vida cotidiana puede incidir en que una persona se vuelva agresiva o una resentida social. O que un grupo o una comunidad se exacerbe ante un discurso agitador.

De ahí que en estos tiempos de reconciliación y paz se busque también la pacificación del lenguaje en todos los ámbitos de la sociedad. Porque, tal como lo comenta la investigadora Tania Rodríguez, del Instituto de Estudios Interculturales de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, “el lenguaje puede ser una de las formas de violencia más profundas”.

El lenguaje no es solamente la forma en la que transmitimos nuestras percepciones de la realidad y de los otros, agrega Rodríguez, sino que también tiene  el poder de construir realidades y sujetos al nombrarlo de una y otra manera.  La forma como comprendemos la realidad determina cómo actuamos en ella y cómo nos relacionamos con aquellos que participan también de esa realidad.“No es lo mismo decir que tenemos en el país un conflicto social y armado a decir que enfrentamos una amenaza terrorista. Se trata de los mismos hechos, pero al nombrarlos de una u otra manera, adquieren significados diferentes. Igualmente, nombrar los hechos genera efecto sobre los actores de los mismos; si tenemos un conflicto armado, son protagonistas del mismo la guerrilla o la insurgencia y el Estado nacional. Pero si lo que enfrentamos en Colombia es una amenaza terrorista sus protagonistas son un grupo de delincuentes y narcotraficantes”, ilustra la investigadora.

¿Cómo morigerar el lenguaje en la pareja, con los hijos, en los medios de comunicación y en las empresas para contribuir a la verdadera pacificación de nuestra sociedad?

Especialistas consultados por El País nos dicen de qué manera:

Medios de comunicación Los medios de comunicación pueden contribuir a morigerar el lenguaje, opina la docente Tania Rodríguez, de la Universidad Javeriana, describiendo los hechos sin asignar juicios de valor y adjetivos negativos a los mismos y a los protagonistas. Es fundamental profundizar y enfatizar en todo aquello que refleja la posibilidad de diálogo, aquello que es común a las partes, aquello positivo que da esperanza a la sociedad. Rodríguez pone de manifiesto el caso de las dos jóvenes argentinas que en su viaje por Ecuador enfrentaron el abuso sexual y la muerte. “Los medios se enfocaron en culpar a sus padres y a ellas por viajar solas. Esto empeora la situación, porque además de echarles la culpa a las víctimas excusan que sucedan este tipo de violencia”, explica la investigadora. “Si no se saca ese diablillo que adjetiva mucho y que de forma negativa aparece en las redacciones no vamos a poder cambiar mucho el panorama en el posconflicto”, interviene el docente Lizandro Penagos, de la UAO. “Ese lenguaje y ese discurso beligerante prende televisores y vende periódicos, pero  no ayuda a construir nación ni aporta a la búsqueda de la paz que se está pretendiendo”, agrega Penagos. El profesor Penagos recuerda al padre Alirio en Bogotá que lideró una campaña en los estadios para trabajar con las barras y pedía que los narradores deportivos evitaran frases como “este juego será una batalla campal”, “una guerra a muerte”, “tal jugador sí le pone huevas a este encuentro”, todo ese discurso que hacía exacerbar los ánimos. “El problema es que de alguna manera lo que la sociedad no puede hacer se lo endilga al lenguaje. O sea, hay unas imposiciones morales que pretenden arreglar el orden desde lo verbal. Y claro, por algo se tiene que comenzar”. Penagos advierte también que no se trata de coartar la libertad de expresión, de prensa o de información, sino decirle a la gente las cosas con un mayor contexto. “Cuando se descontextualiza definitivamente se está tomando partido por la línea más amarillista del sensacionalismo”. El problema es el discurso sin un antes y sin un después, comenta Penagos. Si el lenguaje de los periodistas y el discurso de los medios explica a sus audiencias que las cosas que pasan tiene unos antecedentes, se desarrollan en medio de unas circunstancias específicas que terminan por alterarlas y eso a su vez tiene consecuencias, con eso se morigera el lenguaje. “Pero un lenguaje incendiario, repetir o asumir ideología o posiciones de los bandos en conflicto no le va a ayudar a los medios a moderar el discurso”. Con la pareja La psicóloga y terapeuta de pareja Chiquinquirá Blandón opina que es importante tener en cuenta que cuando estamos enojados se suelen decir frases al cónyuge que lo lastiman y hacen mucho daño. “Cualquier palabra o frase que tenga la intención de ofender o que tenga implícita un  sentimiento de mofa o de sarcasmo va a lastimar, así se maquille o se le ponga un ‘Hello Kitty’, de todas maneras va a ser daño. Por eso hay que evitarlas en lo posible”, recomienda Blandón. Frases con las que se busque ofender a la familia de la pareja tienden siempre a lesionarla: “eres igual de cantaletera que tu mamá”, “eres tan amargado como tu papá”, “esa familia tuya no sirve para nada”… Y lo peor es  que no se reconozca el error, no se ofrezcan disculpas y se le dé poca importancia a la ofensa: “¿Pero, ¿yo qué te dije?’”. “Yo no te dije nada, eso no es para tanto”. Hay que tener cuidado con las frases que aluden a la apariencia física del otro: “ya tú estás muy viejo y barrigón”, “estás muy descuidada”.Frases que incluyen amenaza: “esto se acabó”, “no voy a volver nunca más”, “esta relación es una m..”. Frases que impidan la comunicación: “cállate, tú no hablas sino pendejadas”, “siempre estás con lo mismo”. Oraciones en las que se usen adjetivos con los que se descalifique a la pareja o se denigre de ella: “usted no sirve para nada”, “¡cómo se te ocurrió hacer eso!”. Frases con sarcasmo: “ay, no, eso le pasó por inteligente”. Antes de escuchar al otro se emite un juicio, se ha condenado a la persona. Si llega la pareja tarde, por ejemplo, en vez de escuchar qué le pasó, su cónyuge le dice: “’claro, como a ti ya no te importa esta casa, como para ti somos lo último’, ‘claro, como primero están tus amigos’, eso es violencia, porque lo primero que tengo que hacer es escuchar amorosa y empáticamente al otro”, manifiesta la psicóloga Blandón. Con los hijos Los padres tratando de controlar la conducta de sus hijos, especialmente de los adolescentes, emplean la violencia, opina la psicóloga Chiquinquirá Blandón. Cuando tienen alguna conducta inapropiada  los juzgan con severidad. Si el chico dejó la pieza desordenada no le dicen, ¿por qué dejó el cuarto desarreglado? Vaya a ordenarlo, sino que le grita: “como siempre, usted tan desordenado”. A las adolescentes les lanzan frases como “solo le falta que traiga la barriga llena de huesos”. “Usted no va a servir sino para abrir las piernas”. “Se está vistiendo como una vagabunda”. O a los jóvenes los insultan con frases como “no sé para qué va al colegio”. “Esa cabeza le sirve solo para tener pelo”. Les juzgan a sus amigos: “Claro, con esa manada de irresponsables con los que usted sale”; “esos son una manada de marihuaneros”. “Hay mucha agresión.  La comunicación en muchos hogares es violenta. Porque siempre se está juzgando el comportamiento y siempre que una conducta se juzga como un rasgo de personalidad hay violencia”, comenta Blandón. Para la jefe del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente, Elizabeth Gómez Etayo, socióloga con doctorado en ciencias sociales, hay frases y comportamientos que los padres deben evitar para que no haya un ambiente belicoso en el hogar. Al niño  por ejemplo, se le enseña a extorsionar cuando sutilmente le decimos, ante una obligación normal que debe cumplir: “haga tal cosa y le doy este premio”. Por eso,  en otra ocasión,  tienen que amenazarlos o los insultan para que hagan algo. En las empresas De acuerdo con la coach ejecutiva y docente Ángela Mendoza,   estas son frases que desempoderan a los empleados. Por eso lo mejor es decirles adiós: “Es su culpa”. Culpar al otro no permite que este aprenda sino que pierda poder creativo. Es distinto conversar y que él pueda ver el aprendizaje para ir mejorando los procesos.“Hay gente mejor que usted y más barata”: Típica frase que desempodera al otro, que solo intoxica.“Si no está de acuerdo pues la puerta está abierta”: Es la salida más cómoda de no llegar a acuerdos. No solo la arrogancia es la que habla sino la amenaza, lo cual es lo más tóxico para un lugar de trabajo.“Yo no sé usted qué piensa hacer, pero hágalo”: El jefe no se involucra o el compañero. Es distinto si se dice: “¿Qué podemos hacer?”.“Porque así son las cosas y punto. Aquí siempre se ha hecho así”: No permite escuchar la creatividad de otros y traer nuevos aprendizajes.“¿Qué parte usted no entendió de lo que dije?”. Es distinto preguntarle al otro qué fue lo que escuchó o quizás no fui claro en explicar.“No me traiga problemas, tráigame soluciones”. Es la típica frase para zafarnos y no escuchar los ‘chicharrones’ que se presentan. La invitación es a que escuchen en conjunto cómo resolverlos, seguro será más beneficioso para el equipo.
Claros ejemplos El docente Lizandro Penagos, de la UAO,   dice que a los medios se les critica  cuando cubren  movilizaciones indígenas. Algunos titulan e informan sobre “marcha de los indígenas”. Y para los indígenas lo que ellos hacen no es marchar, pues la marcha se asocia con botas, con un concepto militar. Para ellos, lo que hacen es “movilización de la palabra”. “Entonces respeten lo que ellos están diciendo y no titulen así”, aconseja. Estar amenazando  permanentemente al niño y no definirle claramente las normas es otro comportamiento que se debe evitar, manifiesta la socióloga Elizabeth Gómez Etayo. “Si no hace tal cosa, le pego; si no hace esta tarea se lo digo a tu papá. Todo el tiempo es una constante amenaza y no le definen la norma: ‘usted tiene que dormir, estudiar, comer’, pero se tiene que hacer amorosamente. Cuando se llega al extremo del maltrato es porque lo anterior no funcionó. La norma tiene que ser clara”. 

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