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‘Explosión’ de descontento recorre al mundo árabe

Las protestas de la isla de Bahréin muestran los alcances de la furia política en la región. Expertos analizan los efectos de la caída de Hosni Mubarak como también la represión en Argelia y Libia.

20 de febrero de 2011 Por: Patricia Lee

Las protestas de la isla de Bahréin muestran los alcances de la furia política en la región. Expertos analizan los efectos de la caída de Hosni Mubarak como también la represión en Argelia y Libia.

Bahréin, una isla de 600.000 habitantes en el Golfo Pérsico, es una muestra en miniatura de la explosividad del mundo árabe. El jueves, la Policía disparó contra una multitud que protestaba de manera pacífica en la Plaza de la Perla, convirtiendo a los manifestantes en una masa furiosa que gritaba “muerte al Rey”. Esta pequeña isla, cuyo nombre difícilmente aparece en un manual escolar, no sólo es rica en petróleo, sino que es un aliado clave de Estados Unidos, porque allí tiene su sede la Quinta Flota, pero su población es 70% chiíta, muy cercana a Irán, y se considera oprimida por la minoría sunita, a la cual pertenece la familia real, que gobierna al país desde 1783. Las llamas que incendian Bahréin son las mismas que abrasan todo el mundo árabe, desde Tanger hasta Iraq, a partir de los sucesos en Túnez y Egipto. En Libia, los manifestantes desafían a Muammar Gadafi, que con 42 años en el poder, no ha dudado en hacer uso de la fuerza para reprimirlas. En Argelia, las protestas estallaron al compás de la revuelta tunecina. En Yemen, Ali Abdullah Saleh, con 32 años de gobierno, continuó resistiendo las protestas estudiantiles que se revitalizaron esta semana, mientras que en Palestina, el presidente Mahmud Abbás cambió a todo su gabinete. Lo mismo hizo el Rey Abdullah II de Jordania. Mahmud Ahmadinejad, en Irán, aplaudió la revolución en Egipto, sólo para reavivar las protestas, que habían estallado durante las elecciones fraudulentas del 2009 y en Iraq, estallaron violentas protestas en la ciudad de Kuk.Lo novedoso es no sólo la extensión del descontento y de las protestas, sino la nueva confianza que los manifestantes exhiben en sus propias fuerzas, lo que los medios internacionales llaman “empoderamiento”. El polvorín árabe es una combinación de varios factores: una población muy joven -el 60% tiene menos de 30 años-, con educación, buena parte de la cual ha viajado y trabajado en Europa; un récord de desocupación -para los jóvenes llega al 25%-, y un sistema que los expulsa, gobernado por jeques, reyes y familias que se eternizan en el poder impidiendo a esta nueva generación expresarse. Un cambio regionalAún es temprano para sacar todas las conclusiones de la caída de Hosni Mubarak. Aunque muchos comentaristas pretenden restarle decibeles, argumentando que hubo un golpe de Estado y que los militares controlan la situación, la verdad es que la revolución del Nilo hizo añicos el sistema de poder regional construido durante la posguerra. Tras la desaparición de la Unión Soviética en 1989, Estados Unidos quedó como el único garante de paz en la región, pero hoy, el entramado de gobiernos autoritarios, jeques y reyes que le permitieron mantener su dominio, se está derrumbando, así como su capacidad de influenciar los acontecimientos. “Egipto es de esa docena de países que define la política en el Medio Oriente, en términos de la seguridad de Israel, de los intereses geopolíticos en EE.UU., del equilibrio en el norte de África, del paso del petróleo y de su cercanía con Europa. Es uno de esos países que, cuando tambalea, hace tambalear la región”, dijo a El País Fabián Calle, profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires.“Aunque ahora quieran decir que todo fue un golpe de Estado, hubo una revolución. Cayó un gobierno, su corte de hijos y empresarios. Este no es un cambio menor, y los militares van a tener que adaptarse al pueblo egipcio”, agrega. Obama perdió la olaComo un boxeador que recibe golpes y no atina a responder, la caída de Mubarak mostró al presidente Barack Obama vacilante, y desnudó la pérdida de poder de Estados Unidos. “Washington tuvo una política errática”, comenta Calle. “Se vio a una administración que apoyaba al uno o al otro, que no sabía qué pasaba. Se trata de la ruptura de un statu quo de varios años, en los cuales Egipto le garantizó a EE.UU. la estabilidad y el acuerdo con Israel”. Pero, añade Calle, “una potencia que se muestra tan errática, queda mal con todos: con el pueblo egipcio, porque siente que Obama apoyó a Mubarak hasta el final; con Israel, porque cree que EE.UU. no hizo lo posible para garantizar la estabilidad de su aliado, y con Mubarak porque siente que fue traicionado”.La revista Newsweek escribió que “Obama acaba de perder la ola revolucionaria de la democracia en el Medio Oriente”, y habla de una “debacle de política exterior”. “En los últimos dos años hubo interminables reuniones sobre el proceso de paz de Medio Oriente, sobre Irán. ¿Cuántos se dieron cuenta de la posibilidad de que Egipto pase de la estabilidad al caos? Nadie”, agrega la publicación.Israel espera lo peorLas consecuencias más importantes del cambio en el país de los faraones, se harán sentir en Israel, que mantuvo 32 años de paz gracias a su acuerdo con Egipto. Aunque la Junta Militar se apresuró a informar que mantendrá el tratado con Israel, los jóvenes de la Plaza Tahrir gritaban consignas en solidaridad con Palestina. Será por eso que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu dijo que Israel debía “prepararse para lo peor”. “A Israel se le complicó. Hasta hace poco, tenía amenazas, pero estas no eran existenciales. Ahora, con un Egipto que está en una transición compleja, va a tener que rever su intransigencia frente al conflicto palestino, porque si continúa con sus posiciones maximalistas, puede ser terreno fértil para que, en Egipto, militares jóvenes o del viejo régimen empiecen a marcarle los puntos a Israel”, opina Fabián Calle. Una cosa es clara: los más beneficiados de la caída del castillo de naipes regional serán los palestinos. En la cumbre de seguridad anual de Israel, el consenso era que la paz con los palestinos era la única salida para no volver a la situación previa a 1979, cuando Israel viva rodeado de enemigos.Pero mientras las protestas se extienden por el mundo árabe, la situación en Egipto sigue siendo caótica. Millones de personas recibieron un mensaje en sus celulares de las Fuerzas Armadas, que decía: “El Consejo Supremo urge a los ciudadanos honestos a tomar parte en los esfuerzos de llegar a un lugar seguro”. Pero la pólvora de los militares parece mojada, y su mensaje no tuvo ningún efecto. Como si todos se hubieran puesto de acuerdo, los reclamos laborales tanto tiempo postergados, saltaron al unísono: hay huelgas en el aeropuerto, huelgas de los arqueólogos y empleados del Museo de Egipto, de los propios policías que reprimieron en la Plaza Tahrir, de 18.000 trabajadores de la industria textil, de los trabajadores del Canal de Suez. Las huelgas han llegado a tal punto, que muchas empresas prefirieron cerrar sus puertas, mientras que continúa el tironeo por las reformas a la Constitución y las elecciones presidenciales. Las ilusiones y esperanzas que ha suscitado la rebelión árabe llegan hasta nuestro continente. Julieta Avalos, de la Federación Palestina de Argentina, resumió sus expectativas así: “El quiebre histórico se ha producido, pero aún falta. Quizá por eso ya se empieza a hablar del efecto contagio y mucho s viejos partidos políticos tiemblan de sólo pensar que, como dice la canción, las fronteras se besan y se ponen ardientes”.

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