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Equipos negociadores de Gobierno y ELN en La Habana, Cuba. | Foto: Colprensa

En opinión: así es el ambiente tenso entre el Gobierno y el ELN

"Con paciencia y agilidad el gobierno está arrinconando al ELN sin necesidad de sentarse a dialogar en La Habana", dice el analista político Andrés Agudelo.

22 de noviembre de 2018 Por: Andrés Agudelo / analista político 

Un ambiente cada vez más tenso rodea las relaciones entre Gobierno Duque y ELN. Ambas partes están entrando en un juego de suma cero en donde la ventaja es del uribismo. Con paciencia y agilidad el gobierno está arrinconando al ELN sin necesidad de sentarse a dialogar en La Habana.

Sabiéndose con ventaja en la mesa, el Presidente ha tomado decisiones polémicas que en otras circunstancias serían interpretadas como un portazo a la paz. Duque decidió no continuar con el equipo negociador designado por el gobierno anterior, también ha retrasado nuevos nombramientos para adelantar las gestiones y ha exigido la liberación de las personas retenidas por el grupo insurgente.

El gobierno nacional entiende que el viento sopla a su favor, básica- mente porque ha sabido poner en práctica las exigencias de la socie- dad colombiana en materia de paz: salida negociada al conflicto, compromisos y plazos fijos adquiridos por las partes y beneficios reduci- dos y/o controlados en el marco de la reinserción. Así las cosas, el gobierno uribista gana si los diálogos de paz continúan, pues sentará al ELN con nuevas condiciones, calmará a quienes los acusan de beli- cistas y, quizá, muestre resultados en materia de paz en cuatro años. No obstante, también llevaría ventaja si los diálogos se terminan porque podrá argumentar intransigencia de los elenos, cumplirá con las expectativas de sus votantes de no ceder ante el terrorismo y tiene otros campos en los que podría demostrase eficiente.

Por el lado del ELN la situación es opaca, pues la miopía política se mezcla con un anacronismo que limita su horizonte político. Una frase de cajón —lo que no la hace menos cierta— rodeó el inicio de los diálogos en Ecuador en 2017: negociar con el ELN será más complejo que con las Farc por razones bien conocidas: la estructura de tendencia horizontal de la organización, la fragmentación interna entre sus facciones, el dogmatismo casi religioso en sus filas y el carácter gaseoso de sus pilares conceptuales como “sociedad civil” y “poder popular”.

Tal vez para algunos miembros del ELN este es su momento estelar, pues las Farc —una guerrilla que los triplicó en pie de fuerza y los apabulló en el campo político— ya no está en las montañas; la competencia por los recursos del narcotráfico ya no es tan feroz y hasta se puede romantizar el hecho de ser el último bastión de la lucha armada en un continente que decidió abandonarla hace más de tres décadas. Si estás conjeturas son ciertas, el descuadre del grupo insurgente es monumental y, seguramente, en el juego de suma cero perderán. Si los diálogos continúan no podrán sentarse por convicción sino por presión y en el caso de que la mesa de La Habana II se termine, tendrán que sostener un enfrentamiento muy asimétrico con las Fuerzas Militares.

El congelamiento de las negociaciones de paz le conviene más al gobierno que al ELN, que no parece recoger las lecciones de las Farc en La Habana: una salida bélica al conflicto es inviable; negociar con bajo perfil conviene más que mediatizar la paz; la transición a una organización política que participe en elecciones es posible y, en especial, un muerto o un secuestrado más no hará la revolución.

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