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Tiranía sin límites

Es otra víctima más del régimen que manda en el vecino país, para el que nada vale la vida de sus ciudadanos, mucho menos la de aquellos que se atreven a disentir o criticarlo.

1 de julio de 2019 Por: Editorial .

A Rafael Antonio Acosta, capitán de corbeta venezolano, lo acusaron de traición a la patria y rebelión, lo detuvieron sin orden judicial, lo torturaron durante ocho días y lo mataron.

Es otra víctima más del régimen que manda en el vecino país, para el que nada vale la vida de sus ciudadanos, mucho menos la de aquellos que se atreven a disentir o criticarlo.

Si no hubiera sido por las evidentes señales de tortura y el deterioro de salud con el que fue presentado ante el Tribunal castrense, una semana después de ser detenido junto a otros militares, la verdad sobre su caso habría quedado escondida.

Al capitán Acosta lo detuvo la Dirección de Contrainteligencia Militar el 21 de junio, en buen estado de salud según consta en el acta, pero el 27 de junio llegó ante el juez en silla de ruedas, desorientado, con rastros de sangre en su cuerpo y sin poder hablar; al día siguiente falleció.

Frente a la innegable evidencia, a Nicolás Maduro y a la Justicia que es su subordinada no les quedó más alternativa que anunciar una investigación y detener a dos de los soldados que lo custodiaban.

Ellos serán los chivos expiatorios con los cuales se pretenderá tapar una práctica común, que ya ha dejado otros muertos entre los cientos de presos políticos, como el concejal Fernando Albán o el piloto Rodolfo González.

Son los crímenes y las violaciones a los derechos humanos que rechaza el mundo, y que obligan a exigir el respeto por la vida de quienes hoy siguen prisioneros y a actuar frente a la tiranía que tiene sumida a Venezuela en la oscuridad.

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