La vergüenza

Al concluir la gira que lo llevó por Colombia, Estados Unidos y Europa, a Juan Guaidó lo recibieron a los golpes y con insultos en Venezuela.

Primero las fuerzas de seguridad del Estado trataron de impedir con retenes en las vías que sus seguidores, los periodistas y los parlamentarios opositores llegaran al aeropuerto de Maiquetía.

Y en la terminal aérea lo esperaban hordas de chavistas que no dudaron en agredirlo a él, a su esposa, a sus acompañantes, mientras las autoridades de migración le decomisaban sus documentos y la Policía no se inmutaba.

Como golpe de gracia, su tío que regresaba con él luego de acompañarlo en su correría internacional, fue detenido, duró varias horas en paradero desconocido y quien dio las explicaciones fue el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, que nada tiene que ver con el poder Judicial, y quien lo acusó de transportar materiales explosivos.

Como si alguien pudiera creer que un pasajero atraviesa los controles de seguridad de un aeropuerto en el Viejo Continente, se sube al avión, viaja durante 10 horas con explosivos como el C4 y nadie se da cuenta.

Lo sucedido con Guaidó y su entorno demuestra a dónde está llegando Venezuela, con un régimen al que no le importa caer en las peores bajezas, promover la violencia contra quien se le opone ni utilizar la Justicia a su antojo.

Es la vergüenza por la que pasa el vecino país, que no encuentra aún la manera de cambiar el desastroso rumbo al que lo ha conducido el régimen represor que lo gobierna.