La conservación de Malpelo
El reportaje sobre el Santuario de Malpelo realizado por este diario y entregado en tres artículos de gran calidad, revela la tragedia ecológica que ocasiona la pesca ilegal en una de las áreas protegidas más grandes del planeta.
Barcos de todo el mundo llegan a esas aguas que le pertenecen a Colombia a llevarse cientos de toneladas de pescado, a masacrar miles de tiburones para comercializar sus aletas y a interrumpir ciclos vitales para la conservación de especies únicas.
Se aprovechan de la dificultad que representa vigilar 9548 kilómetros cuadrados de zona que también son Patrimonio Natural de la Humanidad así como patrullar las 2,6 millones de hectáreas que lo rodean.
En esa escasa posibilidad que tiene la Armada Nacional de perseguir a las decenas de embarcaciones que pueden llegar al mismo tiempo a aguas del Santuario, de llevar a sus tripulantes a puerto y de que la Justicia actúe para castigarlos, es donde está la mayor debilidad del Estado Colombiano para defender a Malpelo.
En medio de esa incapacidad de las autoridades para ejercer la soberanía como corresponde, hay que destacar esfuerzos como el de la Fundación Malpelo o del catamarán Silky que hace rondas las 24 horas del día y avisa a la Armada cualquier movimiento de lanchas o barcos pesqueros.
El santuario de Malpelo, a 240 millas náuticas de Buenaventura, es uno de los grandes tesoros que tienen Colombia y el Valle, que debe ser protegido de sus depredadores y salvaguardado por el bien de la humanidad.