Cultura y reciclaje

El informe sobre el desperdicio de comida en Cali, publicado en la edición dominical de El País, debe llamar a la reflexión.

El 70% de la basura que producen al día los caleños son alimentos, muchos de los cuales podrían aprovecharse antes de terminar en las canecas, en las calles o en el relleno sanitario generando un daño ambiental incalculable por los gases que emanan al descomponerse.

En una sociedad con carencias como la nuestra es un despropósito que se bote tanta comida, por lo que es necesario tomar conciencia y pensar en alternativas como la donación de los alimentos en buen estado que no se usen o estén próximos a vencerse.

Igual se puede recurrir al ingenio, como el de la vendedora de la galería de Santa Helena que aprendió a hacer concentrados de las frutas que se le van quedando, con lo cual encontró otro frente de trabajo.

Tampoco habrá solución mientras no exista una política coherente de reciclaje y de educación a los ciudadanos.

Cali ni siquiera ha dado los primeros pasos para hacer que desde el hogar comience la separación de residuos y se clasifiquen entre aquellos que puedan reutilizarse o ser aprovechados, como en el caso de desperdicios de frutas y verduras, para hacer compostaje o biocombustible.

El problema es ante todo cultural, por ello la solución comienza con educar a la sociedad para que cambie sus costumbres, y también por facilitarle el proceso.

Ello no se logrará sin políticas ambientales responsables como las que promueven el reciclaje.