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Un debate bochornoso

Luego del primer debate entre los aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos, la indignación crece ante lo que fue un espectáculo en el cual no tuvieron cabida las propuestas de gobierno ni el futuro de ese país. Y creció la preocupación sobre lo que pasará en el lapso que queda para las elecciones.

30 de septiembre de 2020 Por: Editorial .

Luego del primer debate entre los aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos, la indignación crece ante lo que fue un espectáculo en el cual no tuvieron cabida las propuestas de gobierno ni el futuro de ese país. Y creció la preocupación sobre lo que pasará en el lapso que queda para las elecciones.

Desde el primer minuto, el presidente Donald Trump se tomó el escenario, pasando por encima de su rival Joe Biden e incluso sobre el moderador, Chris Wallace, experto y reconocido periodista de la cadena Fox. A partir de allí se produjeron incesantes y frecuentes interrupciones del candidato republicano que trató siempre de callar y opacar a su rival demócrata, quien trataba de llevar el debate con ataques directos a quien ejerce la presidencia de su nación y aspira a ser reelegido.

La estrategia de Trump fue similar a la que usó hace cuatro años contra Hillary Clinton: la irreverencia, arrebatarle la palabra a Biden, el desconocimiento de las tradicionales formas de llevar a cabo un evento que si bien no decide los resultados sí es de gran importancia para enterar a sus espectadores sobre lo que les espera después de las elecciones. Pero esta vez, las cosas fueron distintas porque él ha gobernado cuatro años y sus ejecutorias, tanto como su comportamiento, demandan explicaciones.

Eso aclara por qué el candidato presidente fue un verdadero botafuego contra las preguntas del moderador o contra las afirmaciones de Biden.
Irrespetando los tiempos establecidos para cada candidato, Trump,
interrumpía, insultaba, atacaba y dejaba sin respuestas claras interrogantes como si es cierto que pagó US$750 en impuestos en 2017, a pesar de tener lo que él afirma es un imperio empresarial. Y su rival, a veces descompuesto, reclamaba respeto, pedía que callaran al Presidente o trataba de explicar sus propuestas, defendiéndose de los ataques y las mentiras de que era objeto.

La sensación que quedó en la opinión estadounidense fue de alarma, ante la posición de Trump frente a fenómenos como la violencia de la supremacía blanca o sus respuestas vagas sobre sus impuestos y la responsabilidad frente al manejo de la pandemia que deja ya más de doscientos mil muertos en los Estados Unidos. A cambio, lo que se escucharon fueron sus andanadas contra sus contradictores y la denuncia de fraude en las elecciones a través de la agencia oficial de correos, entidad que depende del presidente que pretende reelegirse, poniendo además en duda su acatamiento al resultado en caso de que le sea adverso.

Ayer, los medios de comunicación estadounidenses dedicaron los peores calificativos al debate del pasado martes, llegando en algunos casos a pedirle a Biden que no participe en los siguientes. Y se escucharon alarmas como la de Thomas Friedman del New York Times, quien en su columna afirmó: “Nuestra democracia está en terrible peligro, peor que cuando la Guerra Civil (de 1861), el ataque a Pearl Harbor o la crisis de los misiles en Cuba”.

El debate del martes fue un acto bochornoso que sorprendió a los Estados Unidos, reflejo de una polarización en la cual se vale todo y no parecen importar las propuestas de gobierno.

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