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Las vueltas de la vida

Del poder absoluto a responder por hechos criminales; de tener el control total en la política, elegir su sucesor y ser el más reconocido líder de su país en muchos años, a caer en la desgracia y tener que responder ante la justicia por sus actuaciones durante diez años como presidente de Ecuador.

5 de julio de 2018 Por: Editorial .

Del poder absoluto a responder por hechos criminales; de tener el control total en la política, elegir su sucesor y ser el más reconocido líder de su país en muchos años, a caer en la desgracia y tener que responder ante la justicia por sus actuaciones durante diez años como presidente de Ecuador.

Esa es la parábola que vive hoy Rafael Correa, el hasta no hace poco mandamás del país vecino y uno de los puntales del Socialismo Siglo XXI. Quien fuera un fugaz ministro de Economía, se transformó en el único presidente capaz de mantenerse en el poder durante diez años, de construir una mayoría legislativa sólida que reemplazó la anarquía y de emitir una Constitución a su medida.

Sin duda, su país le debe muchos progresos. Pero también muchos sinsabores producto de su personalidad arrogante y su carácter irascible. El haber concentrado tanto poder lo llevó a perseguir a la prensa libre, a descalificar, proscribir, encarcelar y hasta condenar a sus detractores u opositores. Y a despilfarrar recursos de su país en mantener el exilio de Julián Assange en la Embajada del Ecuador en Inglaterra, algo que sólo se explica por su interés en mostrarse como guardián de la libre expresión mientras su gobierno aplicaba la censura contra la prensa.

También terminó enfrentándose con su sucesor, quien no accedió a ser su continuador obsecuente y no le tembló la mano para permitir que la Justicia procesara y condenara al vicepresidente y seguidor de Correa, Jorge Glas, por escándalos de tráfico de influencias. Ahora, las denuncias sobre atentados contra Fernando Balda, antiguo seguidor de Correa a quien trataron de secuestrar en Bogotá en el 2012 cuando se exilió para eludir la persecución decretada en su contra una vez se convirtió en opositor.

Así, Correa terminó con orden de captura por presunta participación en una asociación ilícita y por el secuestro que trataron de cometer integrantes de un cuerpo élite creado por Correa y manejado sólo por la Presidencia. Para defenderse, el exmandatario habla de una conspiración en su contra dirigida por su antiguo amigo Lenín Moreno, y se compara con la suerte que han corrido Lula da Silva en Brasil, Cristina Kirchner en Argentina y la que le espera a Nicolás Maduro en Venezuela.
Todos ellos han tenido que acudir a los tribunales para explicar sus actuaciones, sus abusos cometidos en nombre del socialismo y los graves problemas que ocasionaron con su forma de interpretar el poder que les confirieron las elecciones. En el caso de Correa, lo más significativo es que gran parte de sus amigos en el Congreso lo han abandonado, su sucesor es más independiente que nunca y la Justicia ecuatoriana actúa con autonomía.

Por lo pronto, la Interpol tiene en sus manos una orden para detener al expresidente del Ecuador, acusado por el secuestro del exdiputado Balda. Es decir, lo que antes era callado por el temor que despertaba como dueño de los destinos de su país, hoy parece ser el desenlace de una carrera marcada por el absolutismo y el desprecio por la opinión que no estuviera de acuerdo con los designios de Rafael Correa.

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