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La pobre campaña

Casi no hay día en que los medios de comunicación y el periodismo con mayores pergaminos no adelante un escándalo sobre las andanzas de Trump, o que éste no conteste reviviendo los enredos amorosos de Bill Clinton y la supuesta complicidad de su esposa Hilary. Es como si la apuesta estuviera en cómo lograr el mayor escándalo para liquidar a uno de los dos contendientes y no en presentar la mejor propuesta de gobierno, así como demostrar que los aspirantes tienen las calidades para tomar el timón de la economía más grande del mundo y de la Nación más poderosa sobre la tierra.

14 de octubre de 2016 Por:

Casi no hay día en que los medios de comunicación y el periodismo con mayores pergaminos no adelante un escándalo sobre las andanzas de Trump, o que éste no conteste reviviendo los enredos amorosos de Bill Clinton y la supuesta complicidad de su esposa Hilary. Es como si la apuesta estuviera en cómo lograr el mayor escándalo para liquidar a uno de los dos contendientes y no en presentar la mejor propuesta de gobierno, así como demostrar que los aspirantes tienen las calidades para tomar el timón de la economía más grande del mundo y de la Nación más poderosa sobre la tierra.

Mientras los barcos de su armada disparan en Yemen para contestar ataques, y Alepo es destruida sin misericordia debido a la confrontación con Rusia, los Estados Unidos soportan una campaña presidencial donde las bajezas y las acusaciones sexuales se imponen sobre la necesidad de debatir los temas que interesan a sus ciudadanos y al mundo.Ya no hay día en que no se destapen acusaciones contra Donald Trump, el candidato elegido por el Partido Republicano cuando su populismo irresponsable lo lanzó como nueva estrella de la política y ahora es abandonado de prisa por sus dirigentes ante sus temores de una derrota que les signifique la pérdida de curules y del control del Congreso. Como no parecen tener límites las acusaciones contra Hilary Clinton por los correos que borró y los intentos de espionaje contra su correspondencia, la de su campaña y la de todos sus colaboradores.Esa avanzada del populismo y de la guerra sucia tan corriente en la política estadounidense, impide que se conozcan en su extensión los puntos de vista de los dos aspirantes sobre asuntos como la ralentización de la economía y el increíble nivel al que ha llegado el endeudamiento de su gobierno. O sobre la salud o los impactos de la tecnología y de los Tratados de Libre Comercio en la generación de empleo y en la transferencia de riqueza hacia el exterior, así como en las estrategias que deberían aplicarse para enfrentar la cada vez más compleja situación de la economía global y del poder en el mundo.Casi no hay día en que los medios de comunicación y el periodismo con mayores pergaminos no adelante un escándalo sobre las andanzas de Trump, o que éste no conteste reviviendo los enredos amorosos de Bill Clinton y la supuesta complicidad de su esposa Hilary. Es como si la apuesta estuviera en cómo lograr el mayor escándalo para liquidar a uno de los dos contendientes y no en presentar la mejor propuesta de gobierno, así como demostrar que los aspirantes tienen las calidades para tomar el timón de la economía más grande del mundo y de la Nación más poderosa sobre la tierra.No debería ser así. Y si bien es cierto que hay un presidente en ejercicio y que este ejercerá sus funciones hasta el próximo 20 de enero de 2017, las dudas empiezan a crecer sobre la capacidad de la política para ofrecer un panorama con certezas para esa nación y un mensaje que tranquilice al mundo sobre lo que sucederá en adelante. Esa sensación es impulsada por la campaña que está en pleno desarrollo, y en la cual no parece haber objetivo distinto a destruir la imagen y la credibilidad del que puede ser el futuro mandatario.Faltan 25 días para que Estados Unidos elija el sucesor de Barack Obama, mediante un sistema electoral complejo que en el pasado reciente dejó como ganador a George W. Bush, a pesar de haber perdido con su rival Al Gore en el número de votos. Lo cual indica que puede pasar cualquier cosa, más aún, cuando la campaña que tiene lugar no parece estar dirigida a escoger al más idóneo sino al menos involucrado en hechos que normalmente pertenecen a la esfera del periodismo amarillista.

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