El pais
SUSCRÍBETE

La amenaza de Fukushima

"El de Fukushima es el ejemplo de cómo todas las instancias fallan al momento de actuar frente a un siniestro de esta magnitud. La primera responsable es la empresa Tepco, administradora de la planta de energía, que no supo cómo actuar para cerrar las fisuras que provocó el tsunami en varios reactores, ni cómo evitar que las aguas contaminadas lleven 30 meses filtrándose al Océano Pacífico".

29 de agosto de 2013 Por:

"El de Fukushima es el ejemplo de cómo todas las instancias fallan al momento de actuar frente a un siniestro de esta magnitud. La primera responsable es la empresa Tepco, administradora de la planta de energía, que no supo cómo actuar para cerrar las fisuras que provocó el tsunami en varios reactores, ni cómo evitar que las aguas contaminadas lleven 30 meses filtrándose al Océano Pacífico".

El velo de silencio que envuelve a la central nuclear de Fukushima desde el día del maremoto que sacudió al Japón en marzo del 2011, ha provocado una tragedia aún mayor que la generada por el desastre natural. Durante dos años la información sobre sus dimensiones y sobre la manera de detener la amenaza ha sido ocultada o suministrada a cuentagotas y sólo ahora se reconoce que los daños son más graves de lo que se había previsto. Sin embargo, nadie sabe cuáles serán las consecuencias para la humanidad ni quién pagará por ellas. El de Fukushima es el ejemplo de cómo todas las instancias fallan al momento de actuar frente a un siniestro de esta magnitud. La primera responsable es la empresa Tepco, administradora de la planta de energía, que no supo cómo actuar para cerrar las fisuras que provocó el tsunami en varios reactores, ni cómo evitar que las aguas contaminadas lleven 30 meses filtrándose al Océano Pacífico. Cada día caen al mar 300 toneladas de líquidos con radioactivos y sólo ahora las autoridades deciden pasar del nivel 1 de alerta, que significa ‘anomalía’, al nivel tres que significa ‘incidente grave’.Es al Gobierno japonés al que le cae una mayor responsabilidad, primero porque se empecinó en permitir la construcción de una central nuclear al lado del mar asegurando que todos los riesgos estaban calculados y serían controlables. Y porque prefirió esconderse en el silencio, en la negación de la tragedia, y defendió por encima de todos y de todo a Tepco, que hoy sigue al frente de la Central de Fukushima, con permisos para construir otras plantas en diferentes regiones del Japón, mientras se plantea destinar recursos oficiales para paliar la situación.El mundo también se pregunta dónde han estado los organismos internacionales creados para supervisar y controlar la producción de energía nuclear, o aquellos llamados a proteger los recursos naturales y el medio ambiente. Sólo ahora, frente a la magnitud del problema y la gravedad de sus consecuencias, la Agencia Internacional de Energía Atómica muestra su “preocupación” por los hechos y ofrece su “ayuda” para tratar de solucionarlo.Los efectos que tuvo la fuga inicial de radioactivos entre los 15.000 habitantes que vivían alrededor de la central nuclear de Fukushima están en estudio y ya se han detectado incrementos en los casos de cáncer de tiroides y de otros tipos en la población menor a 18 años de edad. Pero lo que no se sabe es hasta dónde el derrame de líquidos contaminados se ha adentrado en el Océano Pacífico, qué daños ha causado a las especies y ecosistemas marinos, ni cómo afectará ello a la humanidad ahora y a futuro. Dos años y medio después de la catástrofe inicial, el silencio persiste, las dudas crecen y las respuestas escasean. La realidad de lo que ha sucedido en Fukushima ya es imposible de tapar como han pretendido Tepco y el Gobierno japonés. Tampoco puede persistir la indiferencia con la que desde el resto del mundo se ha mirado esta tragedia. Los efectos de la contaminación por radiación en el Océano Pacífico terminarán afectando, tarde o temprano, a todos los habitantes del Planeta.

AHORA EN Editorial